22 abril, 2008

Convivencia en Soto en Cameros (again)

Martes, 22 de abril de 2008

Tocaba hablar del tema, porque fue hace un par de días y porque ayer y hoy el curro me ha absorbido tanto la cabeza que me tiene un poco harto y no me da la santa gana dedicarle una entrada ni loco. Otro día tal vez, pero ahora no, paso.

En fin, el famoso fin de semana de primavera en el que un montón de mariquitas van a un pueblo perdido en la sierra riojana, sin cobertura (Vodafone y Orange, Movistar sí) y con ganas de lo que se tercie. La excusa es tan buena como cualquier otra para volver a encontrarse con viejos conocidos, ver las novedades que se traían de fuera y pasar unos buenos ratos de risas, tonteos y bromas. Qué van a hacer 30 hombres homosexuales (y dos lesbianas, que no se nos olviden) si no es pasarlo todo lo bien que puedan. Ojo, sin orgías ni cosas raras (más quisiera yo), que solteros cada vez quedan menos y los que quedan están muy ansiosos.

Hacer un examen detallado de cada actividad, anécdotas y cotilleos sería exagerado y necesitaría horas y horas. Además, ya está hecho a nivel personal y no os enteraríais de nada al no conocer a los personajes y las circunstancias. Sólo diré que volví a mi antiguo ser y dejé en Logroño los problemas pasados. Me negué a mí mismo la posibilidad de pensar en nada que perturbara el feliz estado mental en el que me encontraba y que diera al traste con los efectos beneficiosos de una buena sonrisa en propios y ajenos. R. se quedó atrás al menos unos días y Robin surgió de sus cenizas con más fuerza y mala leche que de costumbre. Un fogonazo que deslumbró, según supe, porque el juego de los mensajes tuvo su recompensa, como todos los años. El niño guapo de la convivencia se había fijado en mí, pero, cosas de la vida, un novio tiene ventajas y desventajas. Aún así, que no se queje tanto (el niño guapo), que no se fue de vacío y nos dio grandes momentos con su salero almeriense y más aún cuando llevaba alguna copa de más.

En fin, en fin, quedaron cosas en el tintero que nunca se resolverán, pero que dejan un buen sabor de boca y la moral más o menos alta. Robin ha vuelto a su rutina, es R. de nuevo, pero los recuerdos, los benditos recuerdos, siguen ahí. Y los de este fin de semana, también. Para muestra, un botón, que sé que os encanta...

El sábado por la mañana es una actividad un poco más "seria". Generalmente un debate.

Por la tarde tocó un taller de manualidades para preparar la fiesta de la noche. La temática: máscaras. Hubo de todo...

La fiesta acabó un poco desmadrada, pero controlada. Eso sí, lo que nos pudimos reír...

Mario. Muy majo, monín. De los pocos que salen medio normales en las fotos que hice.

Perspectiva del pueblo (parte) durante el paseo del domingo por la mañana. Por aquello de despejar los vapores etílicos...

10 abril, 2008

Enganchados al amor

Domingo, 13 de abril de 2008

Mi "nueva" perspectiva de la vida me está permitiendo reflexionar sobre temas que hace tiempo me tocaban , me rozaban, pero no llegaban a calar. O bien no dejaba que lo hicieran. La ignorancia es la virtud más cómoda que hay. Cuando uno de esos pensamientos azarosos te llegan y da la impresión de que vas a tener una pequeña jaqueca y un terrible cambio de humor, haces un quiebro por la derecha y esquivas. Solucionado.

Por la gente cercana que hay a mi alrededor me doy cuenta de lo enganchados que estamos al amor. Todos (y todas, por extensión). Y por mucho que lo neguemos, su exceso o su ausencia nos hacen seres desarmados ante el día a día de la vida y podemos permitir que nos arrolle la riada de sentimientos que nos corroen los intestinos. Quién no conoce casos similares. Quién no es un caso similar.

Un amigo, rondando peligrosamente la cuarentena pero que se conserva mejor que yo. Está pasando una mala época porque se siente mayor y no hay nadie a su lado. No es que no sea feliz como soltero, ya que tiene sus amantes esporádicos, sus amistades de fin de semana, su absorbente trabajo... Pero no le satisface. Se pasea por la ciudad dándole vueltas a la cabeza a la idea de que necesita a alguien para sentirse completo, lleno y con una previsión de vida de futuro. Y se desespera cuando ve a otras parejas (aparentemente) felices y evita situaciones en las que el romanticismo impregne el ambiente porque le genera sentimientos encontrados de pena y envidia. Hace unos días quedé con él para poneros al día de nuestras miserias habituales y le sentí tan desamparado que decidí regalarle una flor. Por sorpresa le metí en una floristería y elegí un bonito clavel rojo (una rosa tenía demasiado significado). Se emocionó tanto que me contagió y parecíamos dos bobos con lagrimones en los ojos. Por un momento pude hacerle un poco más feliz, porque en ese momento necesitaba sentirse querido. Al menos un poco más que en otros momentos.

Otro conocido más cercano (pasamos muchas horas juntos) mantiene la idea de que sin pareja no puede ser feliz. Sin alguien a su lado que le mime, le cuide, le de cariño y amor... Le ha resultado imposible disfrutar de su soltería porque lo que anhelaba con toda su alma era un novio para lo que suelen hacer las parejas. Su vida ha girado en torno a que alguien estuviera encima de él para recordarle que era estupendo, guapo, interesante o todas sus virtudes, porque por sí mismo no acaba de ver el conjunto de forma adecuada. Es una especie de codependencia de la idea del amor en sí mismo, pese a que todos sabemos que el concepto de "amor" suele acabar pareciéndose muy poco después a la vida real. Pero a muchos nos gusta autoengañarnos. A mí el primero. Bueno, finalmente este amigo mío ha conseguido lo que quería. Ha encontrado a ese alguien... Pero está a tres horas en coche de aquí. Veremos cómo evoluciona.


Y yo... No voy a desgranar aquí todos mis devaneos amorosos (algunos ya fueron comentados en sus momento) y a describir mis ideas viciadas sobre el amor y las relaciones. Anoche mismo a las tanta de la mañana tuve una pequeña discusión sobre este mismo tema que ha acabado provocando una gran bronca en mi relación. La teoría del caos, supongo. Algunos conocéis mi vida al dedillo y otros sólo lo que unas cuantas letras puestas juntas os muestran. Aún así no os fiéis porque siempre hay sorpresas en el interior que nunca se dejan salir a la luz porque nos avergüenzan o nos asusta lo que podrían parecer a la vista de todos. En lo más recóndito de nuestra alma, de nuestro corazón o de lo que cada uno tenga, anidan ideas que preferimos guardar para nosotros, que tejemos en nuestros momentos de soledad y recogimiento. Y que escondemos debajo del colchón de nuestros sueños cuando aparece una presencia que nos interrumpe, como una madre que llega casi a punto de pillarte con tus revistas porno.

Cupido no está muerto. No es que Cupido pase de largo a nuestro lado. Es lo que es: un niño caprichoso con un carcaj lleno de flechas y una puñetera venda en los ojos. ¿Qué esperábamos?

02 abril, 2008

Humanidad

Miércoles, 2 de abril de 2008

El vampiro se despertó de su pesadilla sabiendo que había gritado antes de abrir los ojos. Se notó el cuerpo empapado de sudor y pudo corroborarlo por las manchas escarlata en las sábanas. Como todos los de su raza, el sudor estaba mezclado con el líquido que les permitía levantarse cada noche y les concedía la inmortalidad. Ese sudor que ahora era la prueba, junto con una innecesaria y agitada respiración, de que el sueño que acababa de abandonar había sido en absoluto plácido. Todavía podía alcanzar, esquivos, algunos retazos de imágenes que le habían atormentado. Agarró las telas que lo cubrían con excesiva fuerza y cerró los ojos para resistir de nuevo la oleada de miedo que le invadía. Veía los rostros difusos, escuchaba sus voces, notaba caricias heladas, eran los fantasmas de aquellos que había asesinado desde que su sire le había transformado. Eran espíritus que pervivían en sus recuerdos, que le atormentaban desde el más allá y que le recordaban que era un animal de instintos, que la Bestia que habitaba en su interior se había cobrado víctimas sin ningún remordimiento. Los filósofos entre los no-muertos aseguraban que la angustia que sufrían algunos de sus hermanos en la sangre era debida a los retazos de Humanidad que aún les ataba a su pasado. Sufrir implicaba no haber caído aún en los dulces brazos de la locura y que aún se tenía algo de control sobre el propio destino. Si se creía en el destino, desde luego.

A pesar de que aún no había caído la tarde, el vampiro no pudo conciliar el sueño de nuevo. Le invadía el sopor que indicaba que los rayos del astro rey aún acariciaban el cielo, pero aún así Morfeo se negó a acunarle en sus largos y dulces brazos. Se levantó malhumorado y cambió el juego de cama, que después alguien se encargaría de llevar a lavar. O directamente de quemarlo. Cuando el despertador le indicó con su estridente melodía que ya podía pasear por la casa sin miedo a quemarse al pasar delante de las ventanas, se arregló con esmero y se preparó para salir. Aquella noche tenía numerosos compromisos sociales y debía mostrar el mejor aspecto posible, pese a que en su interior lo que deseaba era echarse de nuevo y descansar, sin ser atormentado por sus pesadillas personales.

Moviéndose entre los suyos y el ganado pudo olvidarse de las malas sensaciones del día pasado. Volvió a sonreír y se mantuvo firme en los continuos juegos de salón que conllevaba la sociedad de los Vástagos. Se puso al día de novedades, cotilleos y cambios en la escala de poder. De todos modos no podía evitar recordar la viveza de algunos rostros que volvían a su memoria, la crudeza de las frases que le imploraban perdón o le acusaban de asesinar a sus dueños. Generalmente movía la cabeza, para sorpresa de quien le acompañaba, y se obligaba a mantener la máscara de fingida alegría que siempre presentaba. Cuando uno tiene una reputación y una imagen, mantenerlas es lo primero. Por más que necesitara reflexionar acerca de lo que sentía, prefería no detenerse o la avalancha de emociones le embargaría y le arrollaría inevitablemente. No debía permitirlo o sería el fin.

Se encontraba en una fiesta en un importante museo de la ciudad, celebrando la presentación de una muestra de imágenes de un artista en alza. La fotografía que observaba en aquel momento le tenía completamente hipnotizado. Representaba un ángel rubio de enormes alas blancas y brazos abiertos, desnudo por completo y con la cabeza echada hacia atrás en un gesto extasiado. Detrás, oculto por la figura del imponente ser, un rostro demoníaco mordía el cuello ofrecido y miraba de reojo al espectador, divertido, tentador, desafiante... El vampiro se sumergió en la debilidad de su clan y pudo percibir los puntos que la impresora había dejado. Cuanto más se concentraba, más vida adquiría la instantánea, con el viento agitando las plumas de las alas, los gemidos de placer del ángel y la succión de la sangre por parte del demonio que lo estaba matando... Incluso pareció percibir un ligero olor, pero parecía perfume, muy real, conocido... "Es Carolina Herrera, supongo que la conocerás", dijo alguien a sus espaldas. Sacarle de su ensimismamiento le produjo tal ataque de ira que a punto estuvo de perder el control y descargar un puñetazo en la cara de quien le había molestado. Pudo contenerse a tiempo y comprobó que quien le había hablado era un Malkavian, un vampiro del clan considerado loco por todos excepto por ellos mismos. "Qué típico de los Toreador", le dijo con una expresión divertida en el rostro, "prendarse de un imposible, ensimismarse con lo que no pueden alcanzar, agarrarse a un sueño antes que reconocer sus limitaciones". Y dicho esto se alejó soltando carcajadas como si le hubieran contado un chiste muy gracioso.

Quedaban aún unas horas para el amanecer, por eso no le importó caminar hacia su refugio mientras ordenaba sus pensamientos. De nuevo uno de esos malditos lunáticos le había trastornado con sus comentarios, que estaban fuera de lugar, pero que siempre le llegaban a lo más recóndito de su alma. ¿Lo habría dicho sabiendo a qué se refería? ¿Sería un comentario al azar que había dado en el blanco por casualidad? La situación se le estaba yendo de las manos, no podía continuar así. Las pesadillas, la desconcentración, el continuo desasosiego... Era el momento de poner freno y debía hacerlo de un modo tan seco y cortante como lo había sentido él en su momento. Alejaría aquello de sí y continuaría con su vida soltando el lastre que le impedía avanzar... En la oscuridad de la madrugada, un joven se apoyaba en un portal esperando a alguien. Fumaba y el humo se enredaba en su cabello corto, castaño claro, y su rostro delgado se escondía detrás de unas gafas de marca que corregían un defecto visual de unos impresionantes ojos azules. El vampiro y el muchacho se miraron. Era el momento de poner freno...