13 diciembre, 2008

Viejos amigos

Viernes, 12 de diciembre de 2008

Conocí a Oscar gracias a esas situaciones en las que, como amigo de tu prima, a la que ves cada seis meses, decides acompañarla con sus amigos para no morirte del aburrimiento en casa con los mayores. La ventaja es que es complicado que Oscar te caiga mal de inicio, incluso cuando lo conoces mejor. En aquella época era (y lo sigue siendo, claro) el "psicólogo" del grupo. Te escuchaba, te aconsejaba, te entendía. En aquella época de pubertad desaforada y sentimientos contradictorios era un pequeño bálsamo para las heridas sangrantes. De hecho, recuerdo aquellas charlas en la barriada, con el mítico frío castellano congelándonos hasta el tuétano, acurrucados en cualquier portal, haciendo los últimos repasos de la noche.


Qué mítica fue aquella vez que estuve perdidamente de Soraya, con aquel regalo escondido bajo la servilleta para que lo descubriera... Fue divertido que de tanto insistir para que cogiera lo que había en su plato se enfadara porque la tratábamos como a una cría. ¿Recuerdas la cara que se le quedó cuando vio el precioso anillo con forma de flor cuajado de piedras brillantes? Una pena que poco tiempo después descubriéramos que no merecía la pena esforzarse tanto... Ese viaje a "Cánterbury", como ella decía, le cambió la vida. Y tanto. Yo creo que la dejé un poco trastocada, ¿no crees?

Pero el momento álgido fue esa noche en la que me costó más esfuerzo que ganas confesar que me había dado cuenta (me río ahora al recordarlo) de que mis preferencias erótico-festivas estaban encaminadas hacia otros derroteros. Ni te inmutaste. ¿Por qué habías de hacerlo? Juntos hicimos pública la noticia en el grupo, con un intento de juego misterioso porque tenía el nudo en la garganta. Y no pasó nada. Era sólo un detalle más de mi vida que no significaba nada en nuestro trato, que siguió siendo intermitente pero firme. Incluso cuando te trasladaste a estudiar a Madrid. Allí creo que fue tu vida la que cambió un poco. Y mis esporádicas visitas eran aderezadas con sorprendentes descubrimientos sobre la estupenda persona que eres, en todos los sentidos. Solía ir a que recogieras mis pedazos y lo hacías sin preguntar. ¡Incluso aunque me tocara dormir en un colchón a los pies de tu cama!



Con el paso del tiempo apareció Antonio. Y quién no puede querer a Antonio. Es como si fuera de la familia desde el primer día que lo conoces. Comprendí pronto que erais la pareja perfecta por cómo os comunicáis sin hablar, cómo sabéis entenderos, cómo hacéis que los demás nos sintamos a gusto. Este puente ha sido una de esas ocasiones. Cuando estuvimos comiendo solos los tres y quisisteis que os pusiera al día de mi vida, me salió a borbotones como un torrente retenido. Antonio quiso saber si podía hacer una pregunta incómoda y tú rápidamente le corregiste en que, conmigo, no había preguntas incómodas. Es verdad. ¿Para qué ocultarles a los amigos lo que en el fondo quieres compartir con ellos? Sin vendas, sin medias verdades, sin esquivas. La pura y simple realidad para que puedan valorar lo que hay y lo que no. Y con ello echarte un cable para que uno pueda ver desde fuera qué aspecto tiene la situación.



Chicos, ha sido un placer, por fin, teneros en casa y disfrutar de vuestra compañía. Ya son... deja que sume de nuevo... 15 años. Nuestra amistad me recuerda que no hay que tener un contacto continuo para estrechar lazos, porque el tiempo perdido se puede recuperar en una llamada larga o una conversación frente a un café (o un plato de comida). Con estas líneas no os hago ni la mitad de mérito que el que os merecéis, pero simplemente espero que quien lo lea, sepa la inmensa suerte que tengo al conoceros. Al considerarme vuestro amigo.

Os quiero.

3 comentarios:

Sufur dijo...

Y que sean muchos más años. Amigos así son los eternos: ¡enhorabuena!

PARGOLIM dijo...

Yo también te quiero guapetón, ah! y gracias por el maravilloso fin de semana que nos habéis brindado.

Por cierto, cuando pueda te envio las fotos... me he emocionado un poquillo leyendo tu entrada...que recuerdos, ains!

Lo dicho, un besazo gordo para los 2.

Anónimo dijo...

un canto de amor a la amistad precioso