Lunes, 24 de mayo de 2010
Caíste en tu propia trampa, bufón. Creías que jugabas como un Gran Maestro del ajedrez y descubriste que apenas si sabías dónde se colocaban las piezas. Ahora está en tu mano tumbar tu rey admitiendo tu derrota, o seguir hasta el final para (ya lo sabes) caer humillado entre las risas de tus contrincantes invisibles.
Cuántas veces creías que tu condición de payaso de la corte te otorgaba inmunidad para hacer reír a tu público. Lo que imaginabas como chistes de hilarante resultado, ahora sabes que no eran más que medios para alimentar tu ego y conseguir que desgranaras información que se utilizaba a conveniencia. Tu mejor moneda de cambio ha sido la soga que se ha cerrado en torno a tu cuello.
Sentado sobre un nido de víboras, nadie es valedor de la confianza antes depositada. Las antiguas palmadas en la espalda sólo eran fintas para clavar la daga hasta lo más profundo del corazón. El valor de lo que podía considerarse amistad se ha devaluado hasta niveles críticos. Donde antes veías sonrisas de sana confianza, ahora se intuyen los fantasmas de taimadas muecas de suficiencia.
La rueda ha dejado de girar. Eres el bufón, no el apuesto juglar que creías. Te han quitado la venda y la desorientación no se desvanece.
Asúmelo, tu propio juego te ha superado.
1 comentario:
Joer... cómo te has despachado a gusto!
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