09 diciembre, 2010

Sentidos

Jueves, 9 de diciembre de 2010

Un día mis sentidos se reunieron tras un tiempo actuando cada uno por su cuenta. Debían discutir la última experiencia vivida dado que el cerebro había convocado una reunión de urgencia a la altura de las cervicales. Ninguno de ellos sabía para qué se convocaba, pero todos tenían algo que explicar. Uno a uno fueron haciéndolo.

La vista comenzó porque bien es sabido lo rápido que es un parpadeo y lo mucho que puede decir. No imaginaréis lo que ocurrió, explicó. Las pupilas se dilataron sin razón aparente y una imagen de lo más extraña se formó en la retina. Aquel cuerpo desnudo estaba más cerca de lo habitual, casi pegado a nosotros. Los detalles de su rostro eran tan evidentes, tan hermosos y tan atrayentes que no pudimos desviarnos salvo para investigar otros recovecos de su anatomía. La curva de su espalda, el vello de sus piernas, el arco de sus pies... ¡Fue imposible ordenar a los ojos apartar la mirada!

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El olfato hizo uso de su habilidad para meter las narices donde no debe y continuó. Mi caso es más complejo, comenzó. Cuando los primeros efluvios llegaron a las fosas nasales, supimos que habíamos perdido una batalla. El aroma tenía tintes casi olvidados de algún perfume de buena marca, de los elegantes pero discretos. Sin embargo, a un nivel más profundo, se había comenzado a formar un toque de pasión acumulada. El olor corporal se sumó al nuestro y formó una amalgama que provocó que se enviaran señales de lo más evidente a las distintas partes del cuerpo. Era profundo, masculino y embriagador. Hasta ahora, era la primera vez que nos encontramos con algo semejante.

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El gusto, siempre tan refinado, optó por participar también. Nada es comparable con lo que ocurrió en mi ámbito de actuación, y su tono denotaba cierta superioridad. Los besos fueron profundos y significativos, sin apenas separación entre uno y otro. De hecho, había una sensación como de necesidad, de ansiedad. Pero he de reconocer que no hubo nada como el momento en el que la lengua recorrió buena parte de ese cuerpo ajeno a nosotros. Surcamos el cuello de lado a lado, ayudándonos de los labios como si fueran orugas recorriendo una hoja fresca, bajamos hacia la clavícula deteniéndonos en un punto concreto detrás del músculo trapecio, descendimos por el costado notando cómo la piel se retorcía y erizaba. El sabor que aún mantenemos es salado pero dulce a la vez, con el toque ácido que caracteriza este tipo de situaciones. Sin embargo, ha saturado nuestro paladar de un modo inconcebible.

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El oído, atento a todo cuanto se describía, decidió que era su momento. Por los oídos también se detectó algo curioso, dejó caer. Las palabras que se susurraban en el pabellón auditivo se hacían entre susurros cargados de intención, decorando nuestro nombre con palabras muy significativas y descriptivas. Se colaron hasta el tímpano y reverberaron por todo el organismo haciendo que el sentido del equilibrio equivocara la disposición de “arriba” y “abajo”. Captamos también los gemidos, cálidos como una hoguera y sugerentes como una promesa. Notamos los latidos de un corazón distinto al nuestro. ¿Qué puede significar esto?

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El tacto, siempre cuidadoso, quedó en último lugar. No voy a desmerecer lo que nos contáis, adelantó, pero mi experiencia ha sobrepasado los umbrales a los que estamos acostumbrados. Los dedos han rozado una piel que nos ha resultado suave como el terciopelo, recorriendo centímetros y más centímetros sin descanso. Era casi adictivo y nos deleitamos en ello. Y puedo asegurar que exploraron cada superficie disponible. Pero, cómo explicaros, los receptores de calor se volvieron locos al sentir un abrazo tan apasionado, unas caricias tan delicadas, una distancia tan mínima con otra persona... Tuvimos que poner a máximo rendimiento las glándulas sudoríparas para compensarlo, exigimos un esfuerzo extra al corazón para que bombeara más sangre y aún así ese calor nos seguía consumiendo. Nunca nos había ocurrido. ¿A qué nos estamos enfrentando?

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Los cinco sentidos se giraron hacia el cerebro, que presidía la reunión para coordinar y dar lógica a las situaciones que requirieran algo de raciocinio. Sin embargo, parecía que el órgano pensador se encontraba en uno de sus típicos ensimismamientos, en los que se evadía de la realidad para sumergirse en un mundo de recuerdos y sueños que sólo él conocía. Tras unos instantes de supuesta meditación se dirigió a los sentidos de forma concisa y breve. No puedo explicaros qué nos ha ocurrido, mis sentidos. Por más que proceso la memoria no puedo encontrar una sola neurona que posea un ápice de información que nos ayude. Recogí las señales que me enviasteis e hice lo que pude con las emociones y reacciones, pero sólo puedo deciros lo que desde entonces llevo dando vueltas entre el hipotálamo y la glándula pituitaria. Esa idea es: OTRA VEZ.

01 diciembre, 2010

Epílogo de un cuento

 

Martes, 30 de noviembre de 2010

(Este epílogo no tiene mucho sentido si no se conoce el cuento que yo suelo llamar “el granjero y el gorrión”, que es una adaptación muy libre de uno de Oscar Wilde")

… y cuando el granjero abrió las manos frente a la princesa, se veía que en una llevaba la solicitada rosa roja y, en la otra, un gorrión muerto.

¡Y seguro que la princesa se quedó mirando con cara de asco! La muy zorra no tenía ni puñetera idea del sacrificio que había costado su pueril capricho. No, ella quería una rosa roja en invierno, pero aquel pájaro muerto… Claro, demasiado elegante para entenderlo, demasiado acostumbrada al oropel y a las perlas. Era un maloliente granjero quien le traía la rosa roja, no el apuesto príncipe en el brioso corcel.

Los sollozos del granjero no dejaban de agitarle el pecho, pero la princesita tuvo los santos cojones de alzar aún más la barbilla y ordenar que echaran de palacio a aquel pobretón. ¿Para qué iba a preguntar a qué venía el pichón muerto? ¿Cómo iba ella, tan digna, tan sublime, a casarse con aquel muerto de hambre? No, no, no. Haría que lo decapitaran o algo así. Que desapareciera de su vista, que lo expulsaran del reino. Así sería como si no hubiera ocurrido nunca.

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Además, ¿qué era esa asquerosa mancha que había quedado en la alfombra del Gran Salón? De un puntapié hizo que un guardia la examinara y tuvieron el valor de decirle que era sangre. ¡Sangre! Ese paleto de provincias había estropeado uno de los mejores regalos de un reino cercano. Tendría que hacerle decapitar allí mismo, para que todos entendieran que no se ensucian las cosas de la princesa. Ese bobalicón sollozante no sería un problema a partir de entonces. ¡Ella era una princesa, por el amor de Dios!

Salió de allí acompañada del revoloteo de sus damas de honor, tan horrorizadas como ella por la dantesca escena. En un ataque de ira destrozó el dibujo que estaba bordando, rompió dos o tres espejos al tirarles jarrones de incalculable valor y desgarró sus vestidos de seda cuando empezó a rozar la histeria. Acabó llorando desconsoladamente en un cama con dosel de tules y echó a golpes a sus doncellas para poder sentirse tan desgraciada y tan sola. Ella quería al príncipe que se había imaginado, no a ese desgraciado que se había reído de ella con esa rosa falsa y ese animal muerto.

 

Los guardias se apiadaron del granjero y simplemente le echaron del palacio diciéndole que no se acercara nunca más allí. El joven emprendió el largo camino a su casa con el corazón roto por el dolor y el desengaño. Cuando llegó a su casa, preparó una pequeña tumba donde depositó a su buen amigo el gorrión junto con la rosa, que aún se conservaba fresca y goteaba alguna gota de sangre tibia. Hubiese querido enterrar su corazón, pero lamentablemente lo necesitaba para seguir viviendo.

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Dicen que se volvió el hombre más triste del pueblo, que nunca volvió a sonreír, que se dedicó únicamente a cultivar rosas rojas, incluso en invierno. Dicen que cuando lo encontraron ahorcado, sólo había dejado una nota pidiendo que sus cenizas fueran esparcidas sobre la tumba de su buen amigo el gorrión.

No le hicieron caso, fue enterrado en el cementerio del pueblo en una ceremonia discreta y sencilla.

22 noviembre, 2010

Para un desconocido

Lunes, 22 de noviembre de 2010

Es posible que nunca nos conozcamos y menos ahora que hace ya dos semanas que faltas a nuestra cita casi diaria. Una extraña intuición me dice que has cambiado de trabajo y por eso no coges el autobús a la misma hora de siempre. Otra pequeña vocecita asegura que hasta te has cambiado de ciudad y no coincidiremos ni de chiripa alguna vez por el barrio.

Cada mañana, cada tarde, cuando coincidíamos en la parada no podía evitar mirarte con curiosidad porque desde el primer día reclamabas mi atención sin saberlo. Siempre con esos auriculares blancos escuchando una música que sólo tú conocías, con el gesto serio y los vaqueros generalmente rotos con un estilo muy urbano.

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Te solías sentar siempre hacia la mitad de las filas de asientos y yo hacía lo posible para poder espiarte detrás de mi libro de lectura. Tu gesto seguía siendo serio, sumido en pensamientos tal vez profundos, tal vez banales. Mirabas a través de la ventana al paisaje que día tras día recorríamos juntos en ese cuarto de hora que compartíamos entre baches y traqueteos. Echabas rápidos vistazos a los nuevos pasajeros con un ligero toque de curiosidad. Una sola vez te vi compartir asiento con una chica a la que debías conocer y algo le estabas contando que te hacía sonreír. Fue agradable saber que lo hacías de una manera natural y deslumbrante. Me hiciste sonreír a mí también, porque parecías contento con algo.

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¿Por qué me fijé en ti la primera vez? Siempre diré que te pareces levemente a un lejano amigo mío. Quizás sea por tu pelo moreno, muy corto y muy oscuro. También tu piel era tostada, lo cual confería un ligero toque exótico muy interesante. Cómo no, los ojos acompañaban al conjunto, pardos como el chocolate, pero con un destello de perspicacia que me hacía preguntarme qué habría detrás de ellos. Y el curioso pendiente de falso diamante en la oreja izquierda en un alarde de moda desfasada. Pero, ay de mí, esos labios carnosos eran la guinda del pastel. Cada mañana se movían rítmicamente mientras masticabas un chicle y me sorprendía a mí mismo preguntándome cómo besarían, si sabrías darles el uso que se merecen. Y avergonzado de mis propios pensamientos, me escondía detrás de mi lectura por si me sorprendías espiándote al detalle.


Sé que aunque vuelva a verte, nunca me atreveré a cruzar el vagón y saludarte, aunque tú pienses que soy un pirado que se ha equivocado de persona. Sé que no sabría si empezar por un "hola" o por un "otra vez por aquí". Y posiblemente tu mirada de desdén me sonrojaría más que la peor de las contestaciones, así que seguiré esperando. Seguiré cogiendo los mismos autobuses para que me lleven al trabajo cada día y tal vez, sólo tal vez, un día vuelvas a subirte conmigo y volvamos a compartir quince minutos de monótono viaje, tú mirando por la ventana y yo fingiendo que leo.

 

08 noviembre, 2010

Halloween

 

Lunes, 8 de noviembre de 2010


El joven vampiro adoraba las noches de Todos los Santos. Adoptar la costumbre anglosajona de Halloween había sido todo un acierto para la Estirpe, ya que les permitía mezclarse sin muchos tapujos entre la sociedad mortal sin llamar demasiado la atención. Incluso los Nosferatu más desagradables a la vista se mostraban sin temor y eran objeto de ovaciones por el trabajo de su máscara. Aunque a ellos no les hicieran gracia aquellos comentarios, claro. De hecho solía ser habitual que en las grandes ciudades se organizara una fiesta Toreador por todo lo alto, con codiciadas invitaciones y medidos cotilleos previos. Siempre era un grato honor ser invitado, pese a poder ser el blanco de mil críticas por los miembros más elitistas entre los Vástagos.

Este año había acudido a una invitación en la capital. Al ser aún una luminaria entre sus hermanos de sangre, tenía ciertos privilegios y se aprovechaba de ellos cuando podía. Excusar su asistencia a tal acto hubiera sido un desaire impropio. Así que tras casi un mes decidiendo qué se pondría, visitando tiendas, cambiando de estilismo y variando de perfume hasta asegurarse de que escogía el adecuado, se presentó con los protocolarios minutos de retraso dada su posición.

La fiesta tenía una decoración exquisita, con un elegante toque victoriano y grandes cortinas rojas para separar los espacios. Se había permitido la entrada de mortales, en algunos casos ghouls, para que hubiera algo de "picar". Eso sí, siempre respetando las reglas de la Mascarada para evitar posibles altercados o cadáveres desangrados innecesarios. Para mayor diversión, algunos se habían presentado disfrazados y en la entrada se entregaba a cada invitado una máscara veneciana recargada de encajes y tonos dorados.

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Los saludos iniciales se dirigieron al Príncipe de la ciudad, con una breve conversación acerca del estado de las trifurcas con el Sabbat y las cuestiones políticas de los últimos meses. No había una relación cercana, así que todo fue puro teatro. La Primogénita Toreador y su corte de arpías se manejaba mejor estas situaciones sociales. El joven vampiro se sintió observado y valorado y supo que posteriormente habría una buena cantidad de comentarios que podrían mejorar su posición o destrozarla por completo. Había pretendido pasar desapercibido, sin mayor pena ni gloria, y parece que así fue por los gestos y las miradas de indiferencia que recibió. Tanto mejor, no le apetecía tener que defenderse de ácidos comentarios, gestos indolentes y miradas penetrantes.

Paseó por los salones con una copa en la mano, más por disimulo que con verdadera intención de beber algo. Apreció las obras de arte expuestas y no le convencieron demasiado. Observó a los mortales que se divertían en la pista de baile y entonces sí que se dejó llevar por una intuición. Dos chicos jóvenes bailaban muy juntos, demasiado para ser dos amigos divirtiéndose. Se miraban a los ojos y se buscaban la boca jugando a querer y no dejarse. Un Toreador es un maestro leyendo entre líneas, pero también sabiendo dónde hay una brecha para poder atacar. Se acercó a ellos, apoyó una mano en un hombro de cada uno y les invitó a tomar una copa.

El resto de la noche fluyó siguiendo el camino esperado. Uno de ellos, de mandíbula cuadrada y un curioso hoyuelo en el mentón, llevaba una máscara de león ya que, según dijo, su nombre significaba más o menos eso: "hombre-león". El otro, más moreno, con los ojos de un color verdemar brillantes por la emoción, siguió la broma y dijo que su nombre significaba "victorioso". Ambos se rieron de su ocurrencia y el vampiro sólo tuvo que esbozar una sonrisa para complacerles. Se aplicó al máximo con esa sonrisa y a cambio consiguió que ellos se confiaran más. Pobres corderos jugando con un lobo disfrazado.

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Cuando el nivel de alcohol fue suficiente para que se dejaran convencer, pidieron un taxi para llegar al hotel donde pasarían el resto de la noche. La suite estaba especialmente preparada para que los rayos del amanecer no entraran a molestar al pobre huésped con ese terrible problema de fotofobia en la piel... El dinero encubría cualquier mentira, sin duda. Lo que sí que hubo en la habitación fue una botella de champán, copas y más risas. Ambos muchachos fueron un bocado delicioso entre las sábanas de la cama y la euforia que había en su sangre hizo que al depredador le diera un par de vueltas la cabeza. No entendía por qué algunos de sus congéneres tenían tanta fijación con la manida imagen de alimentarse en callejones penumbrosos y sucios hasta el vómito.

Tumbado en la cama, con uno de sus recipientes a cada lado, el joven vampiro escuchó atentamente sus respiraciones y sus corazones. Unas eran tranquilas y acompasadas, mientras que los latidos estaban algo acelerados para compensar la pérdida de sangre. Sobrevivirían a aquella noche, no cabía duda. De hecho, era posible que se despertaran con una sensación extraña que no podrían explicar pero que achacarían a la resaca y la fiesta. ¡Era tan fácil seguir manteniendo el velo cubriendo los asuntos de la Estirpe! ¿Por qué algunos lo harían tan complicado?

Cuando salió de la habitación echó un último vistazo y los vio abrazados en la cama, durmiendo plácidamente. Aun sin necesidad de respirar, se le escapó un suspiro de nostalgia con un cierto regusto de envidia. Había cosas que no estaban al alcance de un no-muerto. Era el precio de la inmortalidad.

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13 octubre, 2010

Historia de amor

Martes, 12 de octubre de 2010

Me enamoré de ti desde que nuestras miradas se cruzaron en aquel escaparate. No te lo pensaste dos veces y me llevaste a tu casa directamente. En tu cama estuviste mirándome fijamente durante un rato y aquella noche pude envolverte por primera vez notando tu respiración tranquila. Creo que fue entonces cuando decidí que tú serías el único.

Fueron varias noches las que compartimos, yo esperándote en la cama y tú sonriendo al llegar a la habitación. Una de ellas leíste hasta tarde un libro de Gabriel García Márquez, no recuerdo el título. Tampoco sé de qué trataría, pero dormiste inquieto y no pude tranquilizarte pese a que me pegué aún más a ti. Me impregné de tu sudor y tu olor y supe que jamás podría quitármelo de encima. Y me encantó.

La sombra de la duda no tardó en llegar y con ella los miedos y mi inquietud sobre las noches que no compartíamos. Nunca dijiste nada y preferí no saber, por si la verdad me hacía más daño que tus silencios. Pero a veces tenías aquellas conversaciones telefónicas hasta tarde, esas risas cómplices y esa cara al colgar que brillaba con luz propia. No había preguntas, no había explicaciones. Esas noches intentaba no arroparte, pero me resultaba imposible evitarlo. Mi adicción a tu calor corporal superaba mis fantasías de desaparecer y dejarte con tu vida, ya que parecía que la mía te importaba más bien poco.

Poco se queda largo. Le trajiste a casa y pusiste tus mejores sábanas. Lo preparaste todo con un esmero como hacía tiempo que no conocía. Yo que quedé como un vago recuerdo olvidado en un armario, entre ropa de trabajo y camisetas de verano. Tal vez me salvó de la locura no ver qué hicisteis en la cama, en nuestra cama. Pero no sabía si me dolía más no ser quien te abrazara aquella noche o que ocuparas mi lugar con aquella facilidad pasmosa. Me refugié en mi oscuridad y dejé que el tiempo hiciera lo que tuviera que hacer.

Y aquella noche… Otra vez yo estaba en tu cama, aunque sé que sin la misma intención de las primeras veces. Por qué me elegiste aquella noche es una duda que aún me corroe, pero así fue. Otra conversación telefónica pero esta vez con un final diferente. ¿Qué te dijo para que volvieras llorando como lo hiciste? ¿Acaso te hizo sentir tan pequeño, tan miserable, tan poca cosa como me habías hecho sentir tú a mí? Tus lágrimas empaparon la almohada y no pude consolar tus gemidos desgarrados por el desamor. Me acerqué, te busqué, pero tú me apartabas continuamente. El calor de aquel tórrido agosto fue una barrera entre nosotros. Te dormiste sobre mí, sollozando. Repetiste su nombre en sueños y yo pasé la noche en vela alejando tus pesadillas.

Ha pasado el tiempo desde entonces. Ha habido otros en tu vida en intervalos irregulares, pero yo sigo siendo una constante. Incluso alguna vez hemos estado con alguno de ellos en la cama, aunque yo no participara mucho. Me he ido haciendo a la idea de que yo estaré ahí siempre que quieras, pero tú me cambiarás de cuando en cuando. Tal vez algún día decidas prescindir completamente de mí, pero aún me tienes y creo que me valoras aunque no seas consciente.

Alguna noche, cuando siento tu aliento sobre mí, vuelvo a recordar la primera vez que nos vimos. El escaparate. El cristal. Tú entrando a la tienda y pidiendo ese juego de sábanas que tanto te había gustado. Y esas sábanas aún hoy siguen enamoradas de ti. Parece absurdo, pero los objetos también nos enamoramos.

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17 septiembre, 2010

¿Es que ya te marchas?

Viernes, 19 de septiembre de 2010

- ¿Es que ya te marchas?

Esa frase sonó a mi espalda cuando me faltaban escasos metros para alcanzar la puerta. Estaba deseando salir de aquella reunión de antiguos alumnos a la que no sabía por qué me había animado a acudir. Los antiguos alumnos eran eso: antiguos. Y quedar cada cierto tiempo para hacer una fiesta, hablar de canas, barrigas, embarazos y pañales no era mi concepto de "pasarlo bien". Al menos no cuando se marchaban las tres personas con las que mantenía contacto habitual. Y ahora quién narices tenía que preocuparse si me iba o no.

Me giré y no supe muy bien si se habían dirigido a mí, porque había varias personas que me miraban de soslayo. Finalmente de un grupo de tres, un desconocido se dirigió a mí con una sonrisa en la cara. No lo reconocí, no había sido compañero de clase, pero no me hubiera importado. Tenía el pelo muy oscuro y corto, en apretados rizos pegados a la cabeza. Sus ojos marrones me miraban con la franqueza de una copa de más. Sus mejillas sonrojadas por el calor de la sala contrastaban con su pálida piel, pero hacían juego con unos labios pequeños que se curvaban dejando ver una hilera de dientes blancos y perfectos. El nudo de la corbata estaba deshecho y el botón de la camisa desabrochado, pero aún llevaba la americana puesta, dándole un toque elegantemente informal.

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- ¿Es que ya te marchas? - repitió como si yo no hubiera escuchado esa voz grave y con un ligero acento del sur.

- Sí, bueno, la verdad es que estoy un poco cansado y la fiesta no da mucho más de sí...

Yo mismo noté el ligero temblor de mi voz y me imaginé poniendo mi mejor cada de fingido conocimiento mutuo. No debió ser muy convincente, porque me pasó un brazo por encima del hombro y me dijo demasiado cerca del oído: "Yo también estoy aburrido de esta mierda de fiesta y de esta gentuza. Vamos a pillarnos un pedo por ahí."

No sé por qué me dejé llevar, aunque creo que su sonrisa me tenía hechizado. Fuimos a un bar cercano al local donde se estaba celebrando la fiesta y combinamos copas con algo de conversación insustancial. Así pude saber que pertenecía a mi promoción, pero a la otra clase, con lo que el contacto había sido mínimo. Volvimos a recordar a los viejos profesores, anécdotas y leyendas que pululaban por la facultad y rumores de gente de la que ya ni nos acordábamos. Reímos como niños con nuestras incapacidades en ciertos exámenes y nuestros aciertos con algunas chuletas.

Cambiamos de bar un par de veces y me dejaste elegir a mí el siguiente. Sabía dónde llevarte para acabar de salir de dudas y elegí un discreto bar de ambiente que había no muy lejos. No pareció sorprenderse o no lo demostró, menos aún cuando un camarero prácticamente desnudo nos sirvió las bebidas guiñándole un ojo. Brindamos a la salud de los viejos tiempos y nuestras miradas se encontraron, fijándose en el tiempo. Me cogió de la camisa y me atrajo hacia sus labios entreabiertos donde me esperaba una lengua furiosa y ansiosa. Tras el apasionado beso me susurró al oído por qué me había hecho tanto de rogar, que llevaba toda la noche intentando hablar conmigo y besarme. Mi respuesta fue mordisquearle el lóbulo que tenía más cerca y notar cómo gemía de placer.

Por suerte había reservado una habitación en un hotel del centro, ignorando las invitaciones de mis antiguos compañeros que vivían en la ciudad. Por suerte, no nos costó nada encontrar un taxi que nos llevara, donde fingimos que íbamos menos borrachos de lo que íbamos. Por suerte, acerté con la ranura de la tarjeta de mi habitación antes de que sus manos llegaran a la hebilla de mi cinturón.

Sus hábiles manos me quitaron la ropa rápidamente y me empujaron para que cayera sobre la cama. Pude admirar cómo se iba desnudando sin dejar de mirarme, sin dejar de provocarme, sin dejar de excitarme. Cuando finalmente estábamos los dos en la cama, empecé a creer que no estaba soñando y que realmente estábamos ahí. Sentí cada caricia que recorrió mi piel. Noté su lengua explorando cada centímetro de mi cuerpo. Gemí cuando decidió que su voracidad tuviera rienda suelta. No me resistí cuando me dio la vuelta y sus dedos hicieron el trabajo adecuado. Me sentí pleno cuando estuvo dentro de mí, embistiendo con furia pero siendo cuidadoso, arrancando de mí cada segundo de placer que pude recordar. Finalmente, acabamos juntos en la ducha, llenando el baño de vapor y besos más cálidos aún que el agua que nos mojaba. Dormí notando su brazo de nuevo sobre mis hombros, dejando que aspirara su aroma hasta caer rendido por el cansancio.


Cuando desperté noté el sol dándome directamente en la cara y su ausencia en la cama. Parpadeé un par de veces y lo vi de pie, vistiéndose frente al espejo y de espaldas a mí con esa americana ahora arrugada y de aspecto algo menos elegante.

- ¿Es que ya te marchas? - pregunté con una intención tan evidente como mi sonrisa.

- Sí, contestó, mi mujer y mi hija me esperan. Lo de esta noche no debería de haber pasado.

Y dando un fuerte portazo, salió de la habitación sin siquiera volverse una última vez.

06 septiembre, 2010

Soy vendedor de Phone House

 

Domingo, 5 de septiembre de 2010


Soy Vendedor de Phone House... Tengo un máster en Contabilidad, Relaciones Públicas, Marketing, Administración de Empresas, Ingeniería Informática, Ingeniería Civil y en Swahili.

Soy Vendedor de Phone House... Claro que recuerdo la reserva que usted me hizo hace seis meses, aunque usted no recuerde el modelo de su teléfono y crea que se hizo para un terminal cuyo modelo empieza por la letra “A”.

Soy Vendedor de Phone House... Y no es ningún problema conseguirle siete teléfonos con “blutrún” “guay-fai”, navegador, números grandes, fáciles de usar, tamaño pequeño, cada uno de un color diferente y, sin duda, a coste 0.

Soy Vendedor de Phone House... Hablo todos los idiomas y en varios dialectos, claro.

Soy Vendedor de Phone House... He probado todos los teléfonos que ha habido, hay y habrá en el mercado para poder decirle con absoluto detalle cómo funcionan.

Soy Vendedor de Phone House... Claro que es obvio para mí que cuando usted elige una tarifa con una cuota de 30 euros al mes, en realidad quería una con consumo mínimo de 9 euros.

Soy Vendedor de Phone House... Entiendo muy bien que su empresa “Pirulo S. A.” es un gran imperio que nos puede llevar a la quiebra.

Soy Vendedor de Phone House... Claro que estoy mintiendo cuando le digo que ya no queda ese terminal de liquidación que usted busca tan desesperadamente.

Soy Vendedor de Phone House... No, no hay ningún problema para nosotros en fabricar unos cuantos teléfonos en el almacén de la tienda, con las características que usted desea y, claro, no nos olvidaremos de hacerlos con los siete colores que usted nos pedía.

Soy Vendedor de Phone House... Soy capaz de atender a tres clientes, tramitar cinco portabilidades y contestar cuatro llamadas, todo al mismo tiempo.

Soy Vendedor de Phone House... Siempre sé dónde están las tiendas de la competencia y estaré encantado de indicarle cómo llegar.

Soy Vendedor de Phone House... Sé perfectamente lo que hay que hacer para realizar todas las llamadas que quiera y que la factura sea prácticamente de cero euros.

Soy Vendedor de Phone House... Me hago responsable por los problemas de cobertura, las falta de accesorios compatibles, los diferentes cargadores para cada marca, lo caras que son las tarifas de ADSL, los retrasos en las activaciones, las incidencias informáticas y hasta por la economía nacional.

Soy Vendedor de Phone House... Nunca me siento molesto u ofendido porque después de haberme pasado más de 2 horas haciendo un estudio de sus facturas, me dice usted que “ya lo reservó solo, a través de internet y que se ahorró más de la mitad de lo que pagaba antes”.

Y, claro, nunca me enfurezco cuando recibo una llamada para decirme que la tarifa que usted compró por internet estaba mal explicada o que se quedó usted tirado “in the middle of nowhere” (en medio de la nada) ya que no tenía cobertura y no pudo llamar al distribuidor de internet para que se lo solucionara.

Soy Vendedor de Phone House... Me encanta cuando la gente se acerca a mí en mitad de una fiesta y me deja verdaderamente sorprendido cuando espera que me sepa de memoria el precio del último modelo de Nokia con una portabilidad a Orange.

Soy Vendedor de Phone House... Me encanta cuando todo el mundo asume que puedo conseguir cualquier teléfono “de gratis” y, cuando consigo uno, la gente dice que tengo mucha cara e imagina que gano millones en este trabajo para poder llevar los últimos modelos.

Por eso si usted me pide un descuento por su cara bonita, estoy dispuesto a matarlo.

Soy Vendedor de Phone House... No se preocupe en decirme las llamadas que hace o cuánto gasta al mes ya que sé leer la mente y de inmediato tengo las tarifas ideales en mi bola de cristal antes de que usted me lo llegue a decir.

Soy Vendedor de Phone House... Asumo sin problema que cuando su teléfono falla después de tres años, me culpe a mí, ya que lo he fabricado en el taller clandestino que tengo en el almacén. Sin duda, deberíamos asumir el coste de la reparación porque esa pantalla “se ha roto sola”.

Yo sonrío, empatizo, simpatizo, consuelo, engatuso, cambio, subo, bajo, cruzo, canto, bailo y arreglo la impresora.

Soy Vendedor de Phone House. Saludos y gracias por confiar en nosotros.

19 agosto, 2010

Soledad

Miércoles, 18 de agosto de 2010

Quien diga que no tiene miedo a la soledad, miente descaradamente. Quien diga que está encantado de estar absolutamente solo es un embustero.

El ser humano es social por naturaleza, busca relacionarse con iguales y, además, nuestra complejidad intrínseca desde que conseguimos (por puro azar, claro) un pulgar oponible hace que además nos compliquemos aún más. Buscamos quien satisfaga nuestras necesidades, carencias y lagunas para sentirnos plenos, superiores o protegidos. Podemos llamarlos amigos o simplemente conocidos. Pero necesitamos gente para ser felices.

Y antes o después aparece una persona especial. Pareja, relación, novio/a... Se puede empezar con la bucólica imagen del romanticismo decimonónico o bien con un apasionado polvazo en la esquina más sórdida de la ciudad. Esa persona se convierte en algo importante en nuestra vida y se consolida algo a lo que vamos dando forma día a día.

Pero cuando la situación empieza a complicarse y no todo es tan perfecto como desearíamos, aparece el salvaje instinto de autoconservación y nos agarramos a un clavo ardiendo como si en ello nos fuera la vida.

 

hierro rojo

 

Hay quien ignora el dolor y mantiene su presa apretando los dientes, aceptando condiciones y sufriendo su propia tortura para evitar soltarse. Se contienen las lágrimas y se sonríe de cara a la galería para fingir que no pasa nada, que estamos bien y todo sigue como siempre. La quemadura acaba llegando hasta el hueso y los daños terminan siendo irreparables. Muchas veces clavo y mano se quedan adheridos a tal nivel que aunque quisieran, ya no podrían separarse sin tener que amputar parte del uno o del otro.

Los hay más valientes, o más rápidos, o más listos, o menos apegados... Sueltan cuando consideran que no pueden/deben sufrir más y pueden mirar la palma de su mano, con los verrugones palpitantes por el dolor. Un dolor que puede calmarse con analgésicos, que puede ignorarse a ratos, pero que sigue ahí donde dejó cicatrices que no sanarán del todo. Serán mudos recordatorios de un pasado más o menos feliz.


¿Y después? Tras el habitual duelo se vuelve a la vida, a relacionarse con el mundo y con uno mismo. Y a ser de nuevo consciente de la soledad no tanto física como del alma. Volvemos a caminar solos y antes o después sentimos la ansiedad de volver a satisfecer nuestras necesidades, carencias y lagunas. Y aparece una persona especial...

Y por más que lo neguemos ante los demás, que nos digamos a nosotros mismos que no estamos preparados, que aún duele, que no caeremos en los mismos errores... Nos agarramos a otro clavo, tal vez más tibio, tal vez igual de candente. Pero el recordatorio de ese dolor pasado nos hace sentirnos vivos y templa el pequeño cascarón que se había congelado dentro de nuestro pecho.

La soledad es un asco. Pero siempre estamos un poco solos.

Soledad

27 julio, 2010

Ese pequeño detalle

Lunes, 26 de julio de 2010

A veces, la vida tiene este tipo de cosas. A veces, la gente tiene este tipo de momentos. A veces, cuando menos lo esperas, un detalle que puede parecer insignificante para el resto del universo, hace que la vida parezca un anuncio edulcorado sin escatimar en corazones con alas, música de fondo y un sol luminoso entrando por la ventana.

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He llegado a casa de trabajar y en la mesa del salón había un paquete envuelto el papel de periódico, con forma rectangular y una consistencia algo flexible. Un destello de intuición me ha sugerido que era un regalo retrasado y he preguntado qué era. Fácil respuesta: “ábrelo”.  Pero su rostro mostraba cierta timidez y ansiedad contenidas, esperando delante de mí a que rompiera el improvisado envoltorio para adivinar la expresión en el fondo de mis ojos. Y… allí estaba, obviamente, un libro.

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Nadie o casi nadie conocerá el libro en sí. De hecho para mí también era una novedad. El olor a nuevo, las tapas inmaculadas, el lomo sin rozaduras por el uso… Pero no he podido evitar que las pupilas se me dilataran y he saltado a sus brazos como un niño, henchido de felicidad. Un libro. Ese libro. Estoy deseando acabar el que tengo entre manos para empezarlo.

¿A qué tanto alborozo por un libro? ¿Tanto me gusta? No, en realidad la alegría la ha provocado el detalle. Tengo la suerte de estar al lado de alguien que conoce mis gustos. Sabe cuál es mi autor favorito. Lo reconoce entre el montón de libros de una estantería. Reconoce (más o menos) que es un libro que no tengo en casa. Se preocupa de envolverlo para darle más encanto al regalo…

Son esos pequeños detalles que hacen que el mundo sea más grande. Que MI mundo sea más hermoso.

19 julio, 2010

El novio de mi amigo

Lunes, 19 de julio de 2010

 

La culpa es de ellos, que los traen. No hubiera ocurrido si no hubiesen sido más que nombres en los estados de Facebook o fotografías sonrientes en algún lugar exótico. Sería "el novio de mi amigo", un ser impersonal del que no conocería el sonido de su voz, ni su brillante mirada, ni su deslumbrante sonrisa. Sería "el novio de mi amigo", a quien sólo le dedicaría una frase cortés en las conversaciones telefónicas para asegurarme de que la relación sigue adelante y les va bien. "El novio de mi amigo", la persona que ha elegido sin que yo sepa muy bien por qué.

Pero una de las características del amor es que solemos desear que nuestros amigos y conocidos miren y admiren a la persona que hemos encontrado para que comparta nuestra vida. Queremos ver los gestos de aprobación, aunque en el fondo no vayan a influirnos porque la decisión está tomada. Así que el fin de semana de la celebración del Orgullo LGTB tuve el placer de conocer a unos cuantos "novios de mis amigos".

Y, cómo evitarlo, caí rendido a sus pies. Me enamoré perdidamente, lo confieso. Y fue de uno detrás del otro (por suerte no coincidieron todos a la vez o hubiera muerto de infarto).

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Will. La inocencia de un niño en un cuerpo de escándalo. Vivía con intensidad cada detalle que le pasaba por delante y su sonrisa hizo avergonzarse al sol de justicia que nos cayó toda la tarde. Su cuerpo fibrado, su vello rizado y esos tirantes de préstamo hicieron que más de uno y más de dos girasen la cabeza cuando pasaba. Su dulce parloteo inglés y sus gestos de acercamiento y cariño elevaban la temperatura y aceleraban la circulación. Dulce, cariñoso y tierno. Un bizcocho a punto de hincarle el diente.

Víctor. Su mirada profunda podía traspasarte el alma como una lanza afilada. Aún así destilaba una serenidad pasmosa y me hubiese gustado saber qué pasaba por su mente en unas cuantas ocasiones. En el pequeño tiempo que compartimos me sentí como si le conociera de toda la vida, con la comodidad propia de un amigo cercano. No pude evitar fijarme (y él también hizo mención) en su "auditorio", como lo llamó él, por el buen sonido que hacía su trasero al ser palmeado. Curioso, tranquilo, sencillo. Un oasis refrescante donde descansar.

Jose. Ya nos conocíamos de una fugaz visita anterior, pero fue sólo arañar la superficie. La diversión estaba asegurada y se cumplieron mis expectativas. Incluso tuvimos unos momentos para estar casi solos (teniendo en cuenta que nos rodeaba la marea que veía el concierto de Kylie) y fue legendario el baile "estilo Sim". La gracia andaluza le recubre por completo, contagiando a todos los que le rodean. El duende del sur hecho carne.

 

Vaya si me enamoré. Pero no me enamoré de ellos. O al menos no directamente. En realidad me enamoré del amor de estas parejas. Cuando Alberto y Will se besaban el ruido a su alrededor se hacía más tenue e incluso se podría decir que el tiempo pasaba más despacio. Destilaban una ternura como no he visto en mucho tiempo. Saber que, además, uno de mis mejores amigos estaba enamorado hasta las trancas y era correspondido me satisfacía sobremanera. Debe ser cierto que la felicidad es contagiosa.

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Víctor y Lean mantenían un contacto físico que se mantenía aunque no se estuvieran tocando. Sus abrazos y miradas lo expresaban todo y sobra decir que me maravillaba en silencio de que brillaran con luz propia. Las rubicundas mejillas de Lean seguirán siendo mi perdición, pero ahora sé que están bien cuidadas entre las manos y las caricias de Víctor.

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Efra y Jose llevan juntos algo más de tiempo y eso hace de ellos el reflejo de lo que yo quisiera tener. Se comunican sin necesidad de hablarse y se conocen tan bien que a veces sus miradas se lo decían todo entre ellos, ajenos a los que estábamos cerca. Libertad y cercanía a partes iguales, demostrando que las relaciones son como uno quiere montarlas.

 

Ahora ya no puedo decir que sólo es “el novio de mi amigo”. Ahora tienen rostro, voz, gestos. Ahora son seres de carne y hueso que estoy encantado de conocer y que, lo deseo profundamente, hagan felices a mis amigos para que yo pueda compartirlo.

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Sí chicos, os quiero. Con todo mi corazón.

15 junio, 2010

Biología Molecular

Lunes, 14 de junio de 2010

La Biología Molecular es la disciplina científica que tiene como objetivo el estudio de los procesos que se desarrollan en los seres vivos desde un punto de vista molecular. Dentro del Proyecto Genoma Humano puede encontrarse la siguiente definición sobre la Biología Molecular: El estudio de la estructura, función y composición de las moléculas biológicamente importantes. Esta área esta relacionada con otros campos de la Biología y la Química, particularmente Genética y Bioquímica. NO VAS A PODER. La biología molecular concierne principalmente al entendimiento de las interacciones de los diferentes sistemas de la célula, lo que incluye muchísimas relaciones, entre ellas las del ADN con el ARN, la síntesis de proteínas, el metabolismo, y el cómo todas esas interacciones son reguladas para conseguir un afinado funcionamiento de la célula.

Al estudiar el comportamiento biológico de las moléculas que componen las células vivas, la Biología molecular roza otras ciencias que abordan temas similares: NO ERES CAPAZ DE CONSEGUIRLO así, por ejemplo, juntamente con la Genética se interesa por la estructura y funcionamiento de los genes y por la regulación (inducción y represión) de la síntesis intracelular de enzimas y de otras proteínas. Con la Citología, se ocupa de la estructura de los corpúsculos subcelulares (núcleo, nucléolo, mitocondrias, ribosomas, lisosomas, etc.) y sus funciones dentro de la célula. Con la Bioquímica estudia la composición y cinética de las enzimas, interesándose por los tipos de catálisis enzimática, activaciones, inhibiciones competitivas o alostéricas, etc. ¿EN SERIO PRETENDES APRENDERTE TODA ESTA MIERDA? También colabora con la Filogenética al estudiar la composición detallada de determinadas moléculas en las distintas especies de seres vivos, aportando valiosos datos para el conocimiento de la evolución.

Sin embargo, difiere de todas estas ciencias enumeradas tanto en los objetivos concretos como en los métodos utilizados para lograrlos. Así como la Bioquímica investiga detalladamente los ciclos metabólicos y la integración y desintegración de las moléculas que componen los seres vivos, la Biología molecular pretende fijarse con preferencia en el comportamiento biológico de las macromoléculas ¿PARA QUÉ COÑO TE SACASTE LA CARRERA SI AHORA ERES UN PUTO VENDEDOR DE MÓVILES? (ADN, ARN, enzimas, hormonas, etc.) dentro de la célula y explicar las funciones biológicas del ser vivo por estas propiedades a nivel molecular.

Los métodos que emplea esta nueva ciencia son fundamentalmente los mismos que la Biofísica, Bioquímica, y Biología. Utiliza los análisis químicos, cualitativo y cuantitativo, los conocimientos de la Química orgánica, la Biología de microorganismos y de virus, etc., pero revisten especial importancia los nuevos métodos microanalíticos tanto físicos como químicos. ES MÁS CÓMODO Y FÁCIL NO HACER NADA Merecen destacarse la Microscopía electrónica, que permite resoluciones que alcanzan los 10 Amstrongs; la difracción de rayos X, que determina la estructura y disposición espacial de los átomos de las macromoléculas; la ultracentrifugación diferencial, tanto analítica como preparativa, que permite separaciones antes imposibles; la Cromatografía de gases, y, en fase líquida, la Espectrografía de infrarrojos, la Química con isótopos trazadores, la Espectroscopía de masas, etc.

Al profundizar en cualquier fenómeno biológico y pretender explicar la naturaleza íntima de los procesos que determinan una propiedad o una función de los seres vivos, entramos inevitablemente en el campo de la Biología molecular. Veamos, por ejemplo el estudio de los genes. DÉJATE LLEVAR, PASA DE TODO Y DE TODOS. Las clásicas leyes de Mendel tienen su explicación inmediata en el conocimiento morfológico y funcional de los cromosomas. Pero cuando deseamos saber la composición y forma de actuación de un gen necesitamos penetrar a fondo en la estructura del ADN doble helicoide de Watson y Crick, el ordenamiento de bases púricas y pirimidímicas, es decir, la información genética.

Al matizar la posibilidad de sintetizar una enzima por parte de un gen, debemos seguir el proceso de transmisión de esta información genética del ADN nuclear al ARN mensajero; TODO LO HACES PORQUE ES LO QUE QUIEREN TUS PADRES la activación de los aminoácidos por el ARN transportador, la ordenación de estos aminoácidos activados sobre el ribosoma de acuerdo con la pauta prefijada por el ARN mensajero, la obtención de la estructura primaria de la enzima proteína. Todos estos temas son objeto de estudio de la Biología molecular

Pero hay más; la proteína, una vez sintetizada, debe ordenarse en el espacio según determinadas reglas que constituyen la conformación espacial específica (estructuras secundaria y terciaria) VETE A JUGAR AL ORDENADOR y a veces asociarse varias moléculas iguales o diferentes para constituir lo que se ha llamado estructuras cuaternaria y quinaria, de modo que las propiedades biológicas de la molécula como enzima están vinculadas a esta ordenación espacial compleja. PONTE A VER LA TELEVISIÓN La molécula proteica así organizada puede resultar ser una enzima que, en su actividad catalítica, es susceptible de sufrir activaciones o inhibiciones por determinadas sustancias, acciones éstas de trascendental importancia para la vida de la célula. CONÉCTATE A INTERNET Del mismo modo, la Biología molecular se interesa por la estructura química de las sustancias que componen las membranas biológicas y la ordenación de las enzimas que realizan acciones encadenadas, p. ej., dentro de las mitocondrias, núcleo y otros corpúsculos subcelulares, para explicar la mecánica de los ciclos y procesos bioquímicos determinados por la Topoquímica celular.

Los procesos de reproducción de los virus, de las bacterias, y de los organismos superiores encierran multitud de incógnitas que trata de ir resolviendo la Biología molecular. NO TE ESTÁS ENTERANDO DE LA MITAD, IMBÉCIL Las mutaciones producidas por agentes físicos (rayos X, rayos gamma, calor, etc.) o químicos (sustancias mutágenas) tienen una explicación tanto más satisfactoria cuanto mejor se conoce la base molecular de los procesos de alteración en la estructura y ordenación de las bases nitrogenadas del ADN.

El parentesco entre especies diferentes de seres vivos puede establecerse mediante el estudio individual comparado de las sustancias macromoleculares (proteínas) elaboradas por ellos. NUNCA FUISTE LO SUFICIENTEMENTE BUENO Así, de la secuencia de aminoácidos en la hemoglobina, mioglobina, citocromos, hormonas hipofisarias o insulina se induce el grado de proximidad filogenética, al demostrarse la evolución de la proteína por mutaciones progresivas. Multitud de fenómenos genéticos como selección natural, adaptación al ambiente, diferenciación de las especies, etc., tienen su última explicación a nivel molecular. CASI TODOS TUS COMPAÑEROS ESTÁN MEJOR COLOCADOS QUE TÚ Por último, la Biología molecular de microorganismos está aportando datos interesantes para la búsqueda de nuevos antibióticos y antimetabolitos, que permiten atacar eficaz y selectivamente a los gérmenes patógenos.

Con todo esto no queremos afirmar que la Biología molecular sea una ciencia completa ni perfectamente elaborada. Todo lo contrario; los nuevos descubrimientos, al resolver una incógnita plantean muchos más interrogantes que son objeto de investigaciones futuras. PRINGADO, NO ERES MÁS QUE UN PRINGADO Hoy día esta joven ciencia está en expansión explosiva. Por otro lado, la última y definitiva explicación de los comportamientos de las moléculas de los seres vivos requiere, para ser conocida en profundidad, enfrentarse con otras ramas de la ciencia tales como la Biofísica submolecular (orbitales, fuerzas de enlace, hibridación, etc.) e incluso la Física subatómica, para la cual se requiere un bagaje de conocimientos que jamás puede ser patrimonio de investigadores aislados, sino de equipos de trabajo científicamente heterogéneos, pero armónicamente conjuntados.

DÉJAME EN PAZ............ POR FAVOR............

07 junio, 2010

El comerciante de aromas

Domingo, 6 de junio de 2010

El joven vampiro entró en la tienda cuando estaban a punto de cerrar. No había anochecido hacía mucho, pero merecía la pena "madrugar" para acudir a un establecimiento que le habían recomendado tan insistentemente. Se encontraba en una de las zonas más empobrecidas de la ciudad, en un local pequeño y poco iluminado con un escaparate que apenas tenía publicidad sobre los productos con los que comerciaba. Las sucias paredes de madera eran testigos mudos del paso de los años sin que hubieran mostrado su brillante esplendor desde años atrás. Las desvencijadas estanterías daban la impresión de estar a punto de caerse, cuajadas de frascos, botellines, muestras secas y esencias. Para ser una perfumería artesanal, la primera impresión aromática era impactante, como si una alfombra húmeda se desenrollara a los pies del cliente. Una alfombra húmeda y putrefacta, sin duda.

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El mostrador estaba vacío y sólo una lámpara de estilo barroco intentaba alejar las sombras cambiantes con una bombilla que parpadeaba con cada paso que se daba. Una buena señal de que alguien había entrado o como alarma contra intrusos indeseados, era evidente. Silencioso como un fantasma, un arrugado anciano salió de una puerta lateral con una sonrisa desdentada. Su encorvado cuerpo se reducía a un pellejo pegado a unos cuantos huesos y cubiertos con una apolillada bata de franela que tal vez en su momento tuvo un color parecido al granate. Se frotaba las manos como si ya hubiese cerrado un sustancioso trato y de vez en cuando aspiraba aire por su ganchuda nariz con suficiente ruido como para despertar a medio vecindario.

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-Sé a qué has venido, dijo el anciano sin mediar saludo alguno. Todos los de tu calaña venís por lo mismo.

-No sé de qué me... Intentó explicarse el vampiro.

- Se os huele. Lleváis el aroma de la tumba allí donde vais. No es que me moleste especialmente, pero es inconfundible. Y venís para encontrar una forma de tapar ese olor para los demás y para vosotros mismos.

Dicho esto desapareció por la puerta por la que había entrado y a los pocos segundos volvió portando una extraña caja en las manos. Parecía de madera envejecida y tenía adornos de metal labrado formando extraños signos cabalísticos. Runas de protección o meros adornos, pero el trabajo era exquisito. Tras murmurar por lo bajo y usar una pequeña llave que desapareció en un bolsillo interior de su bata, el anciano abrió el pequeño cofre y dejó al descubierto una colección de viales cerrados con tapones de corcho encerado. Eligió uno y lo destapó ofreciéndoselo a su cliente.

-No huelas sólo con esa nariz paliducha y fría que tienes. Huele con intensidad. Huele de verdad. Déjate llevar.

El vampiro abrió con cuidado el frasquito y agudizó sus sentidos hasta el límite. Pronto sus fosas nasales se llenaron de detalles perceptibles sólo para los animales mejor entrenados, pero hubo un aroma que comenzó a absorber al resto y en pocos segundos dominó la pituitaria del no-muerto. La intensidad fue tal que dio un paso hacia atrás para no caerse y sin darse cuenta fue transportado a un mundo de sensaciones provocadas por su cerebro hiper-excitado.

Sintió cómo su cuerpo flotaba en un vacío infinito al que acudían sus recuerdos más enterrados. Vio una sonrisa blanca en unos labios carnosos que se acercaban a su boca. Como el famoso gato de Alicia, fue apareciendo un cuerpo que se fundió con el suyo y le provocó espasmos de placer. Tenía el pelo largo, o tal vez una coleta, o quizás unas rastas, pero el calor de su piel atrajo sensaciones que no notaba desde estaba vivo. Un par de manos buscaban su cuerpo y la memoria de un beso cálido burbujeaba en sus labios.

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Poco después acudió otro aroma que reemplazó al anterior, posiblemente debido a que había sido abierta otra esencia del comerciante. Esta vez no había vacío sino luz, destellos que saturaban la visión y traían el recuerdo de lirios, o tal vez lilas, o quizás alguna otra flor. Era una arquitectura efímera que maravillaba con sus arcos que se transformaban en puentes, ventanas, puertas o edificios completos. Las palpitaciones recorrían el cuerpo como un virus, extendiéndose para renovar los apergaminados vasos sanguíneos. Un destello verde fue la despedida que marcó el viraje final a otro frasco descorchado.

Esta vez era una mezcla de antagonistas. Frutas tropicales, selváticas, se entremezclaban con el frío de los círculos polares. Había serenidad sincera, pero también ansiedad contenida. El flujo de sensaciones se sobreponía continuamente haciendo la variación interesante además de atrayente. Un seco músculo comenzó a palpitar en el pecho del vampiro, al principio con dolorosa parsimonia pero llegando a un ritmo endiablado que quemaba como el fuego.

-Otro... Dame otro..., consiguió decir roncamente cuando la última esencia comenzó a desvanecerse.

-Es suficiente, dijo el vendedor de perfumes. Esto es lo que queréis los de tu calaña, volver a sentiros vivos y más los de tu familia, que os perdéis en la belleza de cualquier tontería. No, no hay más para ti, ya eres bastante adicto a los recuerdos.

-¡¡DAME MÁS!!

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El grito fue un rugido casi animal, con la Bestia a punto de soltarse de sus cadenas exigiendo la satisfacción de su deseo. Pero el comerciante tenía siempre un as en la manga y con un gesto rápido lanzó uno de los frasquitos al suelo. Las fosas nasales del vampiro lo reconocieron al instante. Sangre. Pero el aroma era peor aún que los anteriores. Sugería una vida joven y pulsante, arterias cargadas de vitae cálida y viscosa, un cuello al descubierto, una presa dispuesta para el sacrificio, el placer más perverso de los que habían vendido su alma para alcanzar la inmortalidad. La Bestia se volvió loca ante semejante sobrecarga de los sentidos y perdió completamente el control. El ataque de furia incontrolable destrozó mobiliario, estanterías, botellas de cristal, diseminó flores secas y jabones enmohecidos. El caos duró sólo unos minutos, el tiempo que tardó el vampiro en serenarse y volver a atar a la Bestia en el oscuro rincón donde solía estar. Sin embargo quien no estaba allí era el anciano, que había desaparecido con su cofre de las esencias. Aprovechando el ataque furibundo se había escabullido con su valioso tesoro. Y tal vez para siempre.

El joven vampiro salió de la tienda donde empezaba a fraguarse un pequeño incendio. Con la cantidad de alcoholes y madera carcomida del local, no tardaría en convertirse en pasto de las llamas. Era lo mejor, aquellas fragancias podían despertar recuerdos demasiado dolorosos pero también placenteros como para que cualquier débil neonato lo soportara. Y luego era muy desagradable limpiar los restos. Mejor así. Mejor cristalizarlo en la memoria y tirar la llave de la celda para siempre.

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25 mayo, 2010

Bufón

Lunes, 24 de mayo de 2010

Caíste en tu propia trampa, bufón. Creías que jugabas como un Gran Maestro del ajedrez y descubriste que apenas si sabías dónde se colocaban las piezas. Ahora está en tu mano tumbar tu rey admitiendo tu derrota, o seguir hasta el final para (ya lo sabes) caer humillado entre las risas de tus contrincantes invisibles.

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Cuántas veces creías que tu condición de payaso de la corte te otorgaba inmunidad para hacer reír a tu público. Lo que imaginabas como chistes de hilarante resultado, ahora sabes que no eran más que medios para alimentar tu ego y conseguir que desgranaras información que se utilizaba a conveniencia. Tu mejor moneda de cambio ha sido la soga que se ha cerrado en torno a tu cuello.

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Sentado sobre un nido de víboras, nadie es valedor de la confianza antes depositada. Las antiguas palmadas en la espalda sólo eran fintas para clavar la daga hasta lo más profundo del corazón. El valor de lo que podía considerarse amistad se ha devaluado hasta niveles críticos. Donde antes veías sonrisas de sana confianza, ahora se intuyen los fantasmas de taimadas muecas de suficiencia.

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La rueda ha dejado de girar. Eres el bufón, no el apuesto juglar que creías. Te han quitado la venda y la desorientación no se desvanece.

Asúmelo, tu propio juego te ha superado.

14 abril, 2010

Otro día para la historia

Martes, 13 de abril de 2010

 

Bien, aquí estoy. Tenía que enfrentarme a esto y ahora no hay marcha atrás. No sé si es lo que se esperaba porque se creó ese “procedimiento” para hacer y deshacer a gusto o bien es una simple coincidencia de un rosario de errores que no debí cometer en su momento.

No he sido yo, no me han señalado como el más apto. Sí como apto, pero no como el “más”. Cinco miserables décimas me han apartado de mi sueño, de mi objetivo, de mi posible futuro. Cinco miserables décimas que odiaré toda mi vida.

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Supongo que a consecuencia de la pequeña catástrofe que no marcará mi vida, caerán sobre mí las suaves y dulces alas de la compasión de mis conocidos. Habrá lamentos, habrá frases de ánimo y habrá palmadas en la espalda. Y habrá que justificar por qué. Y aún no lo sé.

Porque no puedo entender para qué sirve haber estado entregando mi tiempo y mi esfuerzo a esta empresa. Tanto mis peores épocas como las mejores. Días en los que no te importa salir a la hora que sea porque crees (erróneamente) que algún día tu empresa lo tendrá en cuenta. O en los que sabes que te has marcado una medalla por tal o cual tarea exquisitamente realizada.

No puedo entender que llevar un mes haciendo el trabajo que se solicitaba no cuente para nada, aunque tu jefa te diga que está contentísima con la labor realizada. Que tuvieras ya planeado el método de formar a un novato que tiene más miedo a tocar el sistema que yo a las arañas. Que haya conseguido que una compañera que no lleva ni seis meses se convierta en mi mano derecha y en la de cualquiera que ocupe el puesto que yo cubría.

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No puedo entender que se valore todo a una carta, sin posibilidad de crítica ni de complemento aportando méritos y recomendaciones. Posiblemente se deba a que no he sido elegido, pero aún no tengo claro si es el mejor método y menos aún que tardéis en comunicarlo tanto tiempo, dejando que los nervios afloren y que causen estragos en el día a día.

No puedo entender que no me pueda permitir el lujo de ser mezquino, de soltar sapos y culebras por la boca, de destrozar el almacén hasta dejarlo como un escenario de guerra. Que pese a notar cómo la pesadumbre cubre poco a poco mi alma, iré a trabajar, lo seguiré haciendo lo mejor que pueda y la transición será pacífica y fluida.

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Dentro de unos meses mi compañero demostrará lo que vale. Yo sólo podré mirarle desde otra tienda con infinita envidia, sabiendo que yo podría estar haciendo ese trabajo de no ser por cinco malditas décimas. Todo el mundo alabará su trabajo y lo bien que lleva la tienda y nuestros jefes serán los que le sonrían y le den palmadas en la espalda para felicitarle.

Dentro de unos meses yo me habré acostumbrado a la nueva situación, a dejar la tienda en la que empecé y en la que siempre acabo. A no tomar esos cafés divertidos con las chicas del centro comercial antes de entrar por la mañana para darnos ánimos. A un ritmo de trabajo que ya tenía controlado junto con un método que sentía mío desde hace meses.

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Cambios, cambios, cambios… ¿Acaso es lo que más miedo me da? ¿Es la envidia lo que me remueve las entrañas? ¿La frustración? ¿El desánimo?

Gran amigo Offler, una vez me dijiste que, me guste o no, tiendo al equilibrio. Pero hoy no será el primer día de la vuelta a la normalidad.

10 marzo, 2010

Princesa

Martes, 9 de marzo de 2010


Tú ni siquiera sabes quién soy. Posiblemente ni seas consciente de que existo salvo como un puntito más en la multitud que crees que te aclama en los desfiles oficiales. Desde tu alta torre, princesa, deben verse muy pequeños y diminutos los habitantes de este vasto reino y no creo que pienses en gente como yo. Porque yo soy esa furcia que se folla a tus soldados cuando vienen cansados de la guerra, mientras tú eres cortejada por nobles y señores. Yo tengo que darme ungüentos en las heridas mientras tú, princesa, eres bañada por tus criadas por aceites aromáticos y jabones exóticos. Yo tengo la cara cubierta de mugre mientras tú te pones el maquillaje adecuado para la ocasión perfecta.

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Las putas no existimos en la imaginación de una princesa de palacio, sólo somos mendigos que hacemos bulto cuando se tiran las sobras de palacio, peleando por unas migajas. Nuestro día a día resulta tan desagradable, tan poco elegante, que no se puede pensar en ello sin conseguir una mueca de disgusto. Mientras a ti, princesa, se vuelven todos los rostros cuando paseas por tus tapizados salones, a mí me vuelven la cara para fingir que no me conocen o se me señala para marcarme como a una apestada. Porque ser una fulana no es lo que nadie desea ser en esta vida, pero es lo que yo soy.

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Y sin embargo, mientras todas te admiran por tu fama, tu belleza y tu suerte en la vida, hay quien desea tener mis conocimientos, mis artes y mis técnicas. Pero a mí me pagan para que sólo satisfaga, mientras que hay bufones que cobran diez veces más que yo para contar un mal chiste y hacer una cabriola. Así arrancan de ti una fingida sonrisa, cuando de mí quieren arrancar fingidos gemidos de placer. Las putas somos placer de pago, las princesas sois un placer que no se puede pagar.

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Mientras tú miras al cielo azul, pensando en tu gentil caballero subido en un caballo blanco, yo estoy arrodillada oyendo que soy una perra mientras me dan cachetes. Cuando tú, princesa, conoces el perfume de todas las flores de tu jardín privado, yo, la puta, sólo huelo a estiércol y semen. Los hombres que se acercan a ti no dudan en arrodillarse y agachar la cabeza, los que se acercan a mí hacen que sea yo quien se arrodille frente a ellos.

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Mientras tú saltas y ríes como la chiquilla adolescente que eres después de recibir un mensaje de amor, yo me dedico a sacar brillo a los retazos rotos de mi curtido corazón. Cuando tu blanca sonrisa de princesa ilumina las estancias, mi torva mirada de furcia congela las habitaciones.

Tú, la princesa. Yo, la meretriz.

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Pertenecemos a mundos diferentes, princesa. Y aunque no puedo negar que tu vida de oropel no sea atractiva, no la quiero para mí. No quiero más cuentos de hadas, ni más armaduras relucientes, ni cabezas de dragones colgando sobre la chimenea. Me quedo con la mugre, los aromas desagradables y las miradas suspicaces. Me quedo conmigo misma, sin nadie que me susurre dulzuras al oído. Me quedo con mi soledad, mejor que con una corte llena de mentirosos. Porque yo, princesa, también tuve una vez esa corte a mis pies.

08 febrero, 2010

El príncipe destronado

Lunes, 8 de febrero de 2010

Delibes no erraba el título de su libro. Delibes acertó de pleno, de hecho. Delibes debió ser un príncipe destronado también.

Ser el hermano mayor tiene muchas ventajas. Durante unos años eres el único, todo es para ti. Y todo es TODO. Los juguetes son sólo tuyos, la habitación es sólo para que duermas tú, las atenciones y los mimos sólo los recibes tú. El problema es que suele ser cuando aún no eres consciente del mundo y no sabes exprimirlo al máximo. Pero eres el príncipe de la casa, el nene de papá y mamá.

Entonces llega él (o ella). Por suerte en mi caso fue poco traumático, aunque parece ser que me preocupaba cómo sería posible que aquella cosa tan pequeña fuera a servir para jugar conmigo... Pero creció. Los juguetes había que compartirlos (con lo mal que los trataba!), la habitación tenía dos camas, papá y mamá tenían que hacerle caso a él también y repartir un poco el tiempo. Bueno, eres pequeño y te adaptas a la nueva situación, aunque sabes que tú eres el mayor y eso no te lo quitará nadie.

Luego hasta te haces un poco responsable hasta de tu hermanito e intentas protegerle. El patio del cole es un sitio para tíos duros, chaval, yo lo viví en mis propias carnes cuando era el blanco de las burlas por jugar con las niñas y no gustarme el fútbol. A veces te toca hacer de protector, a veces hacerte el fuerte y a veces secar algunas lágrimas por una herida superficial. Mamá te lo curará, no te preocupes, no llores, mamá te lo curará.


La universidad me distanció y no sólo en cuanto a kilómetros se refiere. Volé del nido aunque aún viviera con mis padres, pero me habían crecido alas y no me sometía como buen adolescente que era. Él seguía en casa, como el niño bueno que era, sacando buenas notas, siendo obediente, sin salir, sin dar problemas. Yo empecé a convertirme en el crápula que soy ahora, con discusiones típicas entre padres e hijos, dejando alguna asignatura para septiembre y preocupándome más de mí mismo que de mi familia. Se forjó la conocidísma frase de "esto no es una pensión".


Sin embargo no me convertí en la parábola del hijo pródigo y mi hermano empezó a convertirse, también, en lo que es ahora. Destacó brillantemente en toda la carrera y no tuvo ningún problema en entrar en un laboratorio para comenzar sus estudios de doctorado. Seguía en casa, ayudaba, se convirtió en consejero y oyente de mi madre y resistía pacientemente, con su imperturbable seriedad, mis idas y venidas y mis grandes sorpresas. Jamás olvidaré que mi madre me contó que el día que se enteró de que yo era gay su actitud no cambió en absoluto, simplemente lo aceptó como si le dijeran que iba a teñirme de verde el pelo o a comprarme un coche. Mi hermanito...

Mi hermano ya no sólo es un señor licenciado. Ahora es un señor doctor con merecida ovación y un sobresaliente "cum laude" bajo el brazo. Ahora tiene por delante un montón de caminos y ni padres ni hermano mayor podrán ayudarle. El cariño que le profesan sus compañeros, su nueva actitud sin miedo hacia la vida, su soltura para moverse en cualquier círculo social... Me da la sensación de que le queda poco para superarme en esta vida. Y lo poco en lo que no me supera apenas es importante.


Sí, ahora soy un príncipe destronado. Pero hago profunda reverencia al nuevo heredero, porque se lo merece. Mi hermano se ha convertido en la roca de mi madre, en la columna vertebral de su grupo de amigos, en el hijo que mi familia espera que todos seamos. Yo sólo intento fingir que preparo unas oposiciones para que mamá se quede más tranquila, sabiendo que mi futuro no es el que imaginaba para mí ni en sus más extraños sueños.

Me decía mi amigo Miki que es mejor ser un príncipe destronado que el heredero, porque el segundo tiene más responsabilidades y una posición que mantener. Sin embargo, es tan agradable la sensación de sentirse admirado...

11 enero, 2010

El vampiro sigue al acecho

Domingo, 10 de enero de 2010

El vampiro se desperezó de su letargo diurno con la extraña sensación de que había soñado con su antigua vida, cuando el corazón le latía desbocado con el susurro de un amante en su oído o al notar una mano recorriéndole la espalda suavemente. Alejó los fantasmas con un gesto de cabeza y se preparó para lo que esperaba que fuera una noche intensa y vibrante.

Mientras escuchaba música en la ducha, su ayudante de cámara (era un nombre algo obsoleto, pero seguía gustándole el toque aristocrático que confería) le puso al día de las novedades más interesantes. Detalles aburridos pero necesarios: las inversiones iban viento en popa gracias a las informaciones de su amigo Ventrue, la galería de arte seguía acumulando visitas y compradores gracias a los contactos en el mercado negro, la política local seguía haciendo la vista gorda con los horarios de cierre de la discoteca a cambio de pequeños sobornos cuidadosamente solapados... El ayudante (Bob, John, Juan, ¿cómo se llamaba éste?) seguía siendo tremendamente concienzudo en sus labores y yendo incluso algo más allá. Aportaba momentos de dulce placer con su cuerpo trabajado en el gimnasio y su joven sangre saciaba algunas necesidades imperiosas. Por lo demás, era uno más de la larga lista que habían pasado por ese cargo. Interesantes durante un tiempo, pero sustituibles.

Ayuda de camara

La noche era fría, como correspondía a un invierno crudo y desapacible. Los pequeños copos blanqueaban el abrigo largo que se había puesto mientras sus pasos le acercaban a la larga fila de su discoteca. Se forzó a respirar para que el vaho saliera de su boca de la forma más natural posible. Sonrió a los porteros, que ya le estaban abriendo paso entre el gentío. Hombres fuertes y bien entrenados condimentados con unas dosis mensuales de sangre vampírica hacían de ellos unos cancerberos perfectamente capaces de evitar que no entrara quien no fuera invitado. Al abrirse la puerta, la estridente música electrónica impactó sobre sus tímpanos como un mazazo. El local estaba lleno a reventar, con las pistas rebosantes de cuerpos agitándose en dudosa armonía. El ambiente cargado de humanidad y la cercanía de posibles presas hizo rugir a la Bestia en un intento deseperado de soltar sus cadenas y tomar el control. El vampiro puso toda su voluntad en llegar lo antes posible a su oficina donde pudo recuperarse con tranquilidad. Desde la enorme cristalera podía dominar toda la sala y allí estuvo un buen rato observando el devenir de personas en lo que consideraban uno de los locales más de moda de la ciudad, aunque no era un tugurio más donde intentaban olvidar sus preocupaciones a base de alcohol, drogas y sexo. Sobre todo sexo. Era lo que el local promocionaba sin tapujo ninguno: sexo, placer, hedonismo. Cada cual era libre de elegir cómo y con quién. Para ello había unos cuantos reservados que los clientes podían alquilar por un precio ajustado a sus exquisiteces. Desde aulas con profesoras muy severas hasta potros de tortura con amos más severos aún, pasando por clásicas camas con dosel o amplios salones para fiestas más multitudinarias. Con el dinero suficiente se podía conseguir todo lo que se deseara.

Dominatrix

Finalmente su aguda y experimentada vista localizó a una pareja de muchachos que reía en una mesa apartada y poco iluminada. Se gritaban al oído para entenderse y por sus gestos habían bebido algo más de la cuenta. Una maliciosa sonrisa cruzó fugazmente el rostro del vampiro, que salió del despacho y volvió a sumergirse en la marea humana esquivando con elegancia empujones y magreos. Más cerca de los ingenuos jovencitos (veinteañeros que creen poder jugar a ser mayores) se dio cuenta de que eran hermanos mellizos, uno rubio y otro moreno. A ambos les brillaban los ojos, de un color miel que atrapaba, pero sus rostros angelicales invitaban al pecado igual que acercarse demasiado a un precipicio. Esa noche les había tocado a ellos. Se sorprendieron cuando un desconocido se acercó a ellos y les invitó a una nueva ronda. No fueron conscientes de que el desconocido apenas probó su bebida, mientras que ellos la apuraban entre risas y comentarios subidos de tono. Nunca sabrían qué les atrajo más del desconocido, si su mirada pícara, sus labios carnosos y sensuales o sus caricias frías pero bien dirigidas. Nunca recordarían cómo fueron sutilmente dirigidos a uno de los reservados más discretos y apartados, donde la mullida cama les esperaba a los tres. Lo que sí tendrían claro, de un modo subconsciente y onírico, es que su sangre fue arrebatada de sus venas en el momento de mayor placer, hasta el límite del desmayo. Pero probablemente pensarían que fue un mal sueño provocado por el exceso de alcohol y el viciado ambiente.

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¿Quién caza al cazador? ¿Quién puede dar por hecho que un vampiro se ha sumido en el letargo? ¿Quién puede detener a una fuerza de la naturaleza? Al menos esta noche un Vástago se ha saciado sin dejar rastro de su infame crimen. Pero mañana tendrá hambre de nuevo…

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