02 abril, 2008

Humanidad

Miércoles, 2 de abril de 2008

El vampiro se despertó de su pesadilla sabiendo que había gritado antes de abrir los ojos. Se notó el cuerpo empapado de sudor y pudo corroborarlo por las manchas escarlata en las sábanas. Como todos los de su raza, el sudor estaba mezclado con el líquido que les permitía levantarse cada noche y les concedía la inmortalidad. Ese sudor que ahora era la prueba, junto con una innecesaria y agitada respiración, de que el sueño que acababa de abandonar había sido en absoluto plácido. Todavía podía alcanzar, esquivos, algunos retazos de imágenes que le habían atormentado. Agarró las telas que lo cubrían con excesiva fuerza y cerró los ojos para resistir de nuevo la oleada de miedo que le invadía. Veía los rostros difusos, escuchaba sus voces, notaba caricias heladas, eran los fantasmas de aquellos que había asesinado desde que su sire le había transformado. Eran espíritus que pervivían en sus recuerdos, que le atormentaban desde el más allá y que le recordaban que era un animal de instintos, que la Bestia que habitaba en su interior se había cobrado víctimas sin ningún remordimiento. Los filósofos entre los no-muertos aseguraban que la angustia que sufrían algunos de sus hermanos en la sangre era debida a los retazos de Humanidad que aún les ataba a su pasado. Sufrir implicaba no haber caído aún en los dulces brazos de la locura y que aún se tenía algo de control sobre el propio destino. Si se creía en el destino, desde luego.

A pesar de que aún no había caído la tarde, el vampiro no pudo conciliar el sueño de nuevo. Le invadía el sopor que indicaba que los rayos del astro rey aún acariciaban el cielo, pero aún así Morfeo se negó a acunarle en sus largos y dulces brazos. Se levantó malhumorado y cambió el juego de cama, que después alguien se encargaría de llevar a lavar. O directamente de quemarlo. Cuando el despertador le indicó con su estridente melodía que ya podía pasear por la casa sin miedo a quemarse al pasar delante de las ventanas, se arregló con esmero y se preparó para salir. Aquella noche tenía numerosos compromisos sociales y debía mostrar el mejor aspecto posible, pese a que en su interior lo que deseaba era echarse de nuevo y descansar, sin ser atormentado por sus pesadillas personales.

Moviéndose entre los suyos y el ganado pudo olvidarse de las malas sensaciones del día pasado. Volvió a sonreír y se mantuvo firme en los continuos juegos de salón que conllevaba la sociedad de los Vástagos. Se puso al día de novedades, cotilleos y cambios en la escala de poder. De todos modos no podía evitar recordar la viveza de algunos rostros que volvían a su memoria, la crudeza de las frases que le imploraban perdón o le acusaban de asesinar a sus dueños. Generalmente movía la cabeza, para sorpresa de quien le acompañaba, y se obligaba a mantener la máscara de fingida alegría que siempre presentaba. Cuando uno tiene una reputación y una imagen, mantenerlas es lo primero. Por más que necesitara reflexionar acerca de lo que sentía, prefería no detenerse o la avalancha de emociones le embargaría y le arrollaría inevitablemente. No debía permitirlo o sería el fin.

Se encontraba en una fiesta en un importante museo de la ciudad, celebrando la presentación de una muestra de imágenes de un artista en alza. La fotografía que observaba en aquel momento le tenía completamente hipnotizado. Representaba un ángel rubio de enormes alas blancas y brazos abiertos, desnudo por completo y con la cabeza echada hacia atrás en un gesto extasiado. Detrás, oculto por la figura del imponente ser, un rostro demoníaco mordía el cuello ofrecido y miraba de reojo al espectador, divertido, tentador, desafiante... El vampiro se sumergió en la debilidad de su clan y pudo percibir los puntos que la impresora había dejado. Cuanto más se concentraba, más vida adquiría la instantánea, con el viento agitando las plumas de las alas, los gemidos de placer del ángel y la succión de la sangre por parte del demonio que lo estaba matando... Incluso pareció percibir un ligero olor, pero parecía perfume, muy real, conocido... "Es Carolina Herrera, supongo que la conocerás", dijo alguien a sus espaldas. Sacarle de su ensimismamiento le produjo tal ataque de ira que a punto estuvo de perder el control y descargar un puñetazo en la cara de quien le había molestado. Pudo contenerse a tiempo y comprobó que quien le había hablado era un Malkavian, un vampiro del clan considerado loco por todos excepto por ellos mismos. "Qué típico de los Toreador", le dijo con una expresión divertida en el rostro, "prendarse de un imposible, ensimismarse con lo que no pueden alcanzar, agarrarse a un sueño antes que reconocer sus limitaciones". Y dicho esto se alejó soltando carcajadas como si le hubieran contado un chiste muy gracioso.

Quedaban aún unas horas para el amanecer, por eso no le importó caminar hacia su refugio mientras ordenaba sus pensamientos. De nuevo uno de esos malditos lunáticos le había trastornado con sus comentarios, que estaban fuera de lugar, pero que siempre le llegaban a lo más recóndito de su alma. ¿Lo habría dicho sabiendo a qué se refería? ¿Sería un comentario al azar que había dado en el blanco por casualidad? La situación se le estaba yendo de las manos, no podía continuar así. Las pesadillas, la desconcentración, el continuo desasosiego... Era el momento de poner freno y debía hacerlo de un modo tan seco y cortante como lo había sentido él en su momento. Alejaría aquello de sí y continuaría con su vida soltando el lastre que le impedía avanzar... En la oscuridad de la madrugada, un joven se apoyaba en un portal esperando a alguien. Fumaba y el humo se enredaba en su cabello corto, castaño claro, y su rostro delgado se escondía detrás de unas gafas de marca que corregían un defecto visual de unos impresionantes ojos azules. El vampiro y el muchacho se miraron. Era el momento de poner freno...


4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Malkavian? ¿Malkavian? Los Malkavian no existen. Y, si existieran, no estarían locos. Eso son solo habladurías de lenguas maledicientes ¡Faltaría más!

Anónimo dijo...

es muy bueno!

Robin Shilvadin dijo...

Gracias Aran, pero creo que jamás podré competir con tus interesantes descripciones...

Y sí, Gwathadan, sabía que saltarías con ese tema, pero los Lunáticos existen y están como cabras drogadas. A ver cuándo entras en razón, tarado de las pelotas!

Anónimo dijo...

wuaho!!!! no imagine nunca esta faceta tuya!!! ya me gusta....
lo leere mas a menudo!!!
cada vez me engancharas mas!!!!