10 agosto, 2008

Alcanzando metas

Domingo, 10 de agosto de 2008

Estamos muy deportistas con esto de los Juegos Olímpicos, aunque no les esté prestando demasiada atención. Pude echar un vistazo a la ceremonia de inauguración porque esa tarde trabajaba y la noche que la repitieron me quedé dulcemente dormido en el regazo de Javi (como casi todas las noches que vemos la televisión juntos). Visual, estética, bonita... Pero los comentaristas dejaban bastante que desear. Para mí que tenían casi menos idea que nosotros de lo que iba apareciendo en el estadio y no se habían preparado ni una miserable línea. Estoy seguro de que quedaron miles de detalles pendientes de explicar, porque la simbología que envolvía cada representación estaba pulcramente cuidada y deliciosamente repasada. En fin, para otra vez será, supongo.

Por suerte llegaron las delegaciones de los países y la nada superficial admiración de cuerpos. Me quedo con dos especialmente (al abanderado húngaro lo he descartado hoy al ver algunas fotos suyas más variadas) de la armada española.

David Cal, nuestro abanderado. Con un "ñam, ñam, ñam" creo que soy bastante explícito.


Rafa Martínez. Una pose muy... Emmm... En fin, ahí está.

El mismo Rafa Martínez en una foto algo menos golosa pero con mejor cara.


De todos modos, cuerpos atléticos aparte, el fin de todo deporte es alcanzar una meta. O un resultado. O un final. Pero siempre me he preguntado: "¿Y después, qué?" Se ha sudado mucho, se ha entrenado mucho, se ha sufrido mucho y una vez logrado... qué. Porque toda la energía utilizada y (bien) aprovechada, deja un pequeño vacío que se llena temporalmente con el dulce sabor de la victoria. Sabor que se diluye lenta pero inexorablemente sin más.

Los deportistas no son los únicos que buscan alcanzar metas. Todas y todos lo intentamos cada día. Algunas metas son más inmediatas y otras más a largo plazo. Pero aún así, una vez conseguidas pueden dejar un hueco difícil de rellenar. Aunque, claro, esta generalización será probable que no se cumpla en la mayoría de los casos. En el mío, sí.

Por ejemplo, recuerdo cuando en la universidad montamos unas obras de teatro. Todo un año ensayando, organizando, tirándonos de los pelos (a veces casi literalmente) y finalmente el día del estreno. Al final saludabas, abrazabas a tus compañeros y recogías. Y ya estaba. Fin de la historia. Los recuerdos perduran y a veces son tan gratos que me pongo un poco tontorrón. El vacío, por suerte, fue rellenado. Pero sigo sintiéndolo cada vez que logro un objetivo importante.

El juego de la seducción tiene un efecto parecido en mí. Cuanto más complicado me lo ponen, cuantos más obstáculos hay, mucho más entretenido. Pero una vez puesto el banderín en el castillo conquistado... Ya está. A no ser que el objetivo tenga un interés estratégico para mi estabilidad personal, en cuyo caso se defiende como una fortaleza, enseñando los dientes y las garras y todo el ejército si es necesario. A veces exageradamente...

Pero estoy empezando a desvariar. Debe ser por el terrible dolor de cabeza que llevo arrastrando todo el día. El próximo día prometo desarrollar este tema más coherentemente. Prometido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues si, a veces lo mejor de alcanzar una meta no es el hecho e si mismo de lograrla, sino el camino recorrido hasta llegar a ella.

Espero que alcances, si no todas, muchas de tus metas vampirito.

Ah, me quedo con David Cal, sin duda alguna...

Saludos del caramelito, Emanem

PARGOLIM dijo...

Pues si,llevas razón Rober. Por un lado una vez que alcanzas una meta...luego que?? pues que buscamos otra, este es el sino del ser humano. Y por otra...no hay que olvidar a Gervasio Defer, que me pongo malito solo de nombarlo y algunos nadadores, el equipo de water-polo, los de voley-playa....y un largo etc...vivan los jj.oo!!!!