24 junio, 2007

Me gustan los rubios

Domingo, 24 de junio de 2007

Pues sí, lo confieso, me gustan los rubios. Tampoco es que sea uno de mis secretos inconfesables, pero tenía que dejarlo por escrito para que constase y plantearme de una vez por todas de dónde vendrá es fijación tan curiosa hacia el cabello color trigo. Aunque tampoco es que me importe mucho, al fin y al cabo, me gustan y punto, no tiene más misterio.


En la idea de escribir esta entrada, le he dado un par de vueltas de psicología barata a las posibles razones de dónde empezó todo. Cabe la sutil posibilidad de que todo tenga que ver con mi adolescencia (y Freud no tiene nada que añadir) y las clases de literatura. Siempre tuve un especial interés en los poetas románticos muy en la línea de Bécquer. Sus suspiros melancólicos, sus inalcanzables amores, su dramatismo extremo…, la vida de un adolescente homosexual dentro del armario queda bastante bien definida en muchos casos. Una de las características de estos conocidos literatos, era su idealización de la belleza, concretada en las mujeres nórdicas, tan lánguidas, tan pálidas, tan rubias… Pobre de mí, muchacho influenciable y necesitado de modelos propios, creo que asumí como mío ese concepto de “lo rubio es bello” (porque la frase “lo rubio es vello” se puede aplicar también en otras situaciones, pero no viene al caso).


Supongo que de esta idea evoluciona también mi interés, dentro de mi frikismo habitual, por los elfos, habitualmente hermosos, rubios y de brillantes ojos claros. Toda su elegancia, su también idealizado glamour, en algunos casos su dominio de la magia… Siempre he sentido una especial debilidad por estos personajillos tan encantadores como misteriosos, tan dulces como pasionales, tan idealizados como parodiados. Eso sí, los elfos rubios, que los morenos son una invención posterior.


Dicho lo cual y tal vez por razones que sólo una sesión de hipnosis podría conseguir, es ver un tío rubio por la calle y no puedo evitar volverme para catalogar si alcanza el 10 en la escala de terremotos sexuales. Con la apertura de la UE a Rumanía, en Logroño tengo el problema de que el nivel de rubios por kilómetro cuadrado está aumentando exponencialmente. Y es que como los nórdicos o los chicos del este, no hay rubios así en España (salvo honrosas excepciones). A poder ser de ojos claros, pero tampoco es condición necesaria. Pueden ser delgaditos o musculados, sonrientes o serios, activos o pasivos, pero el caso es que conmigo ya han ganado la posibilidad de que me interese, al menos a un nivel teórico. El problema es que creo que llevo tanto tiempo idealizando a este tipo de hombres que la atracción sexual no es tan grande como pudiera parecer, más al contrario es más una atracción visual que otra cosa. Eso sí, como se me pusiera uno a tiro, no iba a decir que no… El otro día entró un alemán en la tienda a preguntar por el ADSL y, bueno, creo que habría ido a su casa a montárselo yo mismo en ropa interior si me lo hubiera pedido. Que hablase alemán mientras tanto, que creo que se me notó un poco que se me caía la baba con cada sonoro vocablo germanizado que soltaba por sus carnosos labios.

Ahora bien, siempre que hablo de este tema con mis conocidos, me acaban preguntando lo mismo: “Si tanto te gustan los rubios, ¿cómo es que tu novio es moreno, todo un osete y totalmente opuesto a lo que sueles describir como idealización?”. Pues porque, evidentemente, no todo es color de cabello ni aspecto exterior… Y, si no, que se lo digan a este morenazo que trabaja en las obras de al lado de mi tienda… Bueno, tal vez el aspecto exterior sí que influya ;)


17 junio, 2007

Resacas a partir de los casi30

Domingo, 17 de junio de 2007

Qué terrible es la edad. Cada año que pasa la gente dice que se siente un poco más vieja y con menos fuerzas para nada. Comentan que ya no les apetece hacer esto o aquello y que la vida es más tranquila y relajada. Yo no, he dicho siempre. Yo cumplo años pero tengo épocas en las que hago unas cosas u otras, sin dejar nada de lado tenga la edad que tenga. Eso sí, tampoco me voy a poner a hacer el cabra como hacía a los 18, que no tengo yo el cuerpo para bailes, pero no quita que lo pueda intentar de lustro en lustro.

Por eso llevo todo el día tirado en el sofá durmiendo a ratos porque anoche salí hasta las 7 con gente de la empresa. Y me he levantado a las 12 porque querían salir pronto y les había prometido gofres a los que se quedaban a dormir en mi casa. Hasta la hora de comer he aguantado medio bien, pero... Madre mía, qué cansancio generalizado...

La ventaja es que resaca, resaca, lo que se dice resaca en sí misma no he tenido, la verdad. Son esas pastillas llamadas Resalim que tiene Javi para las noches que prometen ser largas. Creo que debo agradecerle no tener dolor de cabeza, ni pesadez de estómago ni ganas de vomitar cada cinco minutos. Pero para el cansancio por estar toda la noche saltando y dormir menos de 5 horas creo que no he encontrado nada... Así que creo que he mezclado siesta con algo de sueño nocturno y eso me ha recuperado levemente para las 10 de la noche, para ver el final de la liga de fútbol... También yo, qué mala suerte, ¿no?

La verdad es que la noche fue estupenda y se me pasó volando. Bien tendría que estar yo para aguantar hasta tan tarde, pero es que la presencia de unos cuantos compis de Bilbao animó a la concurrencia a aguantar más de lo debido para no quedar como aburridos y malos anfitriones. Mi cámara captó algunas imágenes que merecen pasar a la historia y que se colgarán en el blog de la zona, a la sazón: blogs.ya.com/thpnorte. Por si alguien quiere pasarse a conocerlo, pero no se pueden dejar comentarios si no eres trabajador o el administrador los borrará. Pero al menos podréis deleitaros, que no es poco.


Cambiando de tercio y por si alguien no se ha enterado. En Dosmanzanas se han creado un par de mascotitas por el insigne y nunca bien ponderado dibujate gay Ismael Álvarez. Les están poniendo nombre y tal vez deberíais pasaros a poner algún comentario...



12 junio, 2007

Benditos puentes...

Lunes, 11 de junio de 2007



Alabadas sean esas circunstancias socioculturales o geopolíticas gracias a las cuales los insufribles trabajadores del comercio vario podemos disfrutar de unos cuantos días seguidos de asueto y relax. Tres días ni más ni menos, cuando un servidor no está acostumbrado a llegar más allá del domingo religiosamente respetado y su día libre perdido a lo largo de la semana. Tres días que han sido como un bálsamo para el cuerpo y para el espíritu.

Hoy por ejemplo aún sigo con el pijama con el que me he vestido nada más levantarme hacia mediodía, más o menos. La laxitud con la que han transcurrido las horas entre el sofá, la cocina y el ordenador me ha servido para alejarme temporalmente de los problemas cotidianos del día a día que mañana volverán con toda su fuerza, congelados como estaban en los horarios laborales y sociales. Pero eso será mañana, porque hoy era el último día para disfrutar de todo lo que el no hacer nada nos concede.

Haciendo la cena, temprano para temprano acostarnos (menos yo, que sigo en mi línea), he pillado a Javi por sorpresa con una pregunta-trampa. "¿Eres feliz viviendo conmigo, cariño?" No venía a cuento ni había razón alguna para decirla en voz alta, pero me ha surgido y no la he contenido. Tras los breves segundos de mirada de sospecha y el par de preguntas de rigor acerca de a qué venía, ha contestado: "Pues sí, la verdad es que estoy muy a gusto viviendo contigo". Y, sin más, he seguido preparando la tortilla de patatas con una sonrisa un poco más bobalicona. Era un final estupendo para un fin de semana estupendo. ¿Qué más se puede pedir?

07 junio, 2007

Flechazos instantáneos...

Miércoles, 6 de junio de 2007

He de reconocer que fue amor a primera vista. Llevaba tiempo buscándolo y apareció allí, delante de mis propios ojos y, si alguien me lo hubiera contado, no me lo habría creído. No era perfecto, ya no hay nada perfecto en este mundo, pero se ajustaba a mí y lo que quería, casi como hecho a mi medida.



He encontrado un piso que me ha enamorado. No muy grande, en la zona centro, recién reformado y a un precio asequible para la media de esta ciudad. Un premio gordo con lazo de raso. Insisto en que no es el piso perfecto pero me gusta y me lo vendieron bien. Cocina italiana (sin tener muy claro lo que significa eso), diáfana para conectar perfectamente con el salón que está al lado. Tres habitaciones, la más grande con un armario empotrado de pared a pared. Baño y cocina montados a gusto del vendedor, sin estrenar y, desde mi humilde punto de vista, con bastante buen gusto. El único problema es que el baño me resulta un poco pequeño y asfixiante, pero se puede hacer una pequeña ampliación comiéndole espacio a una de las habitaciones pequeñas. Resultará acogedor, moderno y muy manejable.

El único problema es que el dinero no crece en los árboles y voy a pedirles un pequeño préstamo a mis padres y cada uno tiene un punto de vista diferente del concepto de piso ideal. No entraré en detalles porque bastante me ha costado el proceso (rápido o más bien acelerado, casi impulsivo y con muchas tensiones) pero les he convencido de que es el piso que me gusta y que quiero hacerme con él. Tal vez otro día haga una disertación completa acerca de lo bien que puede llegar a manipular una persona a la que quieres y que, en principio, sólo busca lo mejor para ti. Hoy no, bastante tengo con sobrellevarlo y convencerme de que he hecho bien y que debería estar alegre de meterme en la peor relación que todo ser vivo debe tener: una hipoteca.

A partir de la semana que viene comenzará mi periplo por los bancos para ver qué me ofrecen y qué me interesa más. Por un lado estoy algo "acojonado", porque mi suelo me llega con cierto relax a fin de mes, contando con los gastos fijos que tengo y lo que he intentado ahorrar mes a mes. Ajustarme más el cinturón será todo un esfuerzo, pero si lo puede hacer todo el mundo... También me da miedo pensar en la atadura que supone estar pagando mes a mes durante veinte, treinta o cuarenta años, porque se me hace casi el resto de mi vida. Es como si fuese a entrar en una aventura de una envergadura que no acabo de alcanzar a ver.

Esa aventura implicará un cambio (otra vez) de vivienda, ver qué se hace con el piso en el que vivimos ahora, compra de muebles, gastos del piso nuevo, adaptaciones, cambios, cambios, cambios... Me parece que me estoy volviendo un poco viejo porque me cuesta pensar en que mi vida va a dar un vuelco de arriba a abajo y se me acelera un poco el pulso. Bueno, un poco bastante.

Bienvenido a la edad adulta y lo que ello conlleva, Robin Shilvadin...