01 septiembre, 2008

Chocolate belga

Lunes, 1 de septiembre de 2008

Se dice que el chocolate belga está delicioso. Puede tener un sabor tan delicado que satura el sentido del gusto y anula la capacidad de saber los condimentos que le acompañan. Pero su mera imagen despierta cierta sensación de ansiedad y deseo irrefrenable que puede llevar a cometer un pequeño acto de maldad. Puede ser algo premeditado o podríamos considerar que nos dejamos llevar por nuestras más bajas pasiones, pero siempre tendremos la excusa de que la tentación era demasiado fuerte y no pudimos evitarlo.


Cuando se toma un bombón de chocolate belga en las manos se puede sentir su crujiente textura exterior, casi como un amago de protección al delicioso núcleo que nos espera. Debemos cogerlo con cuidado, ya que el mero calor de nuestras manos puede hacer que se derrita y echemos a perder el gozar plenamente de las sensaciones que pueda ofrecernos. Sin dejar de admirarlo se acerca a nuestros labios entreabiertos y el aroma potente nos embarga y envuelve para complementar el abanico de placeres del que seremos víctimas. Cuando se clavan los incisivos y los primeros crujidos resuenan inevitables, ya no hay marcha atrás. El chocolate líquido inunda como un torrente nuestra boca y baja por la garganta abriéndose paso sin pedir perdón por la intrusión.


El subidón, los nervios enviando señales al cerebro, nuestros ojos cerrados... Todo ello mejora y multiplica la sensación hasta convertirla en algo prácticamente orgásmico, pero sin igualarlo... Aún. Es probable que echemos la cabeza hacia atrás, tal vez para evitar que esas gotas de relleno se desperdicien. Y tal vez al hacerlo emitamos un ligero gemido primigenio de placer incontrolable, de olvido de la realidad, de egoísmo puro y duro. O tal vez nuestra lengua juguetee con lo que quede de cobertura antes de masticar (o lamer, según gustos) lo que quede. Porque ahora sí que se habrá derretido en nuestros dedos. Dedos que también lameremos por el placer de saborear los últimos restos de unas sensaciones que conseguirán hacernos sonreír y sentir que flotamos sin tocar el suelo.


Posiblemente todos hayamos tenido la posibilidad de comer un buen bombón, tal vez belga, tal vez no. A veces tienes la impresión de estar cometiendo una pequeña travesura, de que no es conveniente... Pero quién puede resistirse a un dulce exquisito, que tan generosamente se ofrece. Quién puede decir que no a la mera idea de sensaciones encontradas, mezcladas y agitadas en nuestro interior. Quién puede rechazar uno, sólo uno, una sola vez, intentando convencerse de que no repetirá porque no se debe (pero sabe que a la mínima oportunidad caerá de nuevo en la tentación). Así pues... ¿Por qué negar la evidencia?

Dejémonos llevar por la exuberancia de los chocolates belgas. O por los bombones de cualquier otra pastelería. Sencillamente, tomemos la iniciativa y cojamos uno... Espera. ¿Sólo uno?

3 comentarios:

Sufur dijo...

Zorrusca... :-P

PARGOLIM dijo...

En fin, que decirte....no se puede empezar mejor septiembre no??
A mi el chocolate de todas las formas y maneras.
Besis!!

Anónimo dijo...

Me quedo con los dos últimos bombones. Los de chocolate ni fu ni fa. Vamos que prefiero otros dulces antes que el chocolate. Ya tú sabes ;)
Besos
Xancín