08 noviembre, 2010

Halloween

 

Lunes, 8 de noviembre de 2010


El joven vampiro adoraba las noches de Todos los Santos. Adoptar la costumbre anglosajona de Halloween había sido todo un acierto para la Estirpe, ya que les permitía mezclarse sin muchos tapujos entre la sociedad mortal sin llamar demasiado la atención. Incluso los Nosferatu más desagradables a la vista se mostraban sin temor y eran objeto de ovaciones por el trabajo de su máscara. Aunque a ellos no les hicieran gracia aquellos comentarios, claro. De hecho solía ser habitual que en las grandes ciudades se organizara una fiesta Toreador por todo lo alto, con codiciadas invitaciones y medidos cotilleos previos. Siempre era un grato honor ser invitado, pese a poder ser el blanco de mil críticas por los miembros más elitistas entre los Vástagos.

Este año había acudido a una invitación en la capital. Al ser aún una luminaria entre sus hermanos de sangre, tenía ciertos privilegios y se aprovechaba de ellos cuando podía. Excusar su asistencia a tal acto hubiera sido un desaire impropio. Así que tras casi un mes decidiendo qué se pondría, visitando tiendas, cambiando de estilismo y variando de perfume hasta asegurarse de que escogía el adecuado, se presentó con los protocolarios minutos de retraso dada su posición.

La fiesta tenía una decoración exquisita, con un elegante toque victoriano y grandes cortinas rojas para separar los espacios. Se había permitido la entrada de mortales, en algunos casos ghouls, para que hubiera algo de "picar". Eso sí, siempre respetando las reglas de la Mascarada para evitar posibles altercados o cadáveres desangrados innecesarios. Para mayor diversión, algunos se habían presentado disfrazados y en la entrada se entregaba a cada invitado una máscara veneciana recargada de encajes y tonos dorados.

mascara-veneciana

Los saludos iniciales se dirigieron al Príncipe de la ciudad, con una breve conversación acerca del estado de las trifurcas con el Sabbat y las cuestiones políticas de los últimos meses. No había una relación cercana, así que todo fue puro teatro. La Primogénita Toreador y su corte de arpías se manejaba mejor estas situaciones sociales. El joven vampiro se sintió observado y valorado y supo que posteriormente habría una buena cantidad de comentarios que podrían mejorar su posición o destrozarla por completo. Había pretendido pasar desapercibido, sin mayor pena ni gloria, y parece que así fue por los gestos y las miradas de indiferencia que recibió. Tanto mejor, no le apetecía tener que defenderse de ácidos comentarios, gestos indolentes y miradas penetrantes.

Paseó por los salones con una copa en la mano, más por disimulo que con verdadera intención de beber algo. Apreció las obras de arte expuestas y no le convencieron demasiado. Observó a los mortales que se divertían en la pista de baile y entonces sí que se dejó llevar por una intuición. Dos chicos jóvenes bailaban muy juntos, demasiado para ser dos amigos divirtiéndose. Se miraban a los ojos y se buscaban la boca jugando a querer y no dejarse. Un Toreador es un maestro leyendo entre líneas, pero también sabiendo dónde hay una brecha para poder atacar. Se acercó a ellos, apoyó una mano en un hombro de cada uno y les invitó a tomar una copa.

El resto de la noche fluyó siguiendo el camino esperado. Uno de ellos, de mandíbula cuadrada y un curioso hoyuelo en el mentón, llevaba una máscara de león ya que, según dijo, su nombre significaba más o menos eso: "hombre-león". El otro, más moreno, con los ojos de un color verdemar brillantes por la emoción, siguió la broma y dijo que su nombre significaba "victorioso". Ambos se rieron de su ocurrencia y el vampiro sólo tuvo que esbozar una sonrisa para complacerles. Se aplicó al máximo con esa sonrisa y a cambio consiguió que ellos se confiaran más. Pobres corderos jugando con un lobo disfrazado.

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Cuando el nivel de alcohol fue suficiente para que se dejaran convencer, pidieron un taxi para llegar al hotel donde pasarían el resto de la noche. La suite estaba especialmente preparada para que los rayos del amanecer no entraran a molestar al pobre huésped con ese terrible problema de fotofobia en la piel... El dinero encubría cualquier mentira, sin duda. Lo que sí que hubo en la habitación fue una botella de champán, copas y más risas. Ambos muchachos fueron un bocado delicioso entre las sábanas de la cama y la euforia que había en su sangre hizo que al depredador le diera un par de vueltas la cabeza. No entendía por qué algunos de sus congéneres tenían tanta fijación con la manida imagen de alimentarse en callejones penumbrosos y sucios hasta el vómito.

Tumbado en la cama, con uno de sus recipientes a cada lado, el joven vampiro escuchó atentamente sus respiraciones y sus corazones. Unas eran tranquilas y acompasadas, mientras que los latidos estaban algo acelerados para compensar la pérdida de sangre. Sobrevivirían a aquella noche, no cabía duda. De hecho, era posible que se despertaran con una sensación extraña que no podrían explicar pero que achacarían a la resaca y la fiesta. ¡Era tan fácil seguir manteniendo el velo cubriendo los asuntos de la Estirpe! ¿Por qué algunos lo harían tan complicado?

Cuando salió de la habitación echó un último vistazo y los vio abrazados en la cama, durmiendo plácidamente. Aun sin necesidad de respirar, se le escapó un suspiro de nostalgia con un cierto regusto de envidia. Había cosas que no estaban al alcance de un no-muerto. Era el precio de la inmortalidad.

pareja_gay23(1)

3 comentarios:

Clarky dijo...

uhmmmm... quiero ir a una fiesta de esas... será entretenida... :p

Anónimo dijo...

Yo casi que prefiero no ir, más que nada porque no soy vampiro, lo que me deja sólo la opción de recipiente.

Robin Shilvadin dijo...

Clarky, serás invitado siempre que quieras... Y seguro que te divertirías mucho.

NI, tal vez seas más interesante como mortal que como no-muerta... ;)