03 febrero, 2008

Nadie es perfecto

Sábado, 2 de febrero de 2008

Todos (y todas) buscamos a la persona perfecta. Queremos alguien a nuestro lado que cumpla todas características de perfección que nosotros consideramos adecuadas y que suelen diferir enormemente de las del resto del universo. El problema es que nadie se ajusta al 100% a ese perfil y nos sentimos un poco (estúpidamente) decepcionados. En vez de alegrarnos porque alcanza un admirable, por ejemplo, 85%, pensamos que es una pena que ese 15% afee el conjunto. Y empezamos a tejer una tupida telaraña que nos hace perder de vista lo que en el fondo buscábamos: alguien con quien sentirnos a gusto, que haga nuestra vida un poco más feliz y a quien nos apetezca ver cada día sonriéndonos al despertar.


Lo que resulta tan sencillo de expresar cuando lo piensas fríamente, se hace complicado cuando lo sentimos en propias carnes. El mundo de los sentimientos es tan oscuro y complejo como el de la fe y además no suele gustarnos hurgar mucho por si encontramos algo que no nos gusta. Analizar los propios sentimientos nos hace ver las cosas con perspectiva y la mayor parte de las veces no queremos perspectiva, sino fantasía. Un mundo de fantasía donde la perfección de los personajes y los escenarios de la obra que representamos es tal que el mundo real se nos hace demasiado complejo y decadente.

La perfección que buscamos, muchas veces es sólo una proyección de nuestros propios miedos y carencias. Queremos que alguien compense esa parte de nosotros que no acaba de convencernos, aunque sea de una forma subconsciente. Se suele decir que los opuestos se atraen, como los polos de un imán. Es más cierto de lo que parece. Sin embargo tampoco nos sentimos cómodos con alguien que difiere demasiado de nosotros, porque implicaría un proceso de adaptación que puede darnos bastante pereza.

En el fondo, como en todas las relaciones humanas, la complejidad de lo que implica depende exclusivamente de nosotros mismos, que somos quienes nos ponemos trabas y nos empecinamos en hacerlo todo más difícil de lo que es en realidad. Si dejaramos de lado las convenciones sociales conseguiríamos que la imagen se aclarase y sin además aparcáramos nuestras inseguridades, el camino se nos haría llano y llevadero. Pero no queremos. Siempre preferimos el camino con baches. Siempre.


3 comentarios:

Trystan dijo...

Erm... interesante, me has dejado sin opinar...

Eso sí... ¿la foto? Has salido elegido Reina de Carnaval?

Anónimo dijo...

¿Tal vez porque el camino con baches nos obliga a ir un poco más despacio por la vida?

Cruasán dijo...

Como siempre Maestro aciertas...