03 noviembre, 2007

El orfanato

Viernes, 2 de noviembre de 2007

A pesar de los pesares y de mi miedo inicial, hemos ido al cine a ver "El orfanato". Y vale, he pasado algo de miedo, como es habitual en mí, pero no tanto como esperaba. O me estoy haciendo mayor y no sufro tanto ante un susto esperado o el director quería jugar menos con el terror psicológico y más con el misterio sorprendente. Bueno, lo que sea, pero que no da tanto miedo como "Los otros" o "El sexto sentido". Pero ni de lejos, vamos...


No voy a hablar esta vez de la película en sí ni de su trama, porque como en toda peli de misterio y de tensión perdería la gracia del asunto. Vamos, casi lo mismo que decir que el Bruce Willis de las narices está muerto. Cómo no lo va a estar si lleva no sé cuántas junglas de vidrio y siempre sale un poco tocado pero vivito y coleando... Vamos, hombre, que a tu edad ya no cuela.

Sin embargo debo volver a reconocer que cada vez me gusta menos ir al cine. Y no sólo por lo abusivos que se están poniendo los precios (que también), sino por el poco respeto que tiene la gente hacia los demás cuando ve una película. Ya escribí hace mucho algo acerca de los niños en el cine. Pues casi que no lo cierro sólo a los niños, lo amplío a los adolescentes y a los adultos. una película de tensión, momentos de silencio para que la actriz de explaye con sus mejores gestos, música in crescendo que indica que algo terrible se acerca y... ¡Hale! Risas del grupo de chavales del fondo, que no sabes si están viendo la película o contándose chistes acerca del escote de la protagonista. ¿Y el señor de la fila de atrás? Oiga, me dan ganas de decirle, que esto no es el salón de su casa, así que intente evitar comentar cada suceso de la película con su señora como si no hubiera nadie más en la sala, porque resulta que sí que hay. Y ya lo de partirse de risa en los peores momentos... Vale, reirse es un gran recurso para romper la tensión de un susto. Pero joder, controla un poco la histeria, niña, que es que a veces me dan ganas de levantarme y ser yo el que enarbole el cuchillo para hacer una escabechina.

Buf, me pongo malo otra vez sólo de pensarlo. Y es que no hay cosa que peor me siente que una película que no puedo disfrutar al 100%. Bueno, tal vez sí, que en mitad de la oscuridad de la sala alguien me eche mano al tanque de palomitas que me he comprado y escarbe como si se tratara de las obras del AVE en Barcelona y además se le escapen unas cuantas en el camino de vuelta a su boca. Menos mal que a mis amigos los tengo ya un poco entrenados...

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