28 agosto, 2009

Rebaños de sangre

Viernes, 28 de agosto de 2009


El vampiro se relamió los labios de puro deleite previo al banquete en sí. Casi podía sentir la calidez de la sangre recorriendo su garganta mientras cada fibra de su ser gritaba de gozo. La Bestia le susurraba que no esperara más y que se lanzara sobre aquel cuello descubierto, delicado y pulsante. Pero el placer de la caza hacía más excitante el final y le ayudaba a contenerse.

Un Toreador bien posicionado que se preciara, siempre tenía a mano un buen Rebaño para alimentarse sin tener necesidad de andar acechando a vagabundos en las esquinas o tener que usar sus dones vampíricos para eliminar pruebas que pudieran hacer peligrar la Mascarada. Un buen grupito de humanos que supieran qué se hacía con ellos, pero que estuvieran encantados de ser los recipientes de su maestro. O tal vez un culto de sangre, donde el dios otorgaba favores a los más devotos. Incluso, una vez conoció a un Ventrue que tenía especial obsesión por las jovencitas de alto nivel adquisitivo y montaba fiestas en su mansión para que acudieran y así poder "disfrutar" de ellas. Sin duda era de lo más inadecuado, pero era su método.

El vampiro volvió a sonreír ante un supuesto chiste de su interlocutor. No sabía qué había dicho, pero era lo que el pobre incauto esperaba y así ganaría algo más de confianza. Desde luego, todo aderezado con la manipulación emocional que estaba ejerciendo sutil y sobrenaturalmente. Era un joven rubio, una presa muy habitual, con sangre nórdica mezclada con algo más latino. Su blanca sonrisa y su espigada figura hacían de él un delicioso trofeo que pronto pasaría a un lugar preponderante en su Rebaño. Pero no se hacía ilusiones, muchos otros habían ido y venido o habían tenido que "desaparecer" por acercarse demasiado a la verdad. Pero éste... Su curiosidad no atravesaba nada más allá de lo que iba a suceder aquella noche entre las sábanas del apartamento al que acudirían más tarde para "la última". Mejor para él.


Pasada la velada y con el joven rubio descansando sobre su frío pecho, se permitió el lujo de dejar de enviar sangre para aparentar ser humano y que diera la sensación de que el corazón latía a un ritmo adecuado a la situación. Su sangre, cargada de hormonas, le había devuelto a la memoria las perdidas sensaciones del orgasmo, el sexo desenfrenado, la paz física y espiritual al terminar... Por eso le había dejado dormirse en vez de despedirlo con cajas destempladas. El pobre muchacho había sentido un placer mucho mayor que el orgasmo cuando los colmillos se clavaron en su arteria. Esa era la ventaja del Beso, que en ciertas ocasiones podía pasar desapercibido. Y había sido una de ellas.

El vampiro pensó en el resto de su Rebaño y se dio cuenta de que eran rostros y nombres de los que sólo conocía lo justo para poder llamarlos, mantener una conversación pasajera y llevárselos a la cama. Sólo conservaba buen recuerdo de algunos y además estaban, cómo no, los "preferidos". Aquellos que no eran sólo bolsas de zumo, sino que compartían inquietudes, aficiones y tal vez incluso conseguían deslumbrar sus muertas pupilas. ¿Cómo era aquel estudiante de medicina? Tan jovial, sonriente y siempre queriendo dar más. Se resistió al juego dando a entender que sólo probaba la resistencia de su conquistador, pero no poniéndolo fácil de ninguna manera. Las excusas eran de lo más variadas, pero siempre retrasaba aquel primer momento en el que el no-muerto tomaría su esencia. Hasta que por fin sucedió.

El futuro médico organizó la velada y lo hizo de una forma exquisita. Pidió reserva en un restaurante del centro, con grandes ventanales y media luz. A pesar de la complicación de fingir que comía (poco, con la excusa de unos problemas gástricos), los cruces de miradas se sucedían sin que ninguno se preocupara por ocultarlos. Hubo cumplidos y risas de satisfacción, caricias veladas y roces procaces, pequeñas mentiras y falsos secretos. El vampiro se sintió casi vivo, posiblemente debido al poco vino que se había obligado a ingerir, pero con una sensación extrañamente algodonosa y cálida. No recordaba el momento en el que el muchacho lo había acorralado contra la pared de un callejón desierto para besarlo como si fuera a acabarse el mundo. Pero sí fue consciente de la suavidad de sus labios y cómo jugaba con la lengua como si fuera una serpiente.

Finalmente dieron con la llave del apartamento del lujoso rascacielos entre risas y manos en lugares inadecuados. La ropa desapareció de sus cuerpos sin demasiado cuidado y cayeron a la cama abrazados, besándose para dedicarse el uno al otro. El vampiro tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para contener a la Bestia, que agitaba sus cadenas pidiendo sangre. Y sangre tuvo, pero en el momento adecuado. El punto elegido esta vez fue la ingle, donde el chorro salió con fuerza llenando la boca y rebosando por los labios. La explosión de sabores y sensaciones fue brutal para ambos, que terminaron compartiendo esa sangre mezclada con saliva, sudor y semen. Una especie de comunión de espíritus.

Desde ese día, comprendió que debía limitar su contacto con esa sonrisa demoledora y esa mirada brillante o se perdería para siempre... De nuevo.

Y sin embargo estaba deseando volver a verle.

Mientras tanto, el rubio medio sueco dormía plácidamente sobre su pecho.


3 comentarios:

Deric dijo...

a veces yo me siento víctima de un vampiro pero sin necesidad de que me chupe la sangre, solo el alma...

El estudiante de medicina dijo...

Es impresionante lo demoladora que puede ser la sonrisa de un mortal... ¿verdad?

Recuerde, mi señor toreador, que para la próxima hemos obviado los límites...

¿Quién ha dicho que yo no quiera que liberes a tu bestia?

Te daría un beso, pero mejor que me lo des tú...

Sufur dijo...

¿Berlusconi, un Ventrue? Qué mal gusto, por Dior...