12 enero, 2007

Recuerdos y memorias

Jueves, 11 de enero de 2007

La memoria, el recuerdo, el pasado. Los seres humanos sentimos un especial afecto por los hechos que ocurrieron antes del ahora. Son un pequeño legado de las pequeñas cosas que nuestros sentidos han captado y hemos almacenado cuidadosamente para después moldear a nuestro antojo, de modo que se parezcan a lo que realmente ocurrió tanto como a nuestro subconsciente le interese. O tal vez sea una forma de creer que hemos existido porque podemos traer al hoy todo lo que sucedió y no volverá a suceder en las mismas circunstancias... Por eso nos resulta tan molesto olvidar cualquier detalle por pequeño que sea, porque es un detalle que no volverá si no lo tenemos localizado, organizado y ordenado en su cajón neuronal.

Hoy me he enterado de que mi abuela está peor con su memoria y me ha caído como un jarro de agua fría en una mañana siberiana de invierno. En Nochevieja ya era bastante evidente su desubicación porque creía que estábamos en Arnedo, su pueblo natal y el de toda mi familia materna. Además de un par de patinazos más muy relacionados con el mismo tema, tampoco se desencaminó mucho de su localización espacio-temporal. Sin embargo las informaciones que me han llegado hoy son algo más preocupantes. Mi abuela ya no reconoce a ninguna de sus hijas, las confunde con otros personajes de su pasado y eso sólo significa el principio del fin. No tengo muy claro si es demencia senil o alzheimer, o tal vez algo más asociado a su parkinson (leve, pero un parkinson al fin y al cabo). Mi madre, por lo visto, está muy preocupada y vuelve a tener la emoción a flor de piel. Al fin y al cabo es su madre la que puede que no la reconozca hoy o mañana. O puede que de mí tampoco se acuerde...

(Lo siento, no puedo poner fotos, así que pongo los enlaces)

Sin embargo yo lo veo con algo más de distancia, porque entiendo que es un terrible mal asociado a su edad y condición física. La memoria, como cualquier parte de nuestro organismo, tiene un período de caducidad y cuando se supera, nadie sabe lo que puede ocurrir. Pero eso no siempre ayuda a superar mejor cómo un ser querido te habla pensando que eres la vecina de abajo, o peor, se niega a hablarte porque te ve como un completo desconocido. Y, como he dicho, esto sólo es el principio. El desarrollo puede ser más o menos rápido, más o menos acusado, pero una vez que se ha comenzado el deterioro neuronal, las sinapsis cerebrales se van apagando como se cae una fila de fichas de dominó. Y al igual que ocurrió con su marido este verano, cuando se marchó tras cuatro años luchando sin cesar contra un cáncer que se lo comió por dentro, intuyo otro nuevo calvario sobre todo por parte de mi madre, que sufrirá sin cesar por adelantado, que no sabrá sobrellevar que la mujer que le dio la vida, que la amamantó, que la vistió, que el enseñó a ser como es, comienza a debilitarse y su luz interior se apaga hasta convertirse en una sobra de lo que fue.

Los recuerdos nos importan mucho. Olvidar pequeños detalles hace que ya no vuelvan, a no ser que lo tengamos localizado, ordenado y organizado. Una parte de nuestra vida muere con cada recuerdo perdido, con cada segundo abatido por el olvido. Y yo, con mi exigua capacidad de retención, tengo miedo de olvidar también. Tengo miedo de perderme.

No hay comentarios: