12 mayo, 2007

Una de autobuses

Viernes, 11 de mayo de 2007

Era un tema que hace tiempo quería dejar por escrito, dado que en el Ayuntamiento ni en la empresa subcontratada nadie va a hacerme el menor caso. Porque hay días que podría reventar de la mala leche que genero o asesinar con mis propias manos a algún que otro energúmeno inocente que se cruzase en mi camino. Por suerte tengo clientes desagradables con los que desfogarme, que para eso vienen, no?

Todos los días, unas cuantas veces, tengo que coger un autobús urbano que me lleve de casa al centro y del centro a casa. Dejando aparte el estado de la carretera, que podría calificarse generosamente de "penoso", el sistema de autobuses de Logroño hace aguas por mil agujeros. Debe ser un factor común un numerosas ciudades, pero es que vivirlo día a día es desesperante.

El estado de los vehículos no es demasiado lamentable y en la mayoría ya hay instaladas televisiones que incluso tienen sistema de sonido. Un canal que intenta emular al del metro de Madrid pero quedándose en apaño de pueblo. Eso si hay suerte y el conductor de turno tiene a bien dar volumen suficiente como para que pueda oirse más que la radio que lleva puesta para sí. O si no tiene tan alta la radio que el choque de sonidos es como la batalla de Troya resonando en tu pabellón auditivo. Lo mejor para desperezarse, vamos.

Porque los conductores son para echar de comer aparte. Tenemos de todos los gustos y colores. Como trabajador de cara al público puedo entender que no sea nada agradable tener que lidiar con el tráfico de las horas punta, los conductores listillos y además aguantar las bobadas de los que se sienten mejores porque pagan su billete. Pero aún así, hay cada uno que merece mención especial, honorífica y con banda roja. Una vez me llevó uno que, por lo visto, no había tenido tiempo de comerse antes el bocadillo, con lo que en cada semáforo le daba un par de mordiscos o bien te subías en tu parada y te lo encontrabas con lo boca llena de pan. O bien los que no saben que el freno hay que tratarlo como a un bebé, no pisarlo cuando te das cuenta de que la parada está dos metros más atrás. Es muy divertido ir a tu trabajo o volver a tu casa teniendo que sujetarte como si estuvieras en una atracción de la feria. Para tirar cohetes, vamos.

El horario es, como la Teoría de la Relatividad apunta, algo que depende del punto de vista desde el que lo midamos. Por lo visto lo que yo entiendo como "cuarto de hora" no es lo mismo que entiende el señor conductor, o más bien la empresa que lo contrata. Hay días que el autobús llega con sus minutitos de retraso, días en los que generalmente hace un frío mortal o un calor asfixiante, y hay días en los que su pulcritud horaria es tal, que un inglés se sentiría como en casa (esos son los días en los que has confiado que podías quedarte en casa dos minutos más porque sería un día del caso A).

Ojalá alguien del Ayuntamiento y/o la empresa Autobuses Jiménez tenga a bien dejarse caer por aquí y recibir todas mis sentidas quejas para intentar solucionarlas por el bien de todos los usuarios del transporte público urbano, pero mientras tanto, no me quedará más remedio que:
- no mirar directamente al conductor al subir para evitar hacer jucios de valor o poder mentarle en las frenadas imaginándome mil formas de hacerle sufrir.
- llevar mi propio cojín para que me amortigüe los baches y no acabe en la tienda peor que si hubiera recibido un masaje balinés.
- ponerme el MP4 a todo volumen aun a riesgo de destrozarme los tímpanos para evitar la mezcla de televisión, radio y conversaciones insustanciales que me rodean.
- estar en la parada siempre con unos 15 minutos de antelación, para ver pasar el autobús anterior y poder esperar tranquilamente al siguiente llegue puntual o no.
- suicidarme salvajemente con la esperanza de que mi viaje hacia el más allá sea en deportivo diesel o en brazos de un bello angelito...


1 comentario:

Pablo dijo...

Anda, pero si has vuelto... Mucha suerte en tu segunda temporada.

Pero lo de los autobuses mejor una carta al periódico, no?