11 julio, 2008

Madrid: Soledades

Viernes, 11 de julio de 2008

Por si alguien no lo sabía (cosa que dudo), este fin de semana pasado fui a Madrid a la Mani del Orgullo. Javi tenía una boda familiar, con lo que pude ir solo, con toda la libertad del mundo y sin intención de quedar con (casi) nadie.

En el viaje de ida coincidí con un viejo conocido y estuvimos hablando un rato antes de caer bajo el influjo soporífero de la carretera y el MP4. A la vuelta, cosas de la vida, íbamos en el mismo autobús y se fijó en la gran cantidad de páginas que había avanzado en mi libro de lectura. "Qué malo es eso", me dijo, "Tú has pasado mucho tiempo solo". Me quedé un poco asombrado de su capacidad de observación y le expliqué que en realidad leía muy rápido y sí que era cierto que había estado a mi aire, pero tampoco excesivamente solo.

La cuestión es que me dio por reflexionar acerca del fin de semana y mis ratos de soledad. He intentado sacar algo en claro de cómo me sentí, de cómo los disfruté y... Bueno, en realidad lo estoy haciendo sobre la marcha, así que improvisaré.



Ciertamente tampoco es que tuviera mucho tiempo para estar solo: generalmente al acostarme y levantarme, dado que la televisión no funcionaba, y en mis breves ratos paseando por el centro o cuando había quedado con Alber (mi compañero de la facultad que ahora tiene curro en Dinamarca pero había venido de vacaciones). Era una sensación relativamente nueva, porque estaba fuera de mi ciudad, de mi círculo y sin Javi a mi lado. No me sentía en absoluto desamparado, ni triste, ni solo. La sensación era una mezcla agridulce de melancolía y tranquilidad. Me daba cuenta de que me he acostumbrado a estar siempre acompañado y que lo necesito como un complemento más a mi vida. Soy un animal social y así como hay gente que prefiere estar a su aire, es más independiente y sólo busca la compañía de vez en cuando, yo no puedo quedarme aislado demasiado tiempo. Empiezo a hablar solo y a darle vueltas a las ideas más absurdas.

En Madrid no aproveché para reflexionar sobre lo que me ha ido ocurriendo este año, no quise hacerlo. Sabía que si volvía a tocar ciertos temas, no saldía del hotel en todo el fin de semana y me daría, tal vez, por llorar como un energúmeno. Y no estaba dispuesto a desperdiciar la ocasión de salir y divertirme. Y menos aún con lo que me había costado el hotel. Preferí analizarme y descubrir que no me angustia estar solo, pero porque sabía que era algo temporal y que a golpe de llamada podía quedar con algún conocido.

Cuando en algún momento me he planteado que mi relación hacía aguas y que tal vez cupiera la posibilidad de dejarlo por un tiempo, siempre me asalta la sensación de que podría sentirme tan solo que caería en brazos de cualquiera para recuperar esa dependencia emocional que me caracteriza. Mucha gente me dijo en su momento que no podía seguir con alguien por el mero hecho de no querer sentirme solo, pero me temo que en muchos casos las relaciones se basan en eso. Y más las relaciones que llevan varios años fraguándose. Te veas poco o te veas cada día, desacostumbrarse a una presencia constante a tu lado es muy duro. Saber que puedes tener a alguien a quien contarle tus neuras, que aguante tus manías y que perdone tus pequeños defectos, es un tesoro que pocos sabemos apreciar.

Sin embargo, saber disfrutar de la propia soledad, aprovechar esos pequeños momentos para aislarse del mundo y mirar un poco dentro de nosotros, también es algo que casi nadie disfruta. Nos aterra quedarnos a solas con nuestras propias voces interiores, porque las silenciamos a lo largo del día con conversaciones, trabajo, televisión, neuras propias y ajenas... Y cuando tienen la más leve oportunidad de hacerse oír, revientan en nuestro cráneo como un coro de psicofonías furiosas, golpeando las paredes y arañando las puertas. Nos da miedo y no queremos que suceda, por eso siempre estamos ocupados, de aquí para allí, acompañados y conversando. Poniendo mordazas a nuestros demonios interiores, nuestras Bestias vampírias, nuestras neuras personales, nosotros mismos al fin y al cabo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya lo sabes, a mí me viene a pasar justo lo contrario: lo que no soporto es estar todo el día acompañado. Aprender a disfrutar de la propia soledad (con la única y agradable compañía de un buen libro, por ejemplo) es uno de esos más bien escasos regalos que nos hace la edad. Y como tú cada día estás más viejuno, seguro que lo irás disfrutando cada vez más: jiar jiar jiar :-)

Nd Narváez dijo...

Me encantado leerte, sí y me ha hecho pensar un rato en mi situación. Ahora ando reconciliandome con mis momentos de soledad y empezando a disfrutarlo y saborearlos, pero es verdad que a veces me ahogan esos momentos y tengo que tirar de telefono amiga por amiga a ver quien tiene un rato para salir, charlar, unas cañas, con tal de salir un poco de esa soledad. Echo de menos eso de tener a alguien que me aguante las neuras y esté ahí para que me escuche, pero sí, poco a poco me voy adaptando a la nueva situación. Por otro lado, es verdad que hay gente que no es capaz de estar sola, y mantiene una relación aún cuando esta ya no funciona desde hace tiempo, y tan solo es capaz de dar el paso una vez que tiene a otra persona que le haga compañia. Cada persona un mundo, y creo que todos intentamos hacerlo lo mejor que podemos. Sí, me ha gustado mucho leer! :)

Anónimo dijo...

O sea, que yo todo el día pendiente de tí en Madrid, me haces darme el paseo de mi vida al sol buscando el hotel, y tú luego coreando a los cuatro vientos que te has pasado todo el día solo. Venirme de Dinamarca para esto...

Venga, que te perdono si me mandas un beso.

Alber

Robin Shilvadin dijo...

Al, sabes que no desprecio en absoluto los ratos que pasé contigo. Más bien al contrario, sin ti habría estado más solo que la una. Te echaba de menos un montón :(

Jo, si hasta te he nombrado en la entrada! Qué quieres, un monográfico? Mira que como me lance un día a recordar aquel paseo por los Jerónimos de Salamanca... XD

Anónimo dijo...

Y mi beso?

Robin Shilvadin dijo...

Pero qué manía tenéis con entrar como anónimos... De verdad, que no os cuesta nada poner un nombre/apodo y no es necesario registrarse!

De qué beso me hablas? Porque anda que no di ese fin de semana... :p (chincha)

Dan dijo...

Mi falta de dependencia consigue q nunca tenga pareja si no estoy realmente enamorado y me alegro por ello. Tienes q plantearte las cosas, pq estar por estar no es sano y sólo trae infelicidad. La soledad es una bendición q tienes q aprender a valorarla. Y de todas formas los amigos son algo muy importante. Ellos siempre te pueden escuchar aunq no se acuesten contigo. Aparte de lo q he dicho y has dicho supongo q habrá más cosas, así q adelante!

Robin Shilvadin dijo...

Ay Dan... Creo que casi todos habéis entendido mal mis reflexiones.

No es que me estuviera planteando mi relación. Ahora no. Ya no. Simplemente pensé en cómo me sentiría sin Javi a mi lado, sin su cariño, sus caricias, sus mimos, sus comentarios, sus enfados, sus manías... Y disfruté durante un fin de semana su ausencia, porque por mucho que se quiera una pareja es necesario tener momentos de esparcimiento propios. Y así fue.

Por lo tanto... TENEMOS RELACIÓN PARA RATO!!!