29 mayo, 2007

El vampiro ataca de nuevo

Lunes, 28 de mayo de 2007

El vampiro sostenía juguetonamente una copa de champán entre los dedos. De vez en cuando fingía que daba algún sorbo, pero el exquisito líquido acababa poco a poco empapando la tierra de una maceta cercana. Era ciertamente un engorro muy desagradable tener que recordar funciones tan innecesarias como respirar o mantener la temperatura y el color en las mejillas, pero relacionarse con mortales tenía sus inconvenientes. A cambio, se recibía toda su pasión desbordante, su miríada de sensaciones superpuestas y, ante todo, se abría la posibilidad de poder elegir con tranquilidad a la presa que serviría de alimento posteriormente.

La fiesta era un verdadero aburrimiento. Algunas de las lumbreras de la ciudad se habían dejado caer por allí por el mero hecho de hacerle la pelota al primogénito Toreador, pero ciertamente había sido un gran desastre desde el momento en el que el Príncipe de la ciudad se negó a hacer acto de presencia. Nuestro vampiro sonrió para sus adentros recordando los tiempos en los que era él mismo quien organizaba ese tipo de fiestas y siempre conseguía susurros de verdadera admiración por parte de las Arpías que le acechaban, siempre con un as en la manga para deslumbrar a la audiencia. Eran tiempos pasados, ahora era más divertido asistir como invitado a actos en ciudades vecinas para poder relajarse observando todas y cada una de las carencias del gusto y elegancia en, por ejemplo, la elección de los vestidos de noche de algunas de las asistentes... Las lentejuelas rojas estaban pasadas de moda desde hacía AÑOS. ¡Por favor, que alguien le diese una estaca para no tener que seguir sufriendo!

Al fondo de la sala, dos hombres maduros cuchicheaban hablándose al oído mientras se llevaban a la boca algún canapé de caviar que el camarero acababa de dejar en la mesa de la comida. No podían apartar su mirada del atractivo vampiro que, una vez vaciada del todo la copa de champán en la tierra de la borracha maceta, se dirigía hacia ellos sin contenerse a la hora de demostrar pura y salvaje sensualidad. Dos por el precio de uno, toda una ganga que no dejaría pasar. No parecían gente demasiado importante al no tener una corte de rubias oxigenadas colgadas de su brazo ni pelotas engominados de sus pantalones. Tanto mejor. Eran un médico y un profesor que conocían al anfitrión por sus numerosas fiestas benéficas y habían asistido porque... Su cháchara era titubeante, sin saber a qué se debía que les resultara tan sencillo sincerarse con un extraño del que no conocían ni el nombre, pero la conversación fue fluyendo entre copas y sonrisas soslayadas que evidenciaban mucho más de lo que lo hacían las palabras. No fue complicado salir a tomar el aire al jardín y pasear tranquilamente entre los setos que conformaban el intento de laberinto victoriano que tanto gustaba a los nuevos ricos. Parecía que un jardín sin laberinto no era suficientemente chic para su barrio decadente.



Cuando el ruido de la fiesta se había apagado y los dos hombres dormían sobre el césped, algo más pálidos y, desde luego, algo más felices, el vampiro procedió a retirarse antes de que el alba hiciera acto de presencia. Había sido una noche larga, pero aquellos dos inocentes le habían concedido un entretenimiento bastante grato. Desde luego no entrarían entre sus presas habituales, lo había decidido cuando descubrió el exceso de crema hidratante en la cara del profesor y la ausencia total de conversación inteligente en el médico. Pero al menos le habían animado lo suficiente como para concederles el placer de disfrutar como cuando estaba vivo y su cuerpo respondía a los estímulos que ambos le proporcionaron. Salía ya del laberinto cuando un leve rugido le alertó de que le estaban observando. Sobre una de las paredes del laberinto, una especie de mezcla de hombre y animal le miraba con los ojos de un rojo destellante. La sensación amenazadora se combinaba con un aura de espectación, de paciencia, tal vez con cierta curiosidad. El vampiro miró con la cabeza ladeada a su extraño espía y le concedió una encantadora pero perversa sonrisa. Sé quién eres, se dijo, sé a qué has venido, pero me voy a proteger contra ti, porque si yo no te doy permiso, no podrás acercarte. Y dándole la espalda a la espantosa quimera, salió en busca de su abrigo para retirarse a descansar. Al menos, al final la fiesta se había animado un poco, pero quitaría a ese estúpido Primogénito de su lista VIP inmediatamente. Qué falta de seguridad, bendito Caín...

25 mayo, 2007

Un libro que te engancha

Jueves, 24 de mayo de 2007

Es curioso que un libro que crees que no te va a gustar y que probablemente acabes despreciando. Y resulta que te enganchas tanto que, como es mi caso, me lo acabo llevando en el autobús de ida y vuelta del trabajo, leo cuando tengo medio segundo libre en la tienda, leo antes de acostarme como hace tiempo que no hacía...

El libro en cuestión es, aunque parezca mentira, "El Diablo viste de Prada", cuya película fui a ver este verano. Y he decir que es como si fueran dos cosas diferentes. La película es, evidentemente, una adaptación más o menos libre, pero ha estado bien comparar y volver a apreciar una buena lectura pese a tener los personajes grabados en la cabeza. Y no voy a entrar en la típica comparación de que si el libro es mejor que la película, pero la película tiene más ritmo y te cansa menos... Son diferentes y recomiendo ambos por igual porque, como digo, parecen versiones diferentes de la misma historia.

En el libro Miranda es más mandona (más aún), con un carácter más voluble y menos entendible desde un punto de vista racional. A pesar de mantener su glamour, pierde parte de la vistosidad de la imagen en pantalla grande, pero me enganchó saber cuál sería su siguiente capricho y cómo pondría en ridículo a su pobre y desesperada ayudante. Tan integrado estaba en la narración, que me daban ganas de contestar al teléfono diciendo "Despacho de Miranda Priestly". Seguro que los clientes se habrían quedado sin habla al menos un par de segundos...


En ciertos momentos hacía semejanzas entre mi vida profesional y la de la pobre Andy, pero por suerte no se parecen en lo más mínimo. Yo no soy vapuleado por una jefa despiadada (últimamente estamos en un momento dulce, esperemos que siga así), sino por unos clientes que cada día detesto más. De hecho, leerlo me ha hecho sentir una cierta empatía por la pobre muchacha harta pero sin poder salir del círculo vicioso en el que se ha metido y una cierta envidia por el glamour, las fiestas y esas tonterías de niño bien que me dan de vez en cuando. Porque uno es de pueblo y un poco paleto, pero oiga, que soñar, soñamos todos...

20 mayo, 2007

Relaciones laborales (sin máquina de café)

Domingo, 20 de mayo de 2007



Todo trabajo es criticable por cada uno por la mera razón de que pasamos allí más horas que en nuestra propia cama (si exceptuamos a quienes se dedican a la prostitución, claro). Todo jefe es odiable desde el momento en el que te da la primera orden. Todo compañero o compañera de trabajo es despreciable porque sí, y si no, porque también.

En mi caso, no es que viva un verdadero infierno a causa de mi trabajo, pero siempre se agradece poder soltar todo tipo de barbaridades en los círculos íntimos y cercanos, sabiendo que nunca llegarán donde no queremos que lleguen (y si lo hacen, negaremos categóricamente haber dicho tales palabras, lo juro por el polígrafo de Antena 3). Hoy intentaré ser lo más amable posible, porque cuando me suelto...

Mi jefa de tienda es el prototipo de futura solterona. Pasa de hombres, porque posiblemente no haya tenido mucha suerte en ese ámbito de su vida y lo haya dado ya por perdido. Vive aún con sus padres a pesar de que le quedan dos muebles para montar su piso de soltera, al que se mudará en breve... más o menos. Lleva las tareas cotidianas con una organización digna del mayor obseso del orden en el mundo mundial. Y se pone colorada en cuanto hay una situación que se le escapa de lo normal. Fascinante, sobre todo porque es bastante sencillo conseguir lo que uno quiere de ella si sabe ofrecer un buen caramelo a cambio.

Mi compañero. 22 años (físicos, 15 mentales). El grado de inmadurez tiene picos que superan mis bastante poco pacientes nervios. Se ríe por casi todo y prácticamente todo tiene gracia. Parlotea con historias que la mayoría de las veces no vienen a cuento y si no le haces mucho caso, no pasa nada, ya se ríe él solito. El desprecio feral que siente hacia su hermano pequeño sólo se ve superado por el que siente hacia su ex-novia, de la cual no consigue olvidarse, diga lo que diga. Un niño de mamá, que siempre ha tenido toda la pasta que ha necesitado, pero que siempre utiliza para sus caprichos de adolescente. Claro, que por eso dejó de hablarse con su grupo de amigos, porque se aprovechaban de él y de su dinero... Creo que necesita echar un polvo. O dos.

El nuevo. Recién llegado desde hace apenas una semana de Lérida, pero con dos años de experiencia en la empresa. Un traslado a petición del chaval, que es de aquí. Un día con nosotros y ya he descubierto lo suficiente como para no tenerle en mi lista de amigos favoritos. Maricón y del PP, lo que pensé que sólo les pasaba a otros. Chulo, pedante y con cierto aire de conversaciones elevadas. Va a ser gracioso esquivar todos los temas con posibilidad de conflicto, porque yo no seré de izquierdas convencido, pero la derecha, como que me da cierta alergia. Además, para ser marica, es de las recatadas, de las que no se enrollan con nadie porque sí (de cara a la galería, supongo) y de las de fidelidad absoluta cuando tienen pareja. Habrá que verle en un cuarto oscuro comiendo todo lo que se le acerque a los labios...

La pelirroja con un par de tornillos de menos. También joven (24) y también con la edad mental disjunta (14 ó 13). Otro desastre organizativo tanto a nivel laboral como personal. Totalmente descarada, siempre dice y hace lo primero que le pasa por la cabeza. Puede ir desde hablar de sus gustos sexuales a tocarle el culo al nuevo (al guapo, no del que acabo de hablar). Egoísta, malcriada y mandona, más ahora que ha aceptado mudarse a un pueblo para hacerse cargo de una tienda reciente. No lo está haciendo del todo mal, si desoímos las opiniones de sus dos compañeras cuando les preguntas y tienes tiempo para escuchar un buen rato...

Mariquita graciosa a la que todo el mundo adora. Otro joven pero al menos no tan inmaduro como los anteriores. Ha viajado mucho y así ha asimilado algo de cordura y sentido común. Saleroso y adorable, se ha ganado a todas las compañeras y se las ha metido en el bolsillo. Con pluma (por mucho que quiera minimizarla), pero sin dejar de ser un todo lo profesional que puede, anda siempre con la duda de hacerlo lo mejor que puede para demostrar que fue una buena elección contratarlo. Y lo fue, que para eso lo seleccioné yo mismo...


Y podría tirarme horas y horas, sobre todo con anécdotas concretas, pero sólo quería dejar caer la jungla con la que me toca trabajar (clientes aparte). A todos ellos hay que añadir mi propia e insigne personalidad, que siempre debe ser tenida en cuenta para remover un poco las aguas. Porque yo también, soy digno de estudio...

16 mayo, 2007

Kit-kat

Martes, 15 de junio de 2007



No puede ser. Si me tiro hasta las tantas chateando de tonterías varias con el primero que me dice "hola, qué tal", no escribo. Y tengo un montón de temas sobre los que quiero divagar y me joroba tener que dejarlo hasta las mil y media, cuando el sueño me puede y me apetece apoyar la cabeza en la almohada para que Morfeo me acune con sus dulces brazos. Voy a tener que empezar a marcarme seriamente una hora límite para retirarme a la cama, que luego duermo poco y lo pago ese día y lo arrastro toda la semana.

Temas futuros:
  • Los chats como medios de relación marica (recordando experiencias).
  • Mi mala memoria y los efectos de la edad.
  • Las elecciones y la madre que parió a los políticos.
  • Mis compis de trabajo y comparaciones odiosas.
  • Pisos e hipotecas, esos temas tan trillados.
Se abre el período de votaciones en los comentarios. ¿Qué queréis que comente primero? Siempre con mi mordaz y despreciable pluma (de escribir se refiere, quien me conoce sabe que de lo otro no gasto... casi).

12 mayo, 2007

Una de autobuses

Viernes, 11 de mayo de 2007

Era un tema que hace tiempo quería dejar por escrito, dado que en el Ayuntamiento ni en la empresa subcontratada nadie va a hacerme el menor caso. Porque hay días que podría reventar de la mala leche que genero o asesinar con mis propias manos a algún que otro energúmeno inocente que se cruzase en mi camino. Por suerte tengo clientes desagradables con los que desfogarme, que para eso vienen, no?

Todos los días, unas cuantas veces, tengo que coger un autobús urbano que me lleve de casa al centro y del centro a casa. Dejando aparte el estado de la carretera, que podría calificarse generosamente de "penoso", el sistema de autobuses de Logroño hace aguas por mil agujeros. Debe ser un factor común un numerosas ciudades, pero es que vivirlo día a día es desesperante.

El estado de los vehículos no es demasiado lamentable y en la mayoría ya hay instaladas televisiones que incluso tienen sistema de sonido. Un canal que intenta emular al del metro de Madrid pero quedándose en apaño de pueblo. Eso si hay suerte y el conductor de turno tiene a bien dar volumen suficiente como para que pueda oirse más que la radio que lleva puesta para sí. O si no tiene tan alta la radio que el choque de sonidos es como la batalla de Troya resonando en tu pabellón auditivo. Lo mejor para desperezarse, vamos.

Porque los conductores son para echar de comer aparte. Tenemos de todos los gustos y colores. Como trabajador de cara al público puedo entender que no sea nada agradable tener que lidiar con el tráfico de las horas punta, los conductores listillos y además aguantar las bobadas de los que se sienten mejores porque pagan su billete. Pero aún así, hay cada uno que merece mención especial, honorífica y con banda roja. Una vez me llevó uno que, por lo visto, no había tenido tiempo de comerse antes el bocadillo, con lo que en cada semáforo le daba un par de mordiscos o bien te subías en tu parada y te lo encontrabas con lo boca llena de pan. O bien los que no saben que el freno hay que tratarlo como a un bebé, no pisarlo cuando te das cuenta de que la parada está dos metros más atrás. Es muy divertido ir a tu trabajo o volver a tu casa teniendo que sujetarte como si estuvieras en una atracción de la feria. Para tirar cohetes, vamos.

El horario es, como la Teoría de la Relatividad apunta, algo que depende del punto de vista desde el que lo midamos. Por lo visto lo que yo entiendo como "cuarto de hora" no es lo mismo que entiende el señor conductor, o más bien la empresa que lo contrata. Hay días que el autobús llega con sus minutitos de retraso, días en los que generalmente hace un frío mortal o un calor asfixiante, y hay días en los que su pulcritud horaria es tal, que un inglés se sentiría como en casa (esos son los días en los que has confiado que podías quedarte en casa dos minutos más porque sería un día del caso A).

Ojalá alguien del Ayuntamiento y/o la empresa Autobuses Jiménez tenga a bien dejarse caer por aquí y recibir todas mis sentidas quejas para intentar solucionarlas por el bien de todos los usuarios del transporte público urbano, pero mientras tanto, no me quedará más remedio que:
- no mirar directamente al conductor al subir para evitar hacer jucios de valor o poder mentarle en las frenadas imaginándome mil formas de hacerle sufrir.
- llevar mi propio cojín para que me amortigüe los baches y no acabe en la tienda peor que si hubiera recibido un masaje balinés.
- ponerme el MP4 a todo volumen aun a riesgo de destrozarme los tímpanos para evitar la mezcla de televisión, radio y conversaciones insustanciales que me rodean.
- estar en la parada siempre con unos 15 minutos de antelación, para ver pasar el autobús anterior y poder esperar tranquilamente al siguiente llegue puntual o no.
- suicidarme salvajemente con la esperanza de que mi viaje hacia el más allá sea en deportivo diesel o en brazos de un bello angelito...


08 mayo, 2007

Princesitas

Lunes, 7 de mayo de 2007

Hoy ha entrado un muchachito en mi tienda que era frágil como una figurita de cristal. Tenía la pose adecuada con la cadera torcida, la mirada tierna como si nunca se hubiera comido una polla, el gesto delicado de absoluta dignidad. Tampoco era el adalid de la pluma, pero tenía su gracia.

Con esa imagen en mente ha tenido más gracia aún que al comprar una tarjeta de memoria, me dijera todo dulzura... "¿Me la puedes meter tú? Es que yo no sé...". Vamos, un poco menos de compostura y me descojono allí mismo. Lo peor es que iba sin segundas, porque ciertamente no sabía cómo se introducía su flamante nueva tarjeta en el móvil. Sobran las comparaciones.



Le he dado un par de vueltas a la idea de lo comunes que son hoy en día las "princesitas". Son esos chicos que atienden a la descripción que he dado en el primer párrafo y que ya no tienen miedo a ser tan gays y tan plumeras como la ocasión lo requiera. Yendo un poco más cerca del estereotipo, los sábados por la noche tienden a emborracharse en el botellón con sus amiguísimas (casi todas grandes marilendres de la infancia) y entrar en los bares riéndose de toda la gente que le doble o triplique la edad. Eso cuando ha dejado la vergüenza en casa, pero cuando va de inocente doncella virginal, no hay quien no pueda sorprenderse de que se aíslen del mundo por temor a contagiarse de la realidad.

Cuando consigues relacionarte con una "princesita", suelen mostrarse esquivas y cerradas como una ostra de océano. Dan por hecho que sus vidas han sido muy completas y que poco más pueden hacer nuevo o que les sorprenda. Son tan tan tan hipermaduras, que se cayeron del árbol el otro día. Y no creas que tú, por sacarles al menos 10 años, vas a poder enseñarles nada del mundo. Han estado ahí fuera y han absorbido todo y de todo (se aceptan comentarios maliciosos). Yo suelo acabar dando la charla por perdida cuando me doy cuenta de que es hablar con alguien que, aunque nunca se sabe, podría ser uno de tus hermanos pequeños y desde luego un alumno en la academia de puterío que abrirás en cuanto tengas una mansión adecuada para ello. Es mejor dejarlas con su sensación de superioridad para que algún día se caigan de los tacones y besen el suelo a velocidad terminal. Entonces es cuando sería adecuado aparecer y, desde arriba, usar toda la dignidad del mundo para decirles: "Uy nena, ¿te has hecho daño?".

07 mayo, 2007

Reabrimos el Cuaderno

Domingo, 6 de mayo de 2007

No he podido dejarlo mucho más tiempo. Era un retorno más anunciado que la nueva película de Spiderman. No es que sea por aclamación popular, pero aquí estoy de nuevo. Lo que sí que haré será cambiar un poco el chip, amontonar las cosas viejas a un lado y cambiar un poco el rumbo del navío a partir del cual hago las anotaciones. Voy a intentar que se acaben los días grises, que las reflexiones acaben derivando en tristezas, lágrimas y victimismo. Voy a intentar aportar un rayito de luz a las tonterías diarias que me acosen, tomándomelas con un humor que espero no resulte demasiado cansino. Espero que quien lea estas líneas no se aburra demasiado pronto.