31 diciembre, 2006

Y en el reloj de antaño como de año en año...

Domingo, 31 de diciembre de 2006

Es lo típico. Hoy es el día en el que se mira atrás y se hace un recuento de los doce meses que han pasado y los otros doce que tenemos por delante. Y supongo que por no ser el raro tendré que hacer algo similar o será como si rompiese esas terribles y apocalípticas cadenas de cartas o mails que tanto odio.

Esta tarde, en una de mis brumas mentales de mi larga siesta (anoche apenas dormí gracias a un par de partidas de La Fuga de Colditz) me he dado cuenta de que el ser humano tiene una necesidad imperiosa de medir el tiempo. Y no sólo el que está por venir para poder prevenir acontecimientos y tener puntos espacio-temporales comunes con otros seres humanos. Nos encanta medir el tiempo pasado, tomarle completamente las medidas y saber dónde almacenarlo por si lo necesitamos para más tarde. No podemos dejarlo ir, con todos los recuerdos y las cosas pasadas porque si lo desecháramos, sería como si no hubiera sucedido. Uno de los ejemplos más claros es éste blog, que me sirve de vez en vez para repasar lo que me ha ocurrido a lo largo de estos meses. Tal vez es un buen ejercicio de automortificación para que no nos olvidemos de las cosas malas (los pesimistas) o las buenas (los optimistas) que nos han ido pasando. Yo no voy a hacer un gran repaso o estaría horas escribiendo.

Este año hubo básicamente una gran crisis personal que superé como pude, como hacemos todos en estas ocasiones. Pude haber tomado decisiones más equivocadas, pero finalmente haciendo uso del consejo que más veces me repitieron ("deja que fluya") pude nadar hasta una orilla del inmenso océano en el que yo mismo me había sumergido. Al mismo tiempo mi vida cambió radicalmente con la mudanza y el inicio de la vida en concubinato, una experiencia por la que todos pasamos tarde o temprano. Son dos hechos que han marcado muy mucho mi día a día y que aún siguen marcándolo en algunas ocasiones, pero no voy a hacer del pasado mi carretera hacia el futuro. Han sido dos hechos muy importantes, repito, posiblemente algunos de los que marcan para siempre, pero no me van a lastrar en absoluto para seguir avanzando. Soy de los que creen que las experiencias deben ayudarnos a avanzar, pero sin que estén presentes en nuestra vida de continuo o solamente nos entorpecerán la vista.

El año que entra siempre viene cargado de posibilidades y eso lo hace más interesante, pero no quita para que haya que trabajar para que las posibilidades se conviertan en realidades. Entre ellas se encuentran la de cambio de trabajo (complicado, pero hay que insistir), buscar una casa para mí (en previsión de futuro), tal vez comprarme un coche (para tener más libertad de movimiento) y un montón de menudencias que pasan a un segundo plano. Son tres objetivos un tanto materialistas, pero desde luego es lo que hay. Muchos otros ámbito de mi vida, los más "espirituales", están suficientemente cubiertos a día de hoy.


Y para terminar y dado que ya voy a llegar tarde a cenar, es evidente que tengo que desearos un Feliz Año 2007 y que tengáis cuidado con las uvas de esta noche, que las pepitas las carga el diablo. Mil gracias por seguir acompañándome día a día y línea a línea.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Be water, my friend. Be water.

pon dijo...

Bueno, que lo que te venga sea estupendo y lo que no lo sea te sirva para crecer.
Y lo demás ya llegará.
Besos.