07 junio, 2007

Flechazos instantáneos...

Miércoles, 6 de junio de 2007

He de reconocer que fue amor a primera vista. Llevaba tiempo buscándolo y apareció allí, delante de mis propios ojos y, si alguien me lo hubiera contado, no me lo habría creído. No era perfecto, ya no hay nada perfecto en este mundo, pero se ajustaba a mí y lo que quería, casi como hecho a mi medida.



He encontrado un piso que me ha enamorado. No muy grande, en la zona centro, recién reformado y a un precio asequible para la media de esta ciudad. Un premio gordo con lazo de raso. Insisto en que no es el piso perfecto pero me gusta y me lo vendieron bien. Cocina italiana (sin tener muy claro lo que significa eso), diáfana para conectar perfectamente con el salón que está al lado. Tres habitaciones, la más grande con un armario empotrado de pared a pared. Baño y cocina montados a gusto del vendedor, sin estrenar y, desde mi humilde punto de vista, con bastante buen gusto. El único problema es que el baño me resulta un poco pequeño y asfixiante, pero se puede hacer una pequeña ampliación comiéndole espacio a una de las habitaciones pequeñas. Resultará acogedor, moderno y muy manejable.

El único problema es que el dinero no crece en los árboles y voy a pedirles un pequeño préstamo a mis padres y cada uno tiene un punto de vista diferente del concepto de piso ideal. No entraré en detalles porque bastante me ha costado el proceso (rápido o más bien acelerado, casi impulsivo y con muchas tensiones) pero les he convencido de que es el piso que me gusta y que quiero hacerme con él. Tal vez otro día haga una disertación completa acerca de lo bien que puede llegar a manipular una persona a la que quieres y que, en principio, sólo busca lo mejor para ti. Hoy no, bastante tengo con sobrellevarlo y convencerme de que he hecho bien y que debería estar alegre de meterme en la peor relación que todo ser vivo debe tener: una hipoteca.

A partir de la semana que viene comenzará mi periplo por los bancos para ver qué me ofrecen y qué me interesa más. Por un lado estoy algo "acojonado", porque mi suelo me llega con cierto relax a fin de mes, contando con los gastos fijos que tengo y lo que he intentado ahorrar mes a mes. Ajustarme más el cinturón será todo un esfuerzo, pero si lo puede hacer todo el mundo... También me da miedo pensar en la atadura que supone estar pagando mes a mes durante veinte, treinta o cuarenta años, porque se me hace casi el resto de mi vida. Es como si fuese a entrar en una aventura de una envergadura que no acabo de alcanzar a ver.

Esa aventura implicará un cambio (otra vez) de vivienda, ver qué se hace con el piso en el que vivimos ahora, compra de muebles, gastos del piso nuevo, adaptaciones, cambios, cambios, cambios... Me parece que me estoy volviendo un poco viejo porque me cuesta pensar en que mi vida va a dar un vuelco de arriba a abajo y se me acelera un poco el pulso. Bueno, un poco bastante.

Bienvenido a la edad adulta y lo que ello conlleva, Robin Shilvadin...

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