03 marzo, 2007

Del amor al odio... Y del odio al amor

Viernes, 2 de marzo de 2007

Nunca va a dejar de sorprenderme (por suerte) la capacidad del ser humano para adaptarse a las situaciones adversas. Es cuando menos impresionante la capacidad social que hemos adquirido con el paso del tiempo para sostener una relación que es evidente que se resquebraja y fingir que no hay más grietas en las paredes que las fisuras dejadas por el último terremoto. Es mejor reir que llorar, porque no queda otra.

Mi compañera de trabajo, Natalia, es una de esas personas que, como he dicho, nunca dejará de sorprenderme. Tal vez sea porque aún no le he cogido el punto. Tal vez sea porque ese punto no deja de moverse, más que un mosquito en verano. Tal vez sea porque tampoco quiero cogérselo, ya que no la soporto. Pero nos adaptamos. Los dos. Es una guerra fría en la que nadie gana ni pierde ni puede hacer nada por cambiar las cosas, porque, como dice mi responsable de tienda "somos así".

Ayer tuvimos una pequeña enganchada. No es la primera, ya tuvimos otra hace unos meses. Y en ambos casos ha ocurrido algo parecido. Ambos tenemos un carácter fuerte, no nos gusta ceder y cuando creemos que llevamos la razón, nos agarramos a un clavo ardiendo. Cruzamos cuatro palabras, una más alta que la otra, nos encendimos y me marché en cuanto pude para no tener que discutir más acaloradamente. En el gimnasio apenas di pie con bola dándole vueltas al asunto y al final de la noche, casi estaba más disgustado por el mal rollo que por la bronca en sí. Hoy estábamos los dos solos todo el día y no me apetecía en absoluto trabajar con una estatua de alabastro. He abierto desganado y sin apetencia.

Pero nunca dejo de sorprenderme. Lo primero que ha hecho al llegar es preguntarme si había tenido que pasar la noche con mi padre y la conversación ha seguido lenta pero inexorablemente hacia derroteros más habituales: clientes, asuntos pendientes, cosas curiosas del trabajo... Y de ahí a tratarnos casi como en días anteriores ha sido un suspiro y un amago de respiro. Ventaja: el ambiente se ha relajado significativamente y eso se nota de cara a los clientes. Desventaja: ahora parece como si no hubiera pasado nada, pero sé que si algún día volvemos a discutir, sacará a relucir lo que pasó como si fuese ayer mismo. En resumen, seguimos igual pero fingimos que lo hemos superado.

Y así, en menos de 24 horas, del amor al odio y del odio al amor no sólo hay un paso, sino que a veces es un velo tan delgado que con un soplido puede apartarse. Lo que hay al otro lado sigue siendo oscuro, pero el camino lo tenemos abierto. Y además las caretas hoy en día están tiradas de precio...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gwathadan's back in town...

¿Te he hablado alguna vez de la compañera de trabajo loca que tuve en Italia y que me odiaba con todas sus fuerzas? ¿No? Natural: no se lo merecía... al menos la tuya sí parece merecerse un comentario, luego no es un caso perdido de odio sin fin :-P