19 enero, 2009

Deconstruyendo

Lunes, 19 de enero de 2009

Siempre se dice, supongo que por ese espíritu positivo que tienen algunas personas, que es necesario destruir para poder construir de nuevo. O que tras un terremoto se vuelven a levantar edificios más altos y más fuertes. Tal vez, pero el caso es que hay que destruir primero para poder "re"construir. Y me temo que eso es lo que estoy haciendo yo ahora mismo con mi vida.


He lanzado un órdago en mi relación. Está hecho, no hay marcha atrás. Hay momentos en los que crees que no merece la pena seguir engañándose y ponerte excusas a ti mismo con las bobadas habituales o alargando plazos que sabes que no vas a cumplir jamás. La realidad es una putada, una jodida putada, pero es lo que hay y donde se vive. Por eso no tiene sentido cerrar los ojos y rezar en silencio para que al abrirlos todo haya cambiado a nuestro gusto.

Así soy, he dicho. No voy a repetir más veces que voy a cambiar porque sé que no puedo no quiero, he dicho. Quien me quiera, tendrá que aceptarme con todo, incluso con lo peor que tengo, he dicho... Y así escritas, fuera de contexto, parecen un acto de valentía y sinceridad digno de las peores novelas de kiosko de barrio. Ojalá, pero no es así. Lo que hay que aceptar es lo inaceptable, lo que no es una relación "al uso". Esa parte de mí es oscura y no debería existir, pero está ahí y no la puedo separar de mí mismo porque soy yo. Sin mi lado salvaje y egoísta no estaría completo, sea ético aceptarlo o no.

Sin embargo, ¿es ético hacer que tu pareja deba aceptar tras siete años de relación que decides que no vas a cambiar lo que menos soporta? ¿Es correcto ponerle en la disyuntiva de "todo o nada porque yo ya no voy a esforzarme más inútilmente"? ¿El sacrificio merece la pena? ¿Le merece a él la pena, por mucho que me quiera, seguir aguantando y apretando la mandíbula para no gritar? ¿No conseguirlo, no hacer el esfuerzo, implica que le quiero menos? ¿O que no le quiero? ¿O que no le he querido nunca?


Es cómodo no pensar, dejarlo de lado. De momento la vida sigue igual, no hay cambios sustanciales. Es como si la Conversación hubiera quedado como algo visto en una mala serie americana. Hay más mimos, más cariño, vuelve a haber complicidad, pero... ¿Qué ocurrirá cuando la Bestia ataque de nuevo? No hay posibilidad ni ganas de resitencia, así que anulará (como siempre) la poca fuerza de voluntad que puedo tener almacenada y actuará a su gusto en el terreno que mejor conoce. No respetará nada y sólo tendrá claro el objetivo que tiene en mente. Y el problema es que casi lo estoy deseando, porque en esos momentos no piensas, no hay remordimientos, sólo dejarse llevar y gozar...


En serio, ¿por qué cuesta tanto luchar contra el ideal de relación y pareja que nos han inculcado desde el principio? ¿Tan enterradas están las imágenes idílicas que deberíamos cumplir? ¿Por qué no puedo yo tenerlo y en vez de eso hago daño y manipulo? En fin...

4 comentarios:

Sufur dijo...

No parece que existan respuestas, al menos no inmutables. Nos toca vivir siempre en el filo de la navaja, haciendo equilibrios. Moviendo las manos y las piernas de forma ridícula para no caernos. Así nos va.

fisiologus dijo...

uf, cómo está el patio! espero que vaya todo bien después de todo.

Anónimo dijo...

no sabes cómo te entiendo, bien, sí lo sabes

Deric dijo...

Muy cierto, a veces es necesario destruir para poder reconstruir y levantar una casa nueva y más sólida