22 agosto, 2006

Unas vacaciones de verdad (que ya era hora)

Lunes, 21 de agosto de 2006

Fíjate, y cuando me mudé parecía que no íbamos a tener vacaciones con tanto jaleo tanto de pareja como personal. Y resulta que en menos de siete horas estaremos sentados en el coche, camino al imcomparable marco levantino de Oliva (Valencia). Para los que, como yo, no os suena ni de lejos, aquí os va un plano:

Un poquito al sur de Gandía, que seguro que ese pueblo sí que es más conocido. Playa, sol y gente desconocida. Y ahí tenemos el pequeño problema. La venada ha sido a cuenta de que el soldadito valiente está por allí con su novio y otra homopareja de amigos. Nos sugirió que fuésemos, hice unas llamadas a alojamientos el sábado noche y... ahí que nos vamos. Sólo le conocemos personalmente a él. Del resto nos ha hablado pero vete a saber cuánto se acerca a la realidad. Y yo, que me considero una persona sociable y con cierta facilidad de trato (si estoy de buen humor) tengo alguna preocupación sobre la aceptación en un grupo ya formado y unido. Tengo mis grandes momentos, que supongo que todos habéis conocido, pero también tengo mis malos momentos, que me temo que todos habéis conocido. Y temo por mi reacción ante una situación mediánamente incómoda en la que diga algo inadecuado o no me sienta medianamente aceptado. Por suerte llevo a Javi para contrapesarme y ya nos hemos advertido acerca del carácter del otro, con lo que posiblemente intentaremos controlarnos mutuamente: yo no hablo de más y él no se queda callado siempre.

Y no me apetece que empecéis a intentar animarme con lo típico de "si ya sabes que puedes con ellos y con muchos más" "venga, nunca has tenido problemas para relacionarte" "estarás en tu salsa, verás qué bien". Que sí, que lo sé, pero en este caso concreto además no es sólo la impresión que dé yo la que me importa. Por lo visto el soldadito valiente ya ha hablado de nosotros y espero que no demasiado bien. No quiero decepcionar a esa gente siendo algo más paleto de lo que parezco, más maricona de lo que creo que soy y menos interesante de lo que le parezco a la gente que me aprecia. Si quedo mal, por ende hago quedar mal a la persona que me "presenta" y no me gustaría en absoluto.

Tampoco quiero agobiarme con el asunto, porque tendré otras cosas en mente. El encuentro me tiene un poco preocupado. No va a haber fuegos artificiales ni escenas de película romántica de los 80, pero aún así estoy algo intranquilo. Dadas las circunstancias, voy a tener que echar mano de todo mi sentido común y supongo que parte del no común para que mi autocontrol funcione perfectamente. O mejor. Soy un gran actor cuando no se me conoce a fondo y no quiero delatarme delante de nadie. No espero momentos a solas para confidencias sentimentales ni largos paseos por la playa para charlar sobre lo humano y lo divino. Voy a pasar unos días con un grupo de gente, en grupo, socializando, de modo que nada de estar a solas tampoco. Complicado si necesito algo de reflexión pero desde luego nada raro en vacaciones. En caso de extrema necesidad, llamaré a alguien para que me eche un cable telefónico o daré yo solo algún largo paseo. Hiperventilaré un poco, me bañaré en el mar y me tumbaré fingiendo que duermo. Creo que servirá en caso de emergencia. Estoy exagerando, lo sé, pero quiero estar preparado para lo peor y aunque llevo el guión más o menos en mente, siempre cuesta enfrentarse en directo a un público exigente. Y más cuando no ha habido ensayos previos.


A los que me conocéis, ya os imaginaréis que es simplemente un miedo irracional a la no aceptación, tanto gregaria como personal. Uno de esos traumas de la infancia que me cuesta digerir y que suele salir a flote cuando menos me apetecería. A los que apenas me conocéis, aquí tenéis una imagen de mí mismo menos segura y probablemente algo extraña de la que suelo dar. Voi-là, soy un chico complejo, por si alguien no lo sabía... Aunque estas vacaciones me he comprometido a hacer un rato de "rubia tonta" con el soldadito valiente (el rubio, para los amigos). Vaya pareja cómica estamos hechos...

Os escribiré de nuevo en una semana más o menos, si no hay un ciber en el que entrar antes al que no pueda resistirme. Sed buenos en mi ausencia...

20 agosto, 2006

Cogiendo las riendas

Sábado, 19 de agosto de 2006

Por fin. Amanece. Y no me refiero meteorológicamente, sino a un amanecer personal, a nivel sentimental y afectivo. Ha sido una semana dura y creo que puedo decir que vuelvo a ser yo mismo de nuevo. Salgo de la oscura noche de los sentimientos encontrados para aparecer en el amanecer de un día despreocupado y sonriente. El sol brilla de nuevo, los pajaritos cantan... Una imagen un tanto ñoña, pero que espero contraste con la turbidez de los días anteriores. Sabía que llegaría el día, pero siempre crees que será lejano hasta que lo tropiezas una mañana cualquiera.

La razón de todo está en que de nuevo decidí coger las riendas de mi propia vida. Mis caballos desbocados (uno se llama Pasión, el otro Razón) se habían salido del camino, llevándose algunos sentimientos por delante. He causado heridas, algunas posiblemente no cicatricen nunca, pero espero poder compensar el daño causado. Ha habido momentos de pánico, pero espero calmar los ánimos lo suficiente como para volver al camino. He atascado las ruedas, pero las cambié por otras nuevas para poder seguir adelante. Todo en un momento de lucidez desesperada, cuando dicen que la mente trabaja más rápido. Por suerte parece que cumplo ese supuesto.



Cuando digo que las aguas vuelven a su cauce, quiero decir que Javi y yo hemos superado la mini-crisis de la mudanza, que parecía insalvable al principio. Los problemas anexos que ha habido estos días se han saldado favorablemente para la relación, pese a que he tenido que comprometerme con él y conmigo mismo en ciertos asuntos más serios. Los sentimientos no son algo sencillo de llevar y cuando influyen a más gente, peor aún. Pero tenía las riendas cogidas y esta vez no se me iban a escapar. Posiblemente haya perdido algo de la frescura inicial y Pasión se haya serenado de más, dejando que Razón guíe el paso, pero es mejor esta fría y calculada felicidad que las taquicardias repentinas y las noches de molesto insomnio. Sigo teniendo sueños y son míos, no me los va a quitar nadie. Con ese conocimiento y una sonrisa en los labios se pueden conseguir muchas cosas.

Es curioso lo diferentes que se ven las cosas desde dos puntos de vista diametralmente opuestos. Cuando se está debajo de los cascos de los caballos, siendo arrollado por el carro, uno siente que está vivo, que el corazón le late deprisa cerca de la muerte y que desea agarrarse al momento como un náufrago a su tabla. Cuando vuelves a tomar control de las riendas, la suficiencia te embarga, el poder fluye de nuevo por tus sentimientos y lo miras todo con ojos cansados y más tristes, pero posiblemente más sabios. Añoras la sensación de estar vivo, el torbellino de pasiones desatadas, el huracán de miedos irracionales... Pero ningún alma cuerda puede sobrevivir bajo la tormenta mucho tiempo sin perderse. O sin quedarse sola, lo cual es peor aún.

He vuelto. Le he cortado las alas a mi corazón para que pueda respirar un poco. He vuelto. Más frío, más sonriente, más racional. He vuelto y sé lo que quiero y cómo lo quiero. A quien no le parezca bien, que se aparte de mi camino, el carro no va a apartarse esta vez. Y el camino me lleva a unas vacaciones a la zona de Gandía, donde puede que haya un soldadito valiente, un querubín, un arcángel... Pero sobre todo llevo a mi osete de peluche, el que quiero que sostenga mi mano cuando parezca titubear por el miedo. El que sigue a mi lado y el que lo hará mucho más tiempo. "Me complicarás la vida". Sí, pero a nuestra manera.

17 agosto, 2006

Día 0. Comienza la aventura.

Miércoles, 16 de agosto de 2006.

Ya está. El ordenador ya está instalado y correctamente configurado para poder conectarme a la red de redes. Ese era el paso final (o inicial) para considerar mi traslado efectivo. Siempre podía ocurrir alguna cosa inesperada o podía acabarse el mundo antes, pero no ha sido así. He cogido también algo de ropa para tener mudas, pero al estar aquí al lado la casa de mis padres (ya no mi casa) no me corre prisa porque me iré pasando poco a poco. No quiero coger todo de golpe y desaparecer sin más, el estrés se uniría al caos de las cajas por todas partes y no sé si podría aguantarlo.

Habando de estrés. Anoche dormí fatal, no podía conciliar bien el sueño. ¡Con lo que yo soy para esas cosas! Es como si apoyar mi cabeza en la almohada desconectase mis funciones conscientes y me llevara de un soplido a los brazos de Morfeo. Sin embargo anoche estaba inquieto. De hecho esta mañana aún estaba nervioso. Al vacíar mi mesa y llevarme mis cosas de escritorio me he quedado un momento solo y he hecho una pueril despedida de la habitación, una habitación que podría contar infinidad de momentos importantes en mi vida, una habitación en la que he llorado mis tristezas, en la que he celebrado mis triunfos, en la que he tenido mis momentos de pasión desenfrenada... No he podido evitar sentir que las lágrimas llegaban a mis ojos y que se me subiera un pequeño nudo a la garganta. Qué gilipollas puedo llegar a ser, madre mía, pero cuánto me cuesta despegarme de las cosas que en el fondo aprecio. Voy a echar de menos ese cuarto que tantas veces fue mi castillo y mi última defensa.

Sin embargo es evidente que el insomnio de anoche no era debido solamente al cambio de domicilio. Sigo con "mis cosas" en la cabeza y era lo que más me atormentaba. Las locas ideas iban y venían sin tregua y me hacían desesperar. Al intentar acostarme de nuevo no podía centrarme en otra cosa para olvidar el tema o al menos pasar a otro. Siempre la misma idea en la cabeza, el mismo temor irracional a perder la poca cordura que nos cede la noche. Mi parte racional y experimentada me dice que todo pasará en pocos días, que es cuestión de tiempo, pero la espera se hace dura y cada punto de apoyo en realidad me empuja hacia el vacío. Me estoy engañando a mí mismo y lo sé y lo peor de todo es que quiero seguir haciéndolo, posiblemente como forma de escapar a la realidad que me rodea porque nunca he querido vivirla o porque nunca ha sido (ni será) como yo deseo. Espero madurar algún día y abrir los ojos de una vez.

Javi lo sobrelleva como puede, porque me ve mal, pero no sabe manejar la situación. Su idea de solución es darme tiempo para que se me pase, aunque no necesariamente espacio. Por la tarde hemos tenido una pequeña bronca. Insiste en que llame a mis padres para decirles que ya me he mudado (esta mañana estaban fuera cuando he ido a por el ordenador), pero en mi casa no funcionamos con una información fluida de los acontecimientos. En realidad más bien aguantamos todo lo que podemos hasta que es irremediable ponerlo en común con la familia. Y creo que no ver mi ordenador es una buena señal. Javi y yo nos hemos puesto un poco cabezones con el tema y con el enfado apenas nos hemos dirigido la palabra en toda la tarde. Finalmente se ha ido a la cama hace bastante con un sencillo "hasta mañana". Me siento mal, pero tampoco quiero dar mi brazo a torcer en estas situaciones. Entiendo que le he contestado mal, pero me estaba presionando demasiado para hacer algo que no quería. Y además no estoy en los mejores días de mi vida, pensaba que eso era evidente. Me temo que el legendario genio de los Leo nos ha vuelto a jugar una mala pasada... Buena forma de comenzar las vacaciones y la convivencia...


La noche me vuelve melancólico y reflexivo. Siempre he pensado que era porque los sonidos de la ciudad se apagaban y me dejaban oír mis propios pensamientos. O tal vez porque siendo como soy un signo de sol, su ausencia me vacía de energías y mi mente se aletarga. En cualquier caso, más metafísico o más filosófico, sé que estas noches me van a dar mucho de sí para pensar y poner más caos en mi delirante cabeza. Echo de menos a mi arcángel (o querubín, según el día) para poder llorar en su hombro y desmigar cada fragmento de mi alma en sus ojos color miel Sé que los demás también estáis ahí, pero creo que ni con uno ni con otros estoy preparado para contar nada aún. Y él además no leerá estas líneas hasta que vuelva de vacaciones. ¿Qué pasará entonces? Sólo Dios, el destino o cualquier cosa en la que creáis lo sabe. Deseadme suerte mientras tanto, espero no pasar otro episodio de innecesaria angustia esta noche al acostarme. Si es así, empezaría a preocuparme y en serio.

16 agosto, 2006

Intimidad

Martes, 15 de agosto de 2006

Ya casi estamos. Mañana trasladamos el ordenador y eso era la forma de decir que el cambio era efectivo. Ya está. Hecho. Comienza el viaje...

Hoy por fin nos hemos quedado solos. Tras un ajetreado fin de semana y puente lleno de momentos inolvidables, conversaciones interesantes y reencuentros deliciosos, todos los invitados que han ido pasando por la inimitable ciudad de Logroño se han vuelto a sus labores habituales en estas fechas, sean las labores que sean. Ya estamos solos de nuevo. Aquí es donde puede que empiecen nuestros problemas.

Llevo un par de días un poco tonto, cosas mías, como siempre. En estos casos tengo la mala costumbre de encerrarme en mí mismo y hacer casi cualquier cosa que me impida pensar antes que profundizar en aquello que no puedo solucionar. Desde sumergirme en el juego de ordenador de turno, hasta montar planes de futuro o incluso coger un libro y tirarme horas con música de fondo mientras lo devoro. Me aislo. Busco el rincón más oscuro de mi alma y la habitación más silenciosa de la casa y me dedico tiempo. Sin más. Eso estaba bien en casa de mis padres. Me encerraba en mi habitación y contestaba con monosílabos para demostrar que no quería hablar con nadie. Constaba al teléfono sólo lo necesario y hacía lo que me venía en gana. Podía perder el tiempo, hacer flexiones para que se me pasara el disgusto, llorar en silencio para disipar la pena, masturbarme salvajemente para rebajar el ansia... A mi antojo y casi sin molestias. Me temo que va a ser la peor parte de todas de la conviviencia. Y más en plenas vacaciones.

Para quien aún no conozca la casa de Javi, es un precioso dúplex no muy grande pero agradable para vivir en pareja. Incluso con un hijo. Abajo están la cocina y el salón y arriba el baño y un par de habitaciones. En la pequeña está instalado el ordenador (mañana el mío también). Sin embargo no hay separación física entre los dos pisos más allá de la escalera para comunicarlos. De este modo, Javi seguramente me estará oyendo teclear ahora mismo mientras ve la televisión. Incluso si se acostase en la habitación de al lado. Estamos al tanto de lo que hace el otro por cada ruido, cada movimiento. No hay posibilidad de ocultar casi nada.

Ahora entiendo cuál es el mayor miedo que tengo. Me falta INTIMIDAD. Una pareja lo comparte todo, sabe todo de la otra persona, se dice que no tiene secretos... Pero cualquiera con un par de dedos de frente sabe que no es así y que parte del buen funcionamiento de una relación está en mantener un espacio propio para cada cual. Y yo por encima de todo lo necesito, más estos días de adaptación y reorganización personal. Y además justo al empezar las vacaciones, con lo que no hay excusa para no estar juntos... A veces, si pienso en ello con detenimiento, me asfixio un poco, me agobia la sensación de tener toda mi vida al descubierto cuando sé que hay partes que aún no estoy preparado para dejarle ver. La nueva situación hará que cambien muchos de mis comportamientos habituales, tanto que forman parte de mí y que no estoy seguro de poder o menos aún de querer cambiar. La adaptación será dura y sé que saldremos adelante, pero todos los miedos que he ido dejando de lado este par de meses desde que Javi me pidió que viviéramos juntos, han caído como una losa de golpe y porrazo ante la inmediatez de que es ya, no hay retrasos. Puedo dar marcha atrás o seguir adelante, pero este es el momento. Y estoy acojonado. Con todas las letras. Si al menos tuviéramos que trabajar, cada uno llevaría sus propios horarios y tendría tiempo para ir y venir a mi gusto. Pero así es la situación, no podemos cambiar todas las circunstancias de nuestras vidas.

Aún así voy a seguir adelante. Como ya he dicho en innumerables ocasiones, quiero vivir esta experiencia con lo bueno y con lo malo. Nadie dijo que fuese un camino de rosas o que no hubiera que sacrificar nada. Habrá que quemar las naves y seguir adelante, no soy de los que suelen dar marcha atrás. Estoy acojonado, estoy acojonado...

14 agosto, 2006

Crash, boom, bang!

Lunes, 14 de agosto de 2006

De momento ha acabado la mayor parte de este impresionante fin de semana. Ha sido terriblemente intenso y creo que me va a costar recuperarme. De hecho se me han quitado las ganas de irme de vacaciones, porque no me apetece desplazarme, socializar ni nada que implique salir de mi desidia. Quién me lo iba a decir hace una semana.

La culpa la tiene un querubín que venía a tomar café y se ha instalado en nuestra vida. Tiene la mirada viva y nos ha contagiado algo de vida en nuestra tal vez demasiado anodina pareja. Sin apenas conocernos se ha formado un pequeño lazo de comunicación entre los tres y hasta el silencioso Javi ha reconocido que el muchacho es un amor y nos gustaría que la amistad perdurase cuanto más tiempo mejor. Sin embargo recuerdo que mis experiencias con amistades duraderas son más bien pocas, de hecho ha sido tal vez más gracias a las otras personas que a mí mismo que han sobrevivido. Y no me gustaría que éste fuera el caso.

Me he sentido interesante, sexy, importante... Pese a ser algo que uno tiene cierta necesidad y suele provocar (como el gran resto de los mortales, digamos lo que digamos), esta vez no era necesiario que yo hiciera nada más allá de ser yo mismo. Y le parecía interesante! Debe ser cosa mía o el mundo se está volviendo loco. Bien es cierto que en un par de días no se conoce en profundidad a una persona. Pero la conexión, el chispazo, las miradas cómplices... Eso es algo que yo uso para guiarme en las simas insondables de las relaciones humanas. Y este fin de semana he tenido hasta hartarme. Y espero que sigan.

No quiero volcarme en este texto con todo el torrente de sentimientos que me envuelven y que esta mañana me han estado golpeando como olas a un acantilado. Creo que aún no estoy preparado para verme desde fuera y dejar que los demás me juzguen. Tengo que serenarme, aterrizar y volver a ser la frialdad insensible que sólo busca superficialidad y placer propio. Supongo que lloraré por lo que perderé al volver a mi ser natural, pero bestias somos para en bestias no convertirnos. Mi naturaleza me arrastrará tarde o temprano, lo quiera yo evitar o no. A eso le tengo miedo. A mí mismo.

10 agosto, 2006

El Shogun japonés

Miércoles, 9 de agosto de 2006

En la historia de Japón, un shōgun (将軍) era, en la práctica, el gobernador de Japón durante la mayor parte del tiempo entre el año 1192 y el principio de la Restauración Meiji en 1868.

Al menos eso es lo que dice la wikipedia, pero en realidad yo en mi mesa tengo un juego que se llama así y que está basado en una estrategia por turnos en los que vas creando ejércitos para ir controlando las distintas regiones de Japón. Es gracioso porque los ejércitos se representan con una especie de figuritas que se van moviendo por las regiones como si fueran piezas de ajedrez (por cierto, también tengo un juego de ajedrez, pero ese no me apetece de momento).


La vida a veces se puede asemejar un poco a este simple juego de estrategia. Podemos coger las piezas que tenemos a nuestro alcance, moverlas a nuestro antojo por el tablero de nuestra vida y ver cómo se desplazan y hacen sus movimientos. Podemos controlarlas o no, podemos creer que las controlamos o ser controlados nosotros mismos. Muchas veces nuestras tácticas fallan y debemos retirarnos en amarga derrota con nuestros ejércitos demoralizados. O bien alcanzar una gloriosa victoria que anotaremos por los siglos de los siglos en nuestros libros de historia personal (y que con un poco de mala suerte, nuestros amigos oirán cientos de veces). Somos generales de nuestra propia vida y, sin saberlo, podemos hacer cosas maravillosas. Si además nos concienciamos de nuestro propio potencial, superaremos las espectativas marcadas.

Y no creo que sea momento ni lugar para escandalizarse porque parezca que sugiero que usemos a los demás como meros peones, porque es bien sabido que todos lo hacemos de un modo más o menos directo (quién no ha pedido un favor en su vida...). Sólo debemos saber elegir la "pieza" (ajedrecísticamente hablando) adecuada y hacer el movimiento maestro, cuidando de que nuestro ejército esté correctamente mantenido y se sienta feliz y satisfecho. Si es así, no dudarán en entrar en liza por nosotros llegado el momento. De igual modo nos pueden exigir que demos la cara en las situaciones que lo requieran. Y así debe ser, tener poder implica responsabilidad... Cosa que por desgracia no todo el mundo sabe interpretar ni desde luego manejar. Responsabilidad que suele implicar preocuparse por, interesarse por, tener gestos con... Cuando damos, recibimos. En este caso es más cierto que nunca.


Está visto que estoy más inspirado a estas horas de la mañana, porque llevo un par de días con el primer párrafo y de un tirón me ha salido el resto. Y todo se lo debo a un soldadito valiente, que va a lanzarse a la batalla mañana mismo. Gracias precioso (tú ya sabes quién eres) :*

07 agosto, 2006

Érase una vez...

Domingo, 6 de agosto de 2006

Érase una vez que me contaron que sucedió esta historia. Y cuentan que eran dos príncipes que vivián felices en un país muy muy lejano. Vivían en su casitillo y todo el mundo envidiaba su perfecta y feliz relación. Su palacio era de mármol blanco y en cada habitación entraban a raudales los rayos de sol y la brisa primaveral. Toda su armonía parecía absoluta y nada perturbaba la paz de sus súbditos. Sin embargo, de puertas para adentro, en las salas privadas de los príncipes amantes, las nubes de tormenta se abatían sobre ellos y sus felices espectativas. El lecho real, blando como un prado de césped, se convertía en un campo de batalla donde sólo había perdedores. Las espadas no se alzaban prestas para el combate y las peleas apenas duraban un suspiro de insatisfacción impaciente. Las retiradas inminentes deslucían a ambos campeones, en los mismos movimientos marciales que en ocasiones anteriores les habían valido tantas alabanzas. La política del reino no se resentía, pero las grietas del castillo eran poco a poco evidentes, visibles y apreciables. No era una gran crisis, pero a veces se notaba tembar los cimientos.
No le deis más importancia de la que tiene. Será que hoy tengo el día tonto.

04 agosto, 2006

Cada día un poquito menos

Jueves, 3 de agosto de 2006

Hace tiempo que comenzó la cuenta atrás, pero estos días poco a poco voy pensando en "el momento". Ese momento especial en el que me ponga a desenchufar mi ordenador para trasladarlo a mi futura nueva casa. Bueno, "nuestra", que debería llamarla así, por más que no me quite del vocabulario que es "la casa de Javi". Y es que llevarme el ordenado es para mí el punto clave del traslado, porque aquí tengo la mitad de mi vida metida, casi... De hecho creo que tengo archivos de cuando me compraron mi primer ordenador. Uno que es un sentimental y lo guarda todo... Al menos aquí no acumula polvo ni quita sitio a otras cosas en una estantería.

El caso es que poco a poco se acerca el momento del cambio. Hoy he vuelto a recordarle a mi hermano que saque todo lo que tiene en mi ordenador cuanto antes, que luego le faltará el tiempo. Pero claro, él bastante tiene con el viaje improvisado a Londres la semana que viene. Pues yo me llevo su ordenador con partidas guardadas y todo lo que pesque, que luego no me llore.


Así que queda menos... No hay fecha fija para el cambio, con lo que no puedo poner un cronómetro a contar. Pero a veces cuando pienso en ello, noto unas mariposillas en la tripa que me dicen que voy a dar un gran paso y que va a ser irreversible (como la canción de la Oreja). Una vez hecho las cosas no volverán a ser igual, ni aunque finjamos que no ha ocurrido. Por eso también es emocionante, porque es un giro radical en mi vida. Ya era hora de hacer algo diferente, aunque sólo sea por cambiar de domicilio. Empezaba a aburrirme del día a día y aunque sé que en realidad me muevo a otra rutina paercida, el tiempo de adaptación será interesante e intenso y quiero vivirlo y disfrutarlo, en lo bueno y en lo malo. Porque sé que vamos a tener broncas hasta decir basta. Pero también sé que tenemos intención de sobrellevarlas con la mejor actitud posible, antes que tirarnos de los pelos. Y si saliese mal... ¡Qué le vamos a hacer! No puede decirse que no lo intentamos al menos. Con un par, que se suele decir. Que los hados nos guíen...

02 agosto, 2006

Otro día más...

Miércoles, 2 de agosto de 2006

Y es que éste ha sido otro de esos días en los que no es que no haya pasado nada digno de mención (que siempre ocurre), sino que resulta tan anodino como el anterior y te das cuenta de que no has acabado de hacer nada de utilidad.

Bueno, no seamos tan duros conmigo mismo. En realidad esta mañana he hecho la buena acción del día. He ido a ver a una amiga que está de reposo en cama porque al segundo mes de embarazo más le vale que se esté quieta si quiere que el feto se agarre a las paredes del útero. Y más le vale, porque la pobre lleva intentando tener una segunda criatura yo qué sé el tiempo... Y nos fastidia a todos que tenga que pasar por estas cosas (y por las que ha pasado ya) porque es un hijo muy deseado y ella es una persona encantadora que siempre hace que el mundo parezca un poco más bueno. Es como una niña pequeña con más de 25 años, pero con el genio de una madre con un niño revoltoso. Hay que verla dominar al niño que ya tiene tres años como tres soles, dándole caprichos pero poniéndole límites... Preocuparse de media familia y estar atenta a la otra mitad. Sufrir los pequeños "desprecios" de su marido y suegros con enfado pero con discreción. Es que es un amor de mujer... Vamos, que como me case me encargo de que su niño lleve las arras... ¡Aunque sea una boda civil!

Pues allí me he presentado, que desde que está en cama no había pasado a verla. Y Javi va día sí y día no para pasar la tarde con el niño en la piscina que tienen en la urbanización. Vamos, todo un tío de alquiler, para que su madre y su abuela puedan descansar un poco del terremoto infantil. A mí ya me tocará la semana que viene, que estoy de mañanas. Hoy he ido a hacerle un poco de compañía, intercambiar cotilleos de los conocidos comunes, criticar los programas del corazón que tanto está viendo estos días... y le he llevado labor. Claro, como se tiene que aburrir tanto, he comprado dos tapices pequeños de medio punto, de aquellos que hacíamos algunos en el colegio y se los he llevado, para que tenga algo que hacer diferente de comer o ver la televisión. Y resulta que le han encantado. Vamos, que ha sido empezar y no parar...

Así que allí la he dejado, no con un tapiz tan terrible como éste, por favor... Con uno de la supernena Cactus y otro que he empezado yo (bastante mal, por cierto) con el emblema de Superman. Doy por hecho que en menos de una semana los tiene terminados. Tiempo le sobra y parece que lo ha cogido con ganas... Mejor, porque he estado a punto de cogerle un manual de ganchillo, aguja y un carrete. Jijiji.

01 agosto, 2006

El retorno... (y no del Jedi, especialmente)

Martes, 1 de agosto de 2006

La verdad es que tenía algo abandonado el blog, pero bien es cierto que tener la casa para ti, amigos que vienen de fuera e insisten en cenar juntos y algo de sueño acumulado, hace que no tuviese fuerzas ni demasiadas ganas para sentarme a escribir. Y llenar líneas por llenar es un poco inútil me parece a mí.

El caso es que ahora que se ha acabado la tranquilidad posiblemente pueda volver a ponerme delante de la pantalla aunque no necesariamente con buenos sentimientos... Y es que la presencia de mis padres y ya de rebote de mi abuela (ya no puedo hablar en plural de mis abuelos desde el mes pasado) me crispa un poco los nervios por la modificación de la rutina diaria y el menoscabo de mi libertad cotidiana. Ahora no sólo tengo que justificar cada salida que hago y cuándo volveré (por aquello de las comidas), sino también el típico ritual de estar en la mesa cuando comen todos y, cómo no, decir buenas noches antes de encerrarme en mi habitación. Y ay de mí si no lo hago... Puede que un par de veces me lo pasen, pero el día que mi madre tenga cruzado el cable, vendrá con cara de "chantajista emocional" y muy sentidamente me soltará un rollazo acerca de la familia, de la ilusión que le hace a mi abuela, de que parece que vivo en un hotel... Vamos, la misma historia que me cuenta cada vez. Y con los mismos resultados de cada vez: que yo, por el bien de la convivencia familiar y para que mi madre no se haga la mártir por las esquinas, me pliego a sus necesidades y me comporto con toda la fingida naturalidad de la que soy capaz. Vamos, un teatro más en mi vida...

Tampoco quiero que parezca que esto es un infierno. Tengo toda la libertad que quiero y si doy una respuesta vaga ("voy a hacer unos recados"), tampoco me encañonan con un rifle hasta que confiese. Simplemente he perdido la libertad de, por ejemplo, ir desnudo por casa, comer lo que me diese la gana a la hora que me diese la gana, no tener que preocuparme de si he dado las buenas noches o no para no crear una crisis del tipo que sea... Me vuelvo a sentir atrapado en mi habitación, donde con la puerta cerrada me siento más cómodo aunque no del todo seguro, porque en esta casa lo de llamar a las puertas es algo que les ocurre a otros. Y más de una vez he tenido que estar con el oído atento mientras me satisfacía un poco personalmente, en vez de disfrutar plenamente. Supongo que son cosas de convivir con tu familia, pero a mí especialmente empieza a resultarme insoportable dado que con casi 30 años parece que vivo en plena adolescencia, en continuo enfrentamiento con mis padres. Ni ellos asumen la nueva situación desde hace años de que no soy un niño bueno controlable ni yo me siento con ganas de sentarme y explicárselo, porque total no serviría de mucho (son padres).

En fin, toca prepararse para ir al tajo, cosa que como casi siempre me apetece más bien poco. Ya sé que el 90% de vosotros estáis de vacaciones, pero la animación de este Cuaderno de Bitácora está decayendo a ojos vista. Tendré que hacer otra sesión de marketing por si habéis perdido la dirección...