30 enero, 2009

Oasis

Jueves, 29 de enero de 2009

Además de ser lugares idílicos donde los camellos del desierto sahariano (o el que sea) paran a descansar o reponerse de la sed, un oasis es cualquier espacio físico o imaginario donde nos refugiamos para abandonarnos del mundanal ruido y cerrar la puerta a las preocupaciones y rutinas. Y todos y cada uno de nosotros sabemos dónde está nuestro oasis de forma segura y clara, porque es donde nos sentimos bien, cómodos, a gusto y en perfecta compañía con nosotros mismos. Allí aclaramos nuestras ideas, buscamos soluciones a problemas o simplemente dejamos de pensar en nada, nos relajamos.


Yo he tenido muy abandonados mis oasis últimamente. Soy consciente de ello pero ciertamente no me ha sido posible cuidarlos y mantenerlos. Trabajar, mis actividades extra, mi gente... Todo un tiempo que he dedicado a otras cosas a cambio de sacrificar el que no me he dedicado a mí. Y tampoco es que me reproche nada de lo que he hecho, al contrario, he sido yo quien lo ha decidido y sigo creyendo que no he hecho mal. Sin embargo...

Mis oasis habituales son bien sencillos y básicos. Para empezar, mi ordenador, con el que llevo tantos años de amores y desamores. Al que le he añadido sin preguntarle una ampliación de memoria porque el pobre no puede más con todo lo que le meto. Si pudiera hablar, me llamaría esquirol, sin duda alguna. Pero es mi solaz, donde me puedo olvidar de todo y de todos a través de cosas tan simples como unos cuantos píxeles combinados de tal forma que son el juego de turno, la conversación de chat del día o simplemente la música que me apetece escuchar en ese momento. Tal vez se pueda considerar que estoy un poco "enganchado" a este aparato, pero tampoco me tiembla la voz al reconocerlo: sí, es posible. Pero todo lo que me ofrece a día de hoy es insustituíble.


Mis libros son el plan B cuando quiero aislarme. Leer en tranquilidad, rodeado de silencio o de música suave, es un placer elevado a la enésima potencia. Quien puede y sabe disfrutar del gusto por la lectura (del tipo que sea) sabe de lo que hablo. Soy comprador compulsivo de libros, aunque me controlo en la medida en la que no entro en una librería. En ese caso, estoy perdido, siempre caerá alguno. Fantasía, misterio, da lo mismo, el caso es que la historia me enganche y me atrape del tal forma que sea casi una despedida cerrar el libro para hacer otra cosa.


Pero he dejado algo abandonados mis oasis. Mis juegos favoritos están algo aparcados porque, además son algo a lo que me dedico en cuerpo y alma cuando entro en ellos. Que no me molesten, que no me llamen por teléfono para tonterías, no estoy para nadie. En un combate contra el jefe élite de la mazmorra de turno no tengo humor ni ganas para que me dirijan la palabra. Concentración. No pienso, sólo me concentro en lo que hago. Mis lecturas están por empezar porque me da miedo que me absorban tanto que hasta me acueste a las mil por acabar un capítulo más. No me compro más libros por la pila que tengo pendiente. Hasta mis marcapáginas me echan de menos...

Y como todo oasis, cuando lo dejas durante un tiempo y vuelves después, la vegetación ha crecido salvaje y ha ocupado la pequeña casa que había construído con una hamaca entre dos palmeras. El agua ha bajado de nivel y ya no está tan limpia como cuando me bañaba en ella desnudo, corriendo por la arena ardiente. El viendo sopla árido y se quiere llevar los restos de mi pequeño reino para que el olvido y la rutina sean los amos y señores del lugar. Pero me niego, me resisto. Sólo tengo que poner un poco de intención por mi parte y pondré en pie los muebles, cortaré las malas hierbas y anudaré de nuevo la hamaca donde debía estar, bien a la sombra. Limpiaré el estanque y me sumergiré de nuevo para notar cómo el agua me refresca la piel y arrastra mi energía negativa hasta donde quiera que se filtre. Me tumbaré en la arena y dejaré que el sol me seque las gotas de la cara, mientras que la brisa agita mi pelo (el poco que me queda) hasta quedarme dormido.


Porque mi oasis (mi ordenador, mi lectura) es mi tabla de salvación en este mundo loco que me agobia con cifras, objetivos, responsabilidades, pagos, problemas, dudas, miedos, temporadas, crisis, lágrimas, decepciones, mentiras... No sé qué sería de mí sin mis oasis.

2 comentarios:

/ dijo...

Nunca hay que alejarse mucho de nuestros oasis, aunque a veces haya que hacerlo por razones de fuerza mayor, puesto que, en general, son las fuentes que nos renuevan la energía. Me gustó mucho el post, es mi primera visita a tu blog pero no la última.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Los oasis son nuestras tablas de salvación, no hay que perderlas nunca!