16 agosto, 2006

Intimidad

Martes, 15 de agosto de 2006

Ya casi estamos. Mañana trasladamos el ordenador y eso era la forma de decir que el cambio era efectivo. Ya está. Hecho. Comienza el viaje...

Hoy por fin nos hemos quedado solos. Tras un ajetreado fin de semana y puente lleno de momentos inolvidables, conversaciones interesantes y reencuentros deliciosos, todos los invitados que han ido pasando por la inimitable ciudad de Logroño se han vuelto a sus labores habituales en estas fechas, sean las labores que sean. Ya estamos solos de nuevo. Aquí es donde puede que empiecen nuestros problemas.

Llevo un par de días un poco tonto, cosas mías, como siempre. En estos casos tengo la mala costumbre de encerrarme en mí mismo y hacer casi cualquier cosa que me impida pensar antes que profundizar en aquello que no puedo solucionar. Desde sumergirme en el juego de ordenador de turno, hasta montar planes de futuro o incluso coger un libro y tirarme horas con música de fondo mientras lo devoro. Me aislo. Busco el rincón más oscuro de mi alma y la habitación más silenciosa de la casa y me dedico tiempo. Sin más. Eso estaba bien en casa de mis padres. Me encerraba en mi habitación y contestaba con monosílabos para demostrar que no quería hablar con nadie. Constaba al teléfono sólo lo necesario y hacía lo que me venía en gana. Podía perder el tiempo, hacer flexiones para que se me pasara el disgusto, llorar en silencio para disipar la pena, masturbarme salvajemente para rebajar el ansia... A mi antojo y casi sin molestias. Me temo que va a ser la peor parte de todas de la conviviencia. Y más en plenas vacaciones.

Para quien aún no conozca la casa de Javi, es un precioso dúplex no muy grande pero agradable para vivir en pareja. Incluso con un hijo. Abajo están la cocina y el salón y arriba el baño y un par de habitaciones. En la pequeña está instalado el ordenador (mañana el mío también). Sin embargo no hay separación física entre los dos pisos más allá de la escalera para comunicarlos. De este modo, Javi seguramente me estará oyendo teclear ahora mismo mientras ve la televisión. Incluso si se acostase en la habitación de al lado. Estamos al tanto de lo que hace el otro por cada ruido, cada movimiento. No hay posibilidad de ocultar casi nada.

Ahora entiendo cuál es el mayor miedo que tengo. Me falta INTIMIDAD. Una pareja lo comparte todo, sabe todo de la otra persona, se dice que no tiene secretos... Pero cualquiera con un par de dedos de frente sabe que no es así y que parte del buen funcionamiento de una relación está en mantener un espacio propio para cada cual. Y yo por encima de todo lo necesito, más estos días de adaptación y reorganización personal. Y además justo al empezar las vacaciones, con lo que no hay excusa para no estar juntos... A veces, si pienso en ello con detenimiento, me asfixio un poco, me agobia la sensación de tener toda mi vida al descubierto cuando sé que hay partes que aún no estoy preparado para dejarle ver. La nueva situación hará que cambien muchos de mis comportamientos habituales, tanto que forman parte de mí y que no estoy seguro de poder o menos aún de querer cambiar. La adaptación será dura y sé que saldremos adelante, pero todos los miedos que he ido dejando de lado este par de meses desde que Javi me pidió que viviéramos juntos, han caído como una losa de golpe y porrazo ante la inmediatez de que es ya, no hay retrasos. Puedo dar marcha atrás o seguir adelante, pero este es el momento. Y estoy acojonado. Con todas las letras. Si al menos tuviéramos que trabajar, cada uno llevaría sus propios horarios y tendría tiempo para ir y venir a mi gusto. Pero así es la situación, no podemos cambiar todas las circunstancias de nuestras vidas.

Aún así voy a seguir adelante. Como ya he dicho en innumerables ocasiones, quiero vivir esta experiencia con lo bueno y con lo malo. Nadie dijo que fuese un camino de rosas o que no hubiera que sacrificar nada. Habrá que quemar las naves y seguir adelante, no soy de los que suelen dar marcha atrás. Estoy acojonado, estoy acojonado...

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