27 julio, 2006

Hoy nos vestimos de... soledad

Jueves, 27 de julio de 2006

La soledad... En general empleamos este término como cuando nos sentimos negativamente solos, cuando desearíamos estar con alguien más pero no es posible. Y sin embargo hoy ha sido para mí un día en el que la soledad se convierte en una fiel compañera que no molesta y que ayuda a sentirse bien con uno mismo.


Mis padres llevan fuera unos días y mi hermano está en un congreso en Zaragoza. La casa es enteramente mía y para nadie más. Hoy era mi día libre, con lo que aún he podido disfrutar un poco más de la sensación de libertad, de amplitud y de ausencia de molestias. Nadie, ni Javi, que no ha venido a comer y cenar. Total y absolutamente solo. Pocas veces al año puedo sentirme así, libre, autónomo. Si no estoy en casa con mis padres, estoy con Javi, no hay muchas opciones. Y habitualmente lo agradezco porque soy una persona muy social que necesita un contacto continuo con la gente que le rodea, pero unos días sin nadie que te moleste son maravillosos. Y tampoco es porque me haya dado por hacer nada especial. Ni he meditado intensamente sobre mi vida, ni he hecho grandes orgías salvajes, ni he montado sesiones maratonianas de vídeo... Simplemente he estado solo conmigo mismo. Bueno, conmigo y con la tormenta de granizo y después eléctrica que ha caído por aquí... Algo de emoción ha habido esta tarde, qué le vamos a hacer...

El tiempo se ha deslizado por mi piel con pereza y dulzura. No ha llegado a calar muy hondo pero el paso de las horas era evidente con el cambio de iluminación. Y yo tonteaba por aquí y por allí, bien con un juego de ordenador, bien lavando lo poco que había en el fregadero... Nada útil en realidad. Posiblemente me sentía tan relajado porque en el fondo sé que es una situación que dura poco tiempo, por lo que no tengo que preocuparme por los problemas cotidianos que son tan engorrosos: facturas, gastos, compras... Sabiendo que se encargarán mis padres a la vuelta la vida es mucho más sencilla, aunque podría acostumbrarme a esto...

En fin, un día de esos en los que no se puede decir que hayas vivido demasiado, pero desde luego se puede decir que tampoco has desperdiciado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La soledad es maravillosa. A mí me vuelve loco, pero en su justa medida: mucha me agobia y poca me enloquece. Supongo que por eso escogí la profesión que escogí: ahí fuera, en la carretera, si pillas un buen chollo vas a tener soledad para rato... salvo que coloques a los chichos o similar en el «casete» y ahora con el móvil le pegues una llamada a la familia y amigos. Lo que te queda es la emisora, cada vez menos común, cada vez más prohibida. Unas 10 horas diarias despierto, conduciendo; solo. ¿Por qué no lo pruebas?