04 octubre, 2006

Emociones contradictorias

Martes, 3 de octubre de 2006

Queramos o no, las emociones guían nuestra vida. Incluso las personas mas frías sienten alguna vez un pequeño ramalazo de algo que puede agitar levemente su respiración o al menos alterar durante un latido su pulso cardíaco. Esas emociones nos pueden guiar a sensaciones deliciosas o desagradables, siempre dependiendo de los numerosos factores que nos rodean. Amor, celos, envidia, odio, cariño, dolor, rabia... La lista es demasiado larga para ponerla por escrito y no es mi intención hacer un repaso exhaustivo. Sólo hacer ver que podríamos enumerar tantas como estrellas decoran el firmamento.

Una situación complicada derivada de sentir, de ser humano y ser consciente de que se siente y por qué se siente, es la de las emociones enfrentadas. Tener en nuestro interior dos (o más) sensaciones luchando por hacerse con el control de la situación y las acciones, es como llevar dentro una especie de montaña rusa donde no te diviertes en absoluto, porque no sabes cuándo llegará la última bajada. Podemos usar el freno de mano para intentar parar en seco, pero suele conllevar un pequeño movimiento de inercia que no nos deja en el punto exacto que deseábamos.

Ha sido un día algo movido, como siempre a nivel laboral, que es lo que más horas ocupa mi vida. Las emociones enfrentadas se lo han pasado pipa dándome caña desde que me he levantado. Me he quedado un poco dormido y por poco no llego a trabajar, pero en el fondo me hubiese gustado quedarme en la cama y dejar que la vida siguiera adelante sin mí un rato más. Cuando ha llegado la chica de prácticas, tenía verdaderos deseos de que aprendiera, enseñarle de la mejor manera posible y sentirme necesario al menos temporalmente; sin embargo me he llegado a angustiar cuando he sido consciente de lo que significa tener a alguien pegado a ti para absorber conocimientos de cada movimiento que haces o para asegurarse tu aprobación ante cualquier acto que lleva a cabo. Mañana voy a coger el coche de mi padre para un viaje y estoy ciertamente emocionado y encantado porque adoro conducir por muy mal que se me de; pero me embarga una extraña sensación de inseguridad y miedo por lo que pueda pasar, porque el coche no es mío y no quisiera estropeárselo a mi padre ni tan siquiera con un roce...

Podría seguir desgranando cada minuto del día con lo que se me ha pasado por la cabeza, pero no creo que resulte demasiado interesante ni tan siquiera para mí (de hecho, menos aún para mí, que lo he vivido en primera persona). Basta decir que este tipo de contradicciones, o al menos choques de sensaciones, me dan pie a reflexionar sobre mí mismo y mis continuas luchas internas y hacia dónde me mueven. Hay una conclusión común que siempre saco en limpio y que no me causa ningún pudor reconocerla en público: sentir, chocar, emocionarme, encontrarme, me hace sentirme VIVO, porque sé que el día que deje de sentir, será porque mi corazón ha dejado de latir. Y aunque todos sabemos que siempre existen las arritmias temporales, para mí son períodos de apatía completa. Con lo cual soy feliz de tener emociones contradictorias y voy a seguir disfrutándolo siempre que pueda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí señor, totalmente de acuerdo. Y conducir es otra forma de sentirse vivo: estar alerta constantemente, tomar la decisión adecuada, disfrutar de la sensación de velocidad, de la sensación de frenado... y no confundirte, porque una mera confusión te puede costar aquello por lo que conduces: para sentirte vivo; la vida. Sobre roces... ¡que te voy a decir! Dejé un coche nuevo cuando me marché al sur y al volver me encuentro media aleta trasera en el maletero, empotrada. Será el diseño de ahora que es tan rarito...

Cuando te pongas a conducir, recuerda una máxima: rodar para vivir; vivir para rodar. Y... cuidado con los puntitos, que están por todos los lados últimamente (con eso del nuevo permiso por puntos, los móviles y la de dios). Y átate, que hay quien aún no lo hace. (Que padrazo estoy hecho XDDD). Buen viaje.