30 enero, 2007

Amores de urinario

Martes, 30 de enero de 2007

Ayer me tocó de nuevo (esta vez con más aceptación por mi parte) ir a la tienda que mi empresa ha montado hace poco en Calahorra. Solemos ir de apoyo de vez en cuando porque toda la gente nueva es completamente novata y pese a los avances, siguen desquiciándose con algunas cosas. Pronto empiezan, espera a que lleven un tiempo.

Tanto los días que he estado, pero ayer especialmente, me dio por recordar aquellos tiempos de amores de urinario. Supongo que cualquiera con algo de edad y un poco de conocimiento del mundo homosexual sabrá a lo que me refiero. Son esos encuentros en los baños de caballeros, en los urinarios de pie, donde las miradas discretas al vecino te hacían indicar si él también te estaba mirando a ti y pasar a la fase dos. Eran encuentros casuales, en absoluto preparados, que tenían el morbo de no saber a quién te encontrarías, lo sórdido del lugar, el morbo de la situación, la imposibilidad de alargar la mano y tocar lo que deseas...



Recuerdo que aquellas situaciones además de morbosas tenían un punto... ¿cómo decirlo? Diferente. Al terminar, mientras te subías los pantalones en el reducido cubículo, solías pensar que lo que habías hecho tenía un regusto agridulce. Era evidente que aún perduraba la plácida sensación de un orgasmo bien aprovechado, pero, pero... Esa premura, la necesidad de buscar la satisfacción de forma rápida y acelerada, sin preocuparse por los detalles ni por el placer mutuo, sino llegar al final de la carrera, terminar lo que se ha empezado para no ser pillados ni pasar más tiempo del necesario con ese extraño del que no conozco nada, esa premura como digo, hacía que el placer se mezclase con un pequeño vacío en el estómago. Siempre te quedaba la pequeña frustración de no haber tenido un sitio más tranquilo y cómodo para dar rienda suelta a la imaginación y el placer. Incluso tal vez saber cómo se llamaba y haber cruzado con él alguna palabra más que los mínimos jadeos ahogados propios de la situación.

Sin embargo en mi caso siempre pesó más el morbo que esa oscura sombra que duraba unos minutos (o a veces un buen rato) después de salir a la calle. Junto con las dudas acerca de si lo volverías a ver si te había parecido agradable en los breves minutos que habías compartido, si habías tomado las correctas medidas de protección dado que nadie está libre de contagios, qué pasaría si te lo volvieses a cruzar por la calle, si te lo volverás a cruzar alguna vez...


Tengo vagos recuerdos de la gente que conocí en tales circunstancias. Uno de los más intensos (y desagradables) fue en la estación de autobuses de Salamanca, donde un señor madurito consiguió que le siguiera hasta su coche dadas las dimensiones de lo que iba a mostrarme. Así fue y en una zona apartada pasamos a la fase dos. Tuve que insistir un poco en que se pusiera un condón porque quería hacerlo a pelo, pero por aquel entonces ya tenía cabeza suficiente como para no fiarme de los "yo estoy sano, de verdad que te lo prometo". Sin embargo en pleno acto la goma se rompió y el tipo no dijo nada hasta el final, con fingida sorpresa. Fueron tres meses de algo de angustia hasta que fui a hacerme las pruebas y dieron, para gran alegría mía, negativo. Sin embargo ha habido momentos más morbosos, como aquel visitador médico de traje, elegantísimo, que decía que hacía de todo menos dar besos en la boca porque tenía pareja; o el chico del jersey a rayas marrones y rosas, algo alternativo, con toda la zona interesante rasurada... Y así podría estar, haciendo una lista de mis amantes, todo el día...

Simplemente me ha venido a la cabeza y he querido hacer una breve reflexión, pero me gustaría profundizar algo más en el tema, porque creo que tiene mucha miga y que el punto de vista de diferentes personas aportaría más cosas interesantes... incluso puede que morbosas...

26 enero, 2007

Ya ha nevado!!!!

Logroño, 25 de enero de 2007

Cumpliendo la sagrada y milenaria misión que sucede desde tiempos inmemoriales, ayer cayó la nevada anual en Logroño. No fue una gran nevada porque sólo cuajó en el extrarradio y apenas duró sobre el suelo una media hora, pero al menos ya nos podemos dar por satisfechos. Hay quien espera una nevada en toda regla, con varios centímetros de nieve, pero no hay que poner a prueba a los diosecillos de las nubes....


Pd.- De nuevo Blogspot me dice que me meta la imagen por donde me quepa, incluyendo un número de error la mar de bonito... Intentaré a la hora de comer o esta noche ver si puedo enseñaros cómo se veía la calle desde mi ventana :)

24 enero, 2007

No pidamos más de lo que podemos ofrecer

Martes, 23 de enero de 2007

He tardado un poco en ponerme, pero aquí estoy de nuevo. La vagancia, que es una muy mala consejera... Y el sueño por quedarme jugando hasta tarde, que es peor aún para aguantar por las noches. Y no saber qué escribir, que tampoco es el mejor de los amigos. Y otro montón de excusas, pero son sólo eso: excusas.

Este fin de semana estuvo Charly Brown en la ciudad y como la vez anterior me tocó tener "uno de esos fines de semana". Vamos, que la cagué, como me suele pasar. Aunque no tan soberanamente como yo lo veo ni tan livianamente como lo ven otros. Pero el caso es que me dio un ataque de "noseloquemepasaperoquébienestaríasoloyrumiandomispropiastonterías" y tuve un sábado sabadete bastante gilipollas. No acabo de localizar la razón última de mi infantilismo reinante estos días y no tengo muy claro que pueda llegar a encontrarlo, pero me preocupa que tener visita haga que mis nervios estén a flor de piel y salga lo casi peor de mí. Tengo que seguir pensando qué es lo que pasa por mi cabeza en esas situaciones para evitarlo en el futuro.

Sin embargo, de algo sí que me di cuenta el sábado por la noche. Poco a poco y de forma casi imperceptible me estoy quedando sin amigos en Logroño. Que no cunda el pánico, que solo no estoy. Tengo a quien llamar si estoy mal (cosa que no suelo hacer en 99% de las veces) o con quien quedar para tomar un café y tengo a quien juntarme una noche que quiera salir de soltero. Pero esa gente con la que quedas todos los sábados, que haces varias cenas al mes en casa, que quedas más o menos habitualmente para ir al cine, que te llaman en el trabajo y lo dejas todo por contar el último chascarrillo... Y me puse a pensar en las razones de pérdida de mis últimas amistades.

Como siempre, el ser humano tiende a echar balones fuera y no asumir su propia culpa. Yo seguí esa línea al principio. Por ejemplo, que no tenía tiempo por mis terribles horarios laborales, que ahora viviendo en el extrarradio me entraba mucha pereza, que eran ellos quienes tampoco me llamaban tanto como antes, que... Vamos, que me di cuenta de que no podía ser así, que mi responsabilidad en estos asuntos también tenía su peso. Apenas me he esforzado últimamente en mis amistades más cercanas (geográficamente) y si algún día mi relación con Javi terminase, me encontraría un poco solo a la hora de realizar actividades sociales. Así que tendré que ponerme manos a la obra para solucionar el tema. Los sábados se convierten de nuevo en día oficial de marcha, aunque tenga que sacar a mi marido a rastras de casa. Muy cansados tenemos que estar para no tomarnos una copa. La política de ahorro continuará, no cabe duda, pero se puede cenar en casa y tomarse un par de copas en vez de cuatro. Tengo que dejarme caer de nuevo por los bares para ver a conocidos y menos conocidos. Al menos así lo voy retomando sin que me suponga mucho esfuerzo.

Y en cuanto a mis relaciones amistosas a distancia, ya me puedo poner las pilas también. Tendré que usar el móvil me guste o no porque lo de viajar sale más caro y suele tardarse más. Habrá que hacer un repaso cada cierto tiempo a la agenda y ver a quién no he llamado hace demasiado y usar los viajes en bus (urbano) para hacer breves resúmenes de nuestras vidas y escuchar de nuevo voces que dan ganas de abrazar.

Y conste que os hago partícipes de todo esto para que haya testigos y luego no lo deje de lado como tantos otros proyectos interesantes de mi vida...

18 enero, 2007

Esa musiquilla que se te mete...

Miércoles, 17 de enero de 2007

A pesar del día que llevo y del que llevaré mañana (ya hoy) con el encargo de ir a Calahorra, con los chicos de la nueva tienda, aún sigo vivo y coleando. Lo que ocurre es que estaba desacostumbrado a levantarme a las 6:30 am para coger un autobús a las 8:00 y estar casi una hora dando vueltas por el pueblo hasta que se abre el centro comercial. Porque la tienda se abre a las 10... Vamos, para mear y no echar gota, que se dice.

Sin embargo, puedo llegar a casa, dejarme mimar por mi maridito, mimarle un poco y hacerle monerías y ver juntos la televisión. Y entonces es cuando aparece ese maldito anuncio y la musiquita se te queda pegada un buen rato. Y esa musiquita sigue apareciendo de vez en cuando a lo largo del día y resuena en tu cabeza una y otra vez. A mí me ha pasado con el anuncio de ING Dir-ect (lo escribo mal conscientemente para que no caiga por aquí algún despistado de google). Esas voces comunales de machos cantando algo así como "We have the whole world in our hands" o algo parecido me anima bastante, además de imaginármelos haciendo el coro en ropa de deporte o algo así. He rebuscado un buen rato por la red de redes y he conseguido algún dato interesante, pero desde luego no sé de dónde conseguir la versión completa. Parece que es el himno de un equipo de fútbol inglés que se basa en una canción de gospel. Algo de información por aquí y por allí pero nada más. Yo tengo que conseguir ese archivo en formato mp3 para que caiga en mi iPocket a la voz de ya. Quien me ayude a conseguirlo, tiene premio asegurado :)

Y es que dejarse llevar por las más bajas obsesiones no es nada bueno. Así que como dice el refrán, "
Para no sucumbir ante la tentación del precipicio el mejor tratamiento es el fornicio", así que me voy a meter a la cama para que mañana me "joda" bien que suene el despertador.

15 enero, 2007

Fondue de chocolate

Domingo, 14 de enero de 2007


Imagino a un segoviano afincado en Santander que se estará relamiendo especialmente los bigotes al leer el título de esta entrada. Y en realidad de eso va, aunque no en la idea de hacer rugir los estómagos de nadie.

Hoy hemos tenido fondue en casa con los amigos de Javi para hacer una especie de inauguración retrasada con ellos. Lo que en principio iba a ser algo recogido con cuatro personas se ha agrandado un poco más con la incorporación de última hora de otros tres. Cosas de los grupos de amigos de la infancia y más aún de éste, que parece una teleserie en plan reality. Hay subgrupos montados, ajenos, personajes que apenas aparecen, rencillas guardadas desde hace años... A veces es muy divertido verlo desde la barrera, pero en el fondo yo ya estoy sumergido hasta el cuello por mantener una relación estable con uno de los miembros del "núcleo duro".

Sin embargo hoy ha sido una situación relajada, distendida, con la historia personal de cada cual con lo que hizo en Nochevieja. El chocolate ha ido asentando las diferencias y ha tornado a esta pandilla de compañeros de juergas y anécdotas en la diversa amalgama de personalidades que son. Desde la pija redomada que tiene un trabajillo de mierda con el que no puede costearse todos sus vicios, hasta la cándida inocentona, pasando por el matrimonio bien avenido donde ella lleva no sólo los pantalones, sino también la camisa y casi los calzoncillos. Y lo digo sin intención de que suene despectivo, sino más bien como ejemplos de la variedad que he comentado. Cada cual ha seguido el camino que le ha marcado la vida y verlos después en conjunto, aportando sus opiniones a temas tan mundanos como la política anti-terrorista, la corrupción, las rebajas, hace que me se sienta integrado como uno más porque no es necesario entrar a formar parte de un cliché o estereotipo definido, sólo tengo que ser yo mismo.

Desde que comencé mi andadura en la vida con Javi y conocí a sus amigos, se han portado maravillosamente bien conmigo. Una cosa es tener un amigo gay y otra muy diferente es que lleve a su pareja a los actos sociales. La primera vez, como casi todas las primeras veces, me sentí observado, escrutado y escaneado en todo mi ser. Supongo que debían valorar si era merecedor de un novio como el que tengo y por lo visto pasé la prueba con nota. Además era consciente de la influencia en Javi de sus opiniones (al fin y al cabo son sus amigos de toda la vida) y busqué encajar lo mejor posible en cada ocasión. Me comporté como un niño bueno, hablé lo menos posible para no meter la pata como habitualmente hago, me forcé a no captar la atención cuando se hablaba de algo que desconocía... Irreconocible incluso para mí mismo. Y conseguí grandes avances, como la invitación al baile de la boda de unos de los mejores amigos de Javi (al banquete no pudo ser, apenas conocía a Javi desde hacía unos meses y habría sido complicado de explicar a algunos asistentes). Y cómo bailé aquella tarde... A partir de ahí, salvando las distancias, he sido uno más. Se cuenta conmigo para cada cosa, se me pregunta como a los demás si me viene bien una u otra fecha, el interés por mi vida es el mismo que para los íntimos. En resumen, que estoy muy a gusto.


De este modo se puede concluir que no debo tener mala mano socialmente cuando me interesa y que ser yo mismo no es tan desastroso como pienso a veces... ;)

12 enero, 2007

Recuerdos y memorias

Jueves, 11 de enero de 2007

La memoria, el recuerdo, el pasado. Los seres humanos sentimos un especial afecto por los hechos que ocurrieron antes del ahora. Son un pequeño legado de las pequeñas cosas que nuestros sentidos han captado y hemos almacenado cuidadosamente para después moldear a nuestro antojo, de modo que se parezcan a lo que realmente ocurrió tanto como a nuestro subconsciente le interese. O tal vez sea una forma de creer que hemos existido porque podemos traer al hoy todo lo que sucedió y no volverá a suceder en las mismas circunstancias... Por eso nos resulta tan molesto olvidar cualquier detalle por pequeño que sea, porque es un detalle que no volverá si no lo tenemos localizado, organizado y ordenado en su cajón neuronal.

Hoy me he enterado de que mi abuela está peor con su memoria y me ha caído como un jarro de agua fría en una mañana siberiana de invierno. En Nochevieja ya era bastante evidente su desubicación porque creía que estábamos en Arnedo, su pueblo natal y el de toda mi familia materna. Además de un par de patinazos más muy relacionados con el mismo tema, tampoco se desencaminó mucho de su localización espacio-temporal. Sin embargo las informaciones que me han llegado hoy son algo más preocupantes. Mi abuela ya no reconoce a ninguna de sus hijas, las confunde con otros personajes de su pasado y eso sólo significa el principio del fin. No tengo muy claro si es demencia senil o alzheimer, o tal vez algo más asociado a su parkinson (leve, pero un parkinson al fin y al cabo). Mi madre, por lo visto, está muy preocupada y vuelve a tener la emoción a flor de piel. Al fin y al cabo es su madre la que puede que no la reconozca hoy o mañana. O puede que de mí tampoco se acuerde...

(Lo siento, no puedo poner fotos, así que pongo los enlaces)

Sin embargo yo lo veo con algo más de distancia, porque entiendo que es un terrible mal asociado a su edad y condición física. La memoria, como cualquier parte de nuestro organismo, tiene un período de caducidad y cuando se supera, nadie sabe lo que puede ocurrir. Pero eso no siempre ayuda a superar mejor cómo un ser querido te habla pensando que eres la vecina de abajo, o peor, se niega a hablarte porque te ve como un completo desconocido. Y, como he dicho, esto sólo es el principio. El desarrollo puede ser más o menos rápido, más o menos acusado, pero una vez que se ha comenzado el deterioro neuronal, las sinapsis cerebrales se van apagando como se cae una fila de fichas de dominó. Y al igual que ocurrió con su marido este verano, cuando se marchó tras cuatro años luchando sin cesar contra un cáncer que se lo comió por dentro, intuyo otro nuevo calvario sobre todo por parte de mi madre, que sufrirá sin cesar por adelantado, que no sabrá sobrellevar que la mujer que le dio la vida, que la amamantó, que la vistió, que el enseñó a ser como es, comienza a debilitarse y su luz interior se apaga hasta convertirse en una sobra de lo que fue.

Los recuerdos nos importan mucho. Olvidar pequeños detalles hace que ya no vuelvan, a no ser que lo tengamos localizado, ordenado y organizado. Una parte de nuestra vida muere con cada recuerdo perdido, con cada segundo abatido por el olvido. Y yo, con mi exigua capacidad de retención, tengo miedo de olvidar también. Tengo miedo de perderme.

08 enero, 2007

Se terminó. Que le den.

Domingo, 7 de enero de 2007

Primera entrada del año. ¡Y llevaba una semana sin escribir nada! Creo que trabajo demasiado. Pero se terminó la campaña de Navidad de este año, que se pudra en el infierno de las campañas pasadas porque a pesar de no haber sido tan dramática como me temía por lo carnavalesco de los horarios, me ha robado el 90% de mi vida social y personal. Pero no voy a darle muchas vueltas más al tema del trabajo porque bastante tengo y bastante voy a tener, además de que no adelanto nada. Buena "jartá" de poner a parir a nuestras empresas me he pegado en el autobús de vuelta con el chico ONO de Valencia.

El caso es que por fin tendré un horario más decente (aunque sea de nueve horas al día), con un descanso digo par ir a comer. Y podré volver a decirles a mis amigos que mi día libre lo puedo usar para quedar y no para dar vueltas como un tonto sin encontrar nada para los regalos de Reyes. Porque es lo típico que se comenta en estas fechas. O al menos lo era en mi infancia, de la cual no hace tanto. Tú ibas todo feliz al cole el día 8 (más o menos) con tu loquefuera nuevo y recién estrenado y te sentías el amo del mundo porque ningún niño o niña tenía el mismo loquefuera traído por sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Ibas como quien no quería la cosa enseñándolo con descarado disimulo esperando que alguien se diese cuenta de que loquefuera estaba en tu mano. Claro, que el ritual establecía que cuando alguien fingiera franca sorpresa hacia tu loquefuera, tú debías hacer lo mismo hacia su regalo birrioso que en el fondo te parecía algo deseable de que también te hubiera caído en otro paquete con tu nombre. En resumen, desde pequeños llevamos a cabo rituales de hipocresía para satisfacer a los demás y que ellos nos satisfagan a nosotros. Como echar un polvo pero si sexo, vamos.

Lo que no me apetece ni creo conveniente con la edad que tenemos (algunos más que otros) es empezar a describir lo que me han regalado este año, lo que he regalado yo, lo que le han regalado a Javi, lo que me falta por regalar, lo que podría haber regalado... Deja, deja que me puedo enrollar mucho. Simplemente y para no volver a los largos testamentos que escribía antaño, diré que estoy muy satisfecho con los regalos y parece que la gente con los que he hecho también. La cara de felicidad de mi prima pequeña cuando, medio dormida en el sofá, oyó la palabra "Reyes Magos" y "regalos" no se me va a olvidar.

Volveré en breve a continuar con mis anotaciones en el Cuaderno e intentaré que no se alarguen tanto en el tiempo.

Pd.- qué coño pasa últimamente que no puedo poner ninguna foto???