17 agosto, 2006

Día 0. Comienza la aventura.

Miércoles, 16 de agosto de 2006.

Ya está. El ordenador ya está instalado y correctamente configurado para poder conectarme a la red de redes. Ese era el paso final (o inicial) para considerar mi traslado efectivo. Siempre podía ocurrir alguna cosa inesperada o podía acabarse el mundo antes, pero no ha sido así. He cogido también algo de ropa para tener mudas, pero al estar aquí al lado la casa de mis padres (ya no mi casa) no me corre prisa porque me iré pasando poco a poco. No quiero coger todo de golpe y desaparecer sin más, el estrés se uniría al caos de las cajas por todas partes y no sé si podría aguantarlo.

Habando de estrés. Anoche dormí fatal, no podía conciliar bien el sueño. ¡Con lo que yo soy para esas cosas! Es como si apoyar mi cabeza en la almohada desconectase mis funciones conscientes y me llevara de un soplido a los brazos de Morfeo. Sin embargo anoche estaba inquieto. De hecho esta mañana aún estaba nervioso. Al vacíar mi mesa y llevarme mis cosas de escritorio me he quedado un momento solo y he hecho una pueril despedida de la habitación, una habitación que podría contar infinidad de momentos importantes en mi vida, una habitación en la que he llorado mis tristezas, en la que he celebrado mis triunfos, en la que he tenido mis momentos de pasión desenfrenada... No he podido evitar sentir que las lágrimas llegaban a mis ojos y que se me subiera un pequeño nudo a la garganta. Qué gilipollas puedo llegar a ser, madre mía, pero cuánto me cuesta despegarme de las cosas que en el fondo aprecio. Voy a echar de menos ese cuarto que tantas veces fue mi castillo y mi última defensa.

Sin embargo es evidente que el insomnio de anoche no era debido solamente al cambio de domicilio. Sigo con "mis cosas" en la cabeza y era lo que más me atormentaba. Las locas ideas iban y venían sin tregua y me hacían desesperar. Al intentar acostarme de nuevo no podía centrarme en otra cosa para olvidar el tema o al menos pasar a otro. Siempre la misma idea en la cabeza, el mismo temor irracional a perder la poca cordura que nos cede la noche. Mi parte racional y experimentada me dice que todo pasará en pocos días, que es cuestión de tiempo, pero la espera se hace dura y cada punto de apoyo en realidad me empuja hacia el vacío. Me estoy engañando a mí mismo y lo sé y lo peor de todo es que quiero seguir haciéndolo, posiblemente como forma de escapar a la realidad que me rodea porque nunca he querido vivirla o porque nunca ha sido (ni será) como yo deseo. Espero madurar algún día y abrir los ojos de una vez.

Javi lo sobrelleva como puede, porque me ve mal, pero no sabe manejar la situación. Su idea de solución es darme tiempo para que se me pase, aunque no necesariamente espacio. Por la tarde hemos tenido una pequeña bronca. Insiste en que llame a mis padres para decirles que ya me he mudado (esta mañana estaban fuera cuando he ido a por el ordenador), pero en mi casa no funcionamos con una información fluida de los acontecimientos. En realidad más bien aguantamos todo lo que podemos hasta que es irremediable ponerlo en común con la familia. Y creo que no ver mi ordenador es una buena señal. Javi y yo nos hemos puesto un poco cabezones con el tema y con el enfado apenas nos hemos dirigido la palabra en toda la tarde. Finalmente se ha ido a la cama hace bastante con un sencillo "hasta mañana". Me siento mal, pero tampoco quiero dar mi brazo a torcer en estas situaciones. Entiendo que le he contestado mal, pero me estaba presionando demasiado para hacer algo que no quería. Y además no estoy en los mejores días de mi vida, pensaba que eso era evidente. Me temo que el legendario genio de los Leo nos ha vuelto a jugar una mala pasada... Buena forma de comenzar las vacaciones y la convivencia...


La noche me vuelve melancólico y reflexivo. Siempre he pensado que era porque los sonidos de la ciudad se apagaban y me dejaban oír mis propios pensamientos. O tal vez porque siendo como soy un signo de sol, su ausencia me vacía de energías y mi mente se aletarga. En cualquier caso, más metafísico o más filosófico, sé que estas noches me van a dar mucho de sí para pensar y poner más caos en mi delirante cabeza. Echo de menos a mi arcángel (o querubín, según el día) para poder llorar en su hombro y desmigar cada fragmento de mi alma en sus ojos color miel Sé que los demás también estáis ahí, pero creo que ni con uno ni con otros estoy preparado para contar nada aún. Y él además no leerá estas líneas hasta que vuelva de vacaciones. ¿Qué pasará entonces? Sólo Dios, el destino o cualquier cosa en la que creáis lo sabe. Deseadme suerte mientras tanto, espero no pasar otro episodio de innecesaria angustia esta noche al acostarme. Si es así, empezaría a preocuparme y en serio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, ya sabes que siempre tienes mi hombro virtual para echar unas lagrimillas, por si te hace falta, aunque últimamente no vea esa carita tuya conectada casi nunca.
Tal vez tenga que empezar a incordiarte por teléfono...

Un abrazo, bicho