06 febrero, 2009

El encuentro

Viernes, 6 de febrero de 2009

El joven vampiro caminaba enfundado en su gabardina aquella tarde fría de febrero. Esquivaba a los transeuntes sin esfuerzo a pesar de estar sumido en sus más profundos pensamientos y de ese modo pudo llegar sin problema hasta su destino, la galería donde se celebraba la exposición de arte de un conocido apadrinado del Primogénito Toreador de la ciudad. No sabía ni para qué estaba allí, pero habría sido toda una muestra de descortesía no presentarse.


Caminó por las salas intentando fingir que aquella basura merecía la pena, pero no eran más que los trazos de un niño de primaria con nombres tan rimbombantes como "Aspiración de divinidad" o "Metamorfosis de espíritus". Cuando intentaba pasar desapercibido en un pasillo de comunicación, apareció él de frente, con sus dos ojos negros brillantes, como siempre que se habían encontrado. Fue sólo un segundo, nada más cruzarse, pero le pareció que el brillo se desviaba levemente para seguirle por el rabillo del ojo aunque no hubo ni el más leve asentimiento de cabeza, ni la mínima mención de saludo. El Toreador se dio la vuelta, pero ya era tarde, sus miradas no se encontraron, habían girado en una esquina y no pudo saber si el gesto había sido recíproco. "No te puedo olvidar", se decía a sí mismo. "¿Qué has hecho conmigo para que estés siempre donde yo estoy, para que estés instalado en mi cabeza como un huésped sin invitación?". Salió apresuradamente de la galería, sin despedirse del anfitrión, lo que supuso que sería recordado como una falta de etiqueta desastrosa, pero no se sentía con fuerzas para sonreír al grupo de arpías que revoloteaban por la sala. Ya en la calle, mientras esperaba detener un taxi del modo que fuese, alguien gritó su nombre. El Ventrue estaba a escasos metros de él y se acercó sin saber muy bien qué decir. "Necesito que nos veamos, quiero hablar contigo. A solas". Lo dijo sin perder ese brillo que le caracterizaba en la mirada. "¿Dónde debo buscarte?" "Me encontarás por la ciudad. Pregunta por mí, el viento sabrá decirte dónde y cuándo". "Dame más información, tengo que saber algo. Dime por qué no consigo escapar del hechizo que esconde tu mirada. ¿Qué ganas con esto? ¿Qué soy para ti?" El Ventrue forzó una media sonrisa y sin mediar más palabra se giró sobre sus talones y volvió a entrar en la galería, escudándose en su anterior acompañante, que le esperaba con una copa en la mano.

Afirma la canción que un segundo de amor puede ser un disparo al corazón, pero no dice que si en ese segundo se entrecruzan más sentimientos que el amor, el disparo puede ser directo al cerebro, rápdio y mortal de necesidad. Así se sintió el joven Toreador durante los días que siguieron, acribillado por mil preguntas, por el recuerdo de imágenes fugaces que acudían a su memoria para torturarle con posibilidades infinitas. Finalmente unas noches después recibió un sucinto email con una dirección y una hora. No tuvo duda de quién se trataba y acudió puntual al concurrido restaurante del centro, cuya dirección correspondía con la de la cita. En la puerta le recogieron el abrigo y le dirigieron a una mesa en un reservado donde ya le estaba esperando ese ser misterioso con el que no podía dejar de obsesionarse.


"Pide algo para mantener la Mascarada, suele ser más efectivo que decir que estás a dieta o que sufres de algún trastorno gástrico". Cuando el camarero se hubo marchado después de sevirles el vino, las miradas se encontraron por encima del centro de mesa, fijas en los ojos del otro. El Toreador puso toda su fuerza de voluntad en resistirse al poderoso influjo que le hacía perder el control de sus sentidos. Si no hubiera estado sentado, sus piernas de mantequilla le habrían hecho caer al suelo. "Yo..., empezó a balbucear como un niño, te busqué entre calles... He pasado unos días que... Tú me haces soñar cosas que... Yo ya no sé qué pensar, sinceramente..." El Ventrue entornó la mirada, extrañado de que su habitualmente seguro acompañante dudara tanto. Alargó la mano por encima de la mesa, rozándole el dorso. "Creo que te debo una pequeña disculpa. Debería haber sido más claro desde el principio, pero todos aprendemos a protegernos con el tiempo. Yo no me he librado de recibir cuchilladas, pero dicen que una herida que ha rozado el alma, se cura en el espejo si aguantas su mirada. Y tú eres mi espejo. Me veo en ti. Y eso me intriga y me divierte a la vez." "Pero yo no consigo escapar del recuerdo de aquella primera noche, en aquel oscuro callejón. Yo llegué sin ti y sé que hoy me voy sin mí, que dejaré aquí una parte que no me devolverás nunca, porque ya te pertenece. Te has llevado todo sin querer, me lo has arrebatado porque yo lo he puesto a tus pies. Cada vez que me encuentro con tu mirada, es un segundo eterno que detiene el tiempo en ti y tus ojos que no me dejan vivir, siguen abrasándome por dentro, consumiendo la poca voluntad que me queda. No sé si has utilizado la sutil manipulación mental o el hechizante carisma que caracterizan a tu clan de Sangre Azules, pero necesito salir de este laberinto cretense en el que me encuentro. Discúlpame, pero creo que mientras ambos no tengamos claro qué deseamos del otro, nuestra relación seguirá siendo simplemente cordial. Yo sí que sé lo que quiero. ¿Y tú?"

Volvía a ser una tarde fría de febrero, con algunas gotas de lluvia cayendo tímidamente sobre la acera. El vampiro apretó la mandíbula y contrajo el gesto. "No, se dijo a sí mismo, debo ser fuerte. Tus dos ojos negros no me verán llorar. No voy a demostrar esa debilidad." Y apresuró el paso para evitar que la tormenta le cayera encima.


1 comentario:

Anónimo dijo...

WOW! Me ha encantado! De aquí saldria una buena novela de amor vampírico y dejate estar de Crepúsculos y tonterias parecidas!