03 julio, 2007

Seducción

Lunes, 2 de julio de 2007

Ciertamente no me he prodigado mucho por estos lares últimamente. Y menos aún teniendo en cuenta las fechas que eran, con tanto acto del orgullo por aquí y por allá y con la Mani en Madrid incluida. Pero no tenía tiempo ni ganas, llegando siempre tarde a casa y teniendo que madrugar al día siguiente. Sin embargo, al volver de Madrid, me apetece contar un poco una anécdota de lo que me ha pasado y sobre la que me apetece reflexionar, aunque sea para mí mismo.

Uno de mis objetivos en el Europride 07 era ligar con un rubio, a poder ser, nórdico. Puro morbo o tal vez necesidad de tener un reto en el que apoyarme para hacer aún más interesante de lo que era el fin de semana. No tuve muchas oportunidades, sinceramente, pero aproveché lo que pude para buscar miradas, intercambiar sonrisas y saber que mi ego puede estar tranquilo: aún tengo algo de atractivo y la gente parece notarlo cuando me pongo un cartel luminoso en la cabeza.



Antes de coger el autobús de vuelta el domingo, fuimos a comer un grupito de gente a un VIPs que hay cerca de Avenida de América. Una consecución de casualidades nos llevó hasta allí y nada más entrar, "fiché" a un rubio, tal vez algo mayor que yo, que prometía algo más de músculo y menos de grasa que yo y que también me clavó su mirada de brillantes ojos azules. Nos pusieron en una mesa en línea con el rubio y el chico con el que compartía mesa, un moreno canoso que podía ser perfectamente su novio o su ligue de esa noche. Desde el momento en que me senté comenzaron los intercambios de miradas y las sonrisas escondidas tras los tenedores. Tanto su pareja como la mía se percataban de lo que había, pero parecían dejarnos espacio a la diversión, dado que era algo público y evidente que el juego era un mero divertimento que no ocultaba ninguna intención de cita posterior. Envié señales evidente, entré al juego de esquivar miradas y hasta usamos gestos para dar más comicidad a la situación. Recibí besos ocultos tras gestos de masticación, envié posibilidades sexuales antes de limpiarme con la servilleta, incluso hubo un amago de quedar en el baño, ante lo cual propuse que fuéramos los cuatro. Todo era un juego. Ante las preguntas de mis compañeros de mesa, se me escapó una frase que hasta me gustó a mí: "La seducción es un juego, como un baile. Los pasos están marcados, aunque puedes improvisar, pero sabes de antemano cuál va a ser el final". Y así fue: el muchacho rubio y su evidente pareja salieron del restaurante, con mohín por mi parte y la de aquél, pero con una gran sonrisa por parte de ambos. Había resultado divertido, adiós perfecto desconocido, nunca más volveré a verte. Estuve tentado a levantarme y presentarme, dar mi mail o tal vez mi móvil, pero valoré que no controlaba la reacción que provocaría en todos los implicados directos o indirectos, lo cual me retuvo. Tal vez ahora me arrepienta un poco, pero nada se puede hacer al respecto.


Es la Seducción. Con mayúscula. Ese es uno de los motores de mi vida: el juego, la seducción, la emoción... Llegar hasta la última base no es el fin en sí mismo, sino un premio que no siempre es necesario recoger en la línea de meta. Saber que la partida se ha desarrollado de forma satisfactoria para ambos participantes suele ser más que suficiente, forma parte del baile y los pasos predefinidos. Pero hay que volver al mundo real. Este fin de semana Madrid estaba plagado de maricones (eh, que sólo parafraseo a Marta Sánchez, que nadie se ofenda) y dar con un par en un VIPs cualquiera no fue más que fruto de la casualidad. Tener la posibilidad de jugar y seducir a un rubio, tal y como yo había deseado, era una especie de regalo de fin de viaje sorprendente y dulce como un postre de boda tras una copiosa comida. Se podía haber hecho más, pero es lo que hay. Ahora toca poner los pies en el suelo, levantar la mirada hacia la ciudad de origen y afrontar la rutina de un mes de julio tal vez menos anodino de lo que parece. Sin embargo aquí puedo despedirme de rubios morbosos con los que jugar a las miraditas en un restaurante cualquiera, o de morenos con algo de chispa, cuando menos. Esto es Logroño, esto es la provincia. Esto, a veces, sí que puede resultar un poco rollo.

No hay comentarios: