11 septiembre, 2008

Viajando sin parar

Jueves, 11 de septiembre de 2008



Caramba, al escribir la fecha me he dado cuenta de que es un fatídico día. Hoy los norteamericanos vuelven a ponerse los crespones negros para recordarle al mundo (porque ellos creo que siguen sin olvidarse) que hace unos años fueron objeto de uno de los peores atentados terroristas de la historia. Y hoy también se celebra el funeral multitudinario por el accidente de Barajas. Podría ponerme estupendo y trivializar estas dos cuestiones pero creo que son temas muy delicados y que debería andar con más cuidado del que me apetece.

Pero hoy me ha tocado estar una vez más en la tienda de Calahorra, cubriendo las vacaciones de una compañera y mañana otra vez más. Llevamos así la semana pasada y ésta. Fue una mala decisión tomada por otras personas debido a la prisa, pero así la hemos llevado entre mi compañero y yo. En este pueblo, este centro comercial, por las mañanas, es muy tranquilo y me permite aburrirme como las ostras en el inmenso océano azul porque no tengo nada que hacer. Otra cosa son los asuntos pendientes en mi tienda habitual, pero he decidido no agobiarme con ellos. Cuando esté allí, lo haré.



La soledad, como siempre, me permite ponerme un poco al día conmigo mismo y mis pensamientos. A veces sólo necesito un rato para caer en el estado meditativo que suele sorprender a la gente que me conoce, pero me ocurre, sin duda. Me considero una persona muy introspectiva, que se come mucho la cabeza para mí mismo, sin acabar de exteriorizarlo. Me he acostumbrado a eso con el tiempo y ahora es complicado revelar los enrevesados pensamientos que puedo llegar a hilar. De hecho, a veces tengo asociaciones mentales que yo tengo que plantearme para saber cómo he llegado a ellas.


Casualidades de la vida éstos días me han preguntado un par de personas qué tal estaba, cómo iba mi relación con Javi y cómo estaban aquellos temas primaverales (no me apetece buscar las entradas, no tengo ánimo para volver a leerlas). Todo va bien, todo es perfecto, todo es maravilloso y estupendo y sonrío y doy credibilidad a mis palabras. En el fondo es lo que la gente quiere oír, que eres feliz, que te va bien y que aún se puede creer en el amor (o en lo que sea). En parte les cuento la verdad y en parte me callo mis reflexiones solitarias. Hoy voy a dejar algunas aquí, por liberarme de carga emocional mal contenida.

No hay que alarmarse: estamos bien. Pero después de un derrumbe emocional como el de hace unos meses, las cenizas suelen encenderse levemente en cuanto sopla un poco de viento. Ya no me planteo qué hubiese ocurrido si hubiera tomado una decisión en otra dirección, no tiene sentido. No me planteo mi vida de otra manera a como la estoy viviendo ni otro futuro al que tengo de forma inmediata ante mis narices. No me planteo nada porque es inútil. Pero no como una desesperanza anclada a un futuro oscuro y vacío. Simplemente he llegado a la conclusión obvia de que cuantos más planes hagas, más se te pueden caer por los suelos, con lo cual es mejor ir poco a poco y preparar lo que está en tu mano y a tu alcance y que puedas apreciar/corroborar/comprobar en un breve plazo. Supongo que el placer inmediato sigue controlando mi vida. Hay cosas que nunca cambian.


Estamos bien y estoy bien. Tal vez la llegada del otoño esté revirtiendo un poco mi espíritu infatil y banal, que suele despuntar cuando menos debería. Pero así son los niños. A veces me sorprendo con la mirada perdida en el infinito, con pose melancólica y divagando acerca del daño que he podido causar y que puede que haya dejado cicatrices imborrables. Retorno a la primavera, a los días perdidos llorando casi sin parar, a la dureza de las decisiones terrenales, al placer de encontrar unos brazos que me daban el calor que necesitaba. Avanzo por un verano llego de altibajos menos intensos pero rodeados de colorido para no asustar a quienes me rodeaban. Ha sido un verano que ha pasado sin pena ni gloria, dado que no nos fuimos de vacaciones a ningún lado. Vacaciones que suelen marcar el año y para mí son el respiro de la cotidianeidad asfixiante. He rebajado mi libido para replegarla a unos niveles aceptables y manejables, aunque siga siendo un demonio que me susurra tentadoramente desde el rincón más oscuro de mi mente. Son épocas, me digo a veces, sólo son épocas que pasan.


Sólo son épocas y pasarán. Las buenas y las malas, como un ciclo. Ahora mismo puedo considerar que estoy en una de las "buenas", pero sigo teniendo en mente aquellas "malas" y no quiero que vuelvan a repetirse. Al menos no porque yo haga algo provocándolas. Otra vez no. Otra vez no...


Pero no puedo dejar de recordarlas y pensar que, en su momento, fueron MUY buenas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Demasiadas cosas, demasiado intensas. ¿Lo mejor?... que las has vivido. Y has aprendido cosas, y están ahí, y te das cuenta de que, pase lo que pase, puedes seguir emocionándote y sintiendo. Las decisiones siempre son duras, pero es mejor equivocarse uno mismo que no seguir los dictados de otros y que, al final, encima, te digan que la culpa es tuya por haberles hecho caso.
A veces, los impulsos, te hacen vivir momentos inolvidables. Ni siquiera vale la pena hacer juicios de valor sobre ello. Pasó y punto final. Que te quiten lo "bailao".
Besos.
Xancín

PARGOLIM dijo...

Lo has definido a la perfección, todo es un "subeybaja".
Para lo bueno, para lo malo, para todo...tienes tu blog y a los que te rodeamos desde hace ya un montón de años.

Un besazo muuu gordo!!

Sufur dijo...

Los viajes... siempre se dice que viajando se conoce mundo. Puede ser. Pero lo que no se dice tan a menudo es que viajando se conoce mejor a uno mismo. Esas horas de soledad al frente del volante o en la sala de espera del aeropuerto, esas noches a solas en el hotel, ese sentirse forastero. No tiene precio.