15 junio, 2006

Dos rotos y un descosido

Miércoles, 14 de junio de 2006

Dos rotos, como se lee. Es como si hoy tuviera la negra. Y de la forma más tonta.

El primero, después de tomar algo en una terraza y resulta que me había hecho un siete a la altura del culo... y encima sin llevar ropa interior! Bueno, poniendo la bandolera en la posición adecuada se disimulaba parcialmente. Joer, pantalones comprados hace un par de meses y que apenas he estropeado... Menos mal que tengo una madre que es una artista de la aguja y el hilo y parece que podemos hacer un apaño.

El segundo. En casa de mi tía, donde ahora mismo están mis abuelos (mi abuelo, os contaré, estamos ya despidiéndonos de él, le queda poco tiempo). Estoy cómodamente sentado en una silla de plástico, típicas de jardín... y catapúm! al suelo con las dos patas de atrás partidas. Que a nadie se le ocurra hacer un comentario jocoso acerca de mi sobrepeso o le doy un meneo que lo dejo tieso. No sé qué ha sido, pero sin hacerme daño me he quedado tirado en el suelo sobre una silla rota. Bueno, parecía que tenía la tarde maldita y todo!


El descosido es acerca del tema que hablé ayer, de las esperanzas y las decepciones. Ya me había hecho idea de que no iba a pasar nada, pero he estado toda la tarde (eso sí, tumbado al sol, intentando mejorar este moreno cutre que tengo) pendiente del móvil y saltando con cada llamada o mensaje. Pero nada. Plantón.

Y sobre todo queda la rabia fría, la impotencia. No es un enfado, ni un odio hacia el objeto de la decepción, sino más bien detestar la situación de haber puesto las esperanzas en algo que dabas casi por seguro y sobre lo que habías construido un castillo de nubes... y que la fría realidad, lluviosa y gris, te lo arrebate sin explicación alguna. Y sobre todo porque te quedas un tanto frío, sin saber si hay alguna razón de peso, alguna explicación lógica o bien es sólo otra puntilla más que te da la vida para que aprendas que las cosas que deseas tienen la terrible tendencia a no cumplirse. Y sé que suena a negativo, neurodepresivo y posiblemente algo desequilibrado, pero seamos sinceros: a que sólo nos acordamos de las cosas malas que nos ocurren. Sí, tenemos los grandes momentos de nuestra vida, que quedan como un álbum de recuerdos, pero siempre son más poderosos las memorias de las cosas en las que fracasamos estrepitosamente, de las situaciones vergonzosas que nos hacen volver a sonrojarnos, de las desafortunadas intervenciones que nos pusieron en evidencia pública. Son como nuestro lado oscuro particular, que a nadie mostramos en su totalidad y que a veces abrimos para martirizarnos y recordarnos lo imperfectos que somos.

Hoy no ha sido un día fracasado. Ha sido un día que podría haber sido mejor, más intenso y posiblemente más satisfactorio, pero me conformaré con lo que ha habido. Descanso, sol, amigos y mi yayo. Mi pobre yayo. Y como colofón, un día más en este cuaderno de bitácora, un apunte más para el recuerdo, para decirme a mí mismo que pasé por la vida, no que la vida pasó por mí.

No encuentro la foto que quería colgar, así que os dejo con un salvavidas un tanto... "húmedo".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, Robin, se ve que te impactó mucho aquello que hacía Joey en Friends de "ir de comando"... pero a veces, aunque sea verano, no viene mal llevar unos calzoncillos. Sobre todo si son de esos molones que tú te gastas...

Anónimo dijo...

Pues... sí, las sillas esas de plástico son una puta mierda: en cuanto posas el culo cascan, por eso me gusta más tomarme las copas de pie... o en sillas de caña o madera. Y lo de la ropa interior... en fin, seguro que fue una imagen excelente: cada vez que voy por la calle y veo a alguien con unos pantalones rotos, generalmente por diseño pero un error también vale, no puedo evitar reirme con cariño y pensar "ahí va alguien sin complejos, con dos cojones" (aunque los cojones no se vean).

Y muchacho: no le des más vueltas a lo de tu abuelo... yo con el que me queda estoy más o menos igual y hace muchos años que llegué a una conclusión, quizá me confunda, pero es la mía: el mejor regalo que le puedes hacer es que se vaya recordándote feliz... Muchos ánimos.

Robin Shilvadin dijo...

Gracias chicos. El tema de la ropa interior es complicado para mí en verano, porque o no me pongo, o coqueteo mucho con ella dependiendo de lo que lleve y de a quién vaya a enseñárselo.

Y Eusk, llevo bastante bien lo de mi abuelo, el problema es que el resto de mi familia (sus hijas, sobre todo y evidentemente) no tanto y sé que el palo me afectará por partida doble. Pero de eso ya hablaremos en otra ocasión...

Anónimo dijo...

Anda que... como diría Flanders... "ese estúpido Flanders y su erotismo".

Sieeeeeempre hay que llevar algo por debajo, por simple precaución.

Y lo de la silla... prefiero no hacer comentario respecto a tu alimentación. Bastante te dirás ya tu mismo cuando te veas los michelines al salir de la ducha :p
Pero oye, mejor que se te rompan las patas traseras de la silla a que se te cierre una hamaca y te pille el dedo, arrancándote la uña y teniendo que coserte una falange de la que gran parte de la carne está colgando.

Enga txikitín. Abrazos varios.