30 octubre, 2007

Una de lo de siempre

Lunes, 29 de octubre de 2007

Antes que nada y para complacer a mis numerosísimos admiradores, aquí está la foto en cuestión del beso con mi compañero en la última fiesta de la zona. Gozad, gozad, malditas.


En fin, aún estoy intentando recuperarme del cansancio de este fin de semana, que ha sido, como todas las convivencias de Gylda, de lo que no hay. Pero este año más. Bueno, eso digo siempre. Debido a mi pacto con Javi, no puedo especificar las partes más interesantes del sábado por la noche, pero sí puedo decir que superaron mis expectativas con creces.

La fiesta de la noche tenía como temática los 80. Los ganadores fueron un conjunto de Palencia que se habían caracterizado perfectamente como Dinastía, la famosa serie de la época (la foto no es gran cosa, pero es lo que hay, colegas). Nosotros apenas nos disfrazamos, la verdad es que no tuvimos mucho tiempo. Eso sí, esta vez ha sido la fiesta en la que menos tiempo ha tardado la gente en emborracharse. Pero además de una forma exagerada. Entre ellos yo.


Por ahí apareció Gabriel, con su disfraz de la selección española del Mundial. Bueno, más bien tuve que ir a buscarle a su habitación, de lo malito que se puso. Jose, un amigo, fue un aderezo más a la diversión. He de reconocer que hacía mucho que no lo pasaba tan bien entre tanta gente y que la delicia fue mayor a la mañana siguiente (resaca mediante) al descubrir en nuestro nuevo amigo (Gabi) un ser entrañable, cariñoso, culto, hablador, atractivo... En fin, Jose era el soltero, así que fue quien era quien debía lanzar sus redes y recoger todo lo que pudiera. Creo que se está fraguando algo, pero a dos días vista poco hay que decir por el momento. Dejemos que las cosas sigan su curso.

Es curioso que pueda irme una semana de vacaciones a Valencia en pleno verano y esté como una rosa, casi hasta animado a volver y con plenas energías. Sin embargo me voy a un pueblo perdido en un valle riojano con un montón de maricas y me entra una tontería en el cuerpo... Siempre me dan ganas de que se alargara unos días más, que no tuviéramos que emprender el largo camino a casa (algunos más cerca que otros), aunque por otro lado sé que son los días justos para que se nos quede buen sabor de boca. Haber tomado contacto con gente a la que no sabes si volverás a ver, que crees que podrían aportarte algo muy interesante en la vida, se convierte en una especie de zumbido en el corazón que no deja que lata al mismo ritmo de siempre. En resumen me pasa siempre lo mismo y aún no consigo acostumbrarme. En primavera repetiremos, posiblemente mucha gente vuelva de nuevo si puede, pero no acabo de poder controlar los pequeños momentos de morriña (palabra cuya etimología gallega me explicaron). Soy un sensiblero, lo sé, pese a que muchas veces me ponga la careta de frívolo y niñato obsesionado por el sexo, pero es que hay cosas a las que mi superficialidad no acaba de acostumbrarse y una de ellas es al contacto con la gente y a descubrir estupendos arcángeles entre la multitud.

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