11 enero, 2010

El vampiro sigue al acecho

Domingo, 10 de enero de 2010

El vampiro se desperezó de su letargo diurno con la extraña sensación de que había soñado con su antigua vida, cuando el corazón le latía desbocado con el susurro de un amante en su oído o al notar una mano recorriéndole la espalda suavemente. Alejó los fantasmas con un gesto de cabeza y se preparó para lo que esperaba que fuera una noche intensa y vibrante.

Mientras escuchaba música en la ducha, su ayudante de cámara (era un nombre algo obsoleto, pero seguía gustándole el toque aristocrático que confería) le puso al día de las novedades más interesantes. Detalles aburridos pero necesarios: las inversiones iban viento en popa gracias a las informaciones de su amigo Ventrue, la galería de arte seguía acumulando visitas y compradores gracias a los contactos en el mercado negro, la política local seguía haciendo la vista gorda con los horarios de cierre de la discoteca a cambio de pequeños sobornos cuidadosamente solapados... El ayudante (Bob, John, Juan, ¿cómo se llamaba éste?) seguía siendo tremendamente concienzudo en sus labores y yendo incluso algo más allá. Aportaba momentos de dulce placer con su cuerpo trabajado en el gimnasio y su joven sangre saciaba algunas necesidades imperiosas. Por lo demás, era uno más de la larga lista que habían pasado por ese cargo. Interesantes durante un tiempo, pero sustituibles.

Ayuda de camara

La noche era fría, como correspondía a un invierno crudo y desapacible. Los pequeños copos blanqueaban el abrigo largo que se había puesto mientras sus pasos le acercaban a la larga fila de su discoteca. Se forzó a respirar para que el vaho saliera de su boca de la forma más natural posible. Sonrió a los porteros, que ya le estaban abriendo paso entre el gentío. Hombres fuertes y bien entrenados condimentados con unas dosis mensuales de sangre vampírica hacían de ellos unos cancerberos perfectamente capaces de evitar que no entrara quien no fuera invitado. Al abrirse la puerta, la estridente música electrónica impactó sobre sus tímpanos como un mazazo. El local estaba lleno a reventar, con las pistas rebosantes de cuerpos agitándose en dudosa armonía. El ambiente cargado de humanidad y la cercanía de posibles presas hizo rugir a la Bestia en un intento deseperado de soltar sus cadenas y tomar el control. El vampiro puso toda su voluntad en llegar lo antes posible a su oficina donde pudo recuperarse con tranquilidad. Desde la enorme cristalera podía dominar toda la sala y allí estuvo un buen rato observando el devenir de personas en lo que consideraban uno de los locales más de moda de la ciudad, aunque no era un tugurio más donde intentaban olvidar sus preocupaciones a base de alcohol, drogas y sexo. Sobre todo sexo. Era lo que el local promocionaba sin tapujo ninguno: sexo, placer, hedonismo. Cada cual era libre de elegir cómo y con quién. Para ello había unos cuantos reservados que los clientes podían alquilar por un precio ajustado a sus exquisiteces. Desde aulas con profesoras muy severas hasta potros de tortura con amos más severos aún, pasando por clásicas camas con dosel o amplios salones para fiestas más multitudinarias. Con el dinero suficiente se podía conseguir todo lo que se deseara.

Dominatrix

Finalmente su aguda y experimentada vista localizó a una pareja de muchachos que reía en una mesa apartada y poco iluminada. Se gritaban al oído para entenderse y por sus gestos habían bebido algo más de la cuenta. Una maliciosa sonrisa cruzó fugazmente el rostro del vampiro, que salió del despacho y volvió a sumergirse en la marea humana esquivando con elegancia empujones y magreos. Más cerca de los ingenuos jovencitos (veinteañeros que creen poder jugar a ser mayores) se dio cuenta de que eran hermanos mellizos, uno rubio y otro moreno. A ambos les brillaban los ojos, de un color miel que atrapaba, pero sus rostros angelicales invitaban al pecado igual que acercarse demasiado a un precipicio. Esa noche les había tocado a ellos. Se sorprendieron cuando un desconocido se acercó a ellos y les invitó a una nueva ronda. No fueron conscientes de que el desconocido apenas probó su bebida, mientras que ellos la apuraban entre risas y comentarios subidos de tono. Nunca sabrían qué les atrajo más del desconocido, si su mirada pícara, sus labios carnosos y sensuales o sus caricias frías pero bien dirigidas. Nunca recordarían cómo fueron sutilmente dirigidos a uno de los reservados más discretos y apartados, donde la mullida cama les esperaba a los tres. Lo que sí tendrían claro, de un modo subconsciente y onírico, es que su sangre fue arrebatada de sus venas en el momento de mayor placer, hasta el límite del desmayo. Pero probablemente pensarían que fue un mal sueño provocado por el exceso de alcohol y el viciado ambiente.

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¿Quién caza al cazador? ¿Quién puede dar por hecho que un vampiro se ha sumido en el letargo? ¿Quién puede detener a una fuerza de la naturaleza? Al menos esta noche un Vástago se ha saciado sin dejar rastro de su infame crimen. Pero mañana tendrá hambre de nuevo…

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4 comentarios:

Deric dijo...

Me encanta! Deberías escribir más, lo haces muy bien.

Unknown dijo...

Muy bueno querido Principe, ha sido acaso el recuerdo de alguna de las noches pasadas?

Ya nos contareis.

El Duque.

Robin Shilvadin dijo...

Ay Duque... Y si fuera más bien el deseo de las noches futuras?

Unknown dijo...

Entonces, querido Principe, no queda mas que satisfacer este deseo, pues no hay mayor peligro para nosotros que mantener el recuerdo de los deseos no cumplidos. La locura acecha en cada rincon de esta oscura noche.

Saludos.

El Duque.