18 septiembre, 2006

Carta abierta a un hijo

Domingo, 17 de septiembre de 2006

Querido hijo mío,
prefiero escribirte esta carta porque ahora mismo ya estarás dormido y no quiero despertarte. Además, las tonterías que tus papás discuten no son tan importantes como para robarte el sueño y espero que no lo hagan nunca.

Supongo que ayer nos escucharías discutir a tu papá y a mí. Bueno, no pasa nada, los papás muchas veces discuten y se dicen cosas en voz muy alta porque se enfadan y quieren que se les escuche más que a la otra persona. Esta vez tu papá me decía cosas en las que tenía mucha razón y yo apenas podía contestarle, menos aún cuando estaba tan enfadado y no era cuestión de que se enfadara más. La razón por la que me decía esas cosas es porque, como siempre, este papá que te escribe ha hablado más de la cuenta. Los papás a veces se ponen normas sobre asuntos de los que se puede y no se puede (o quiere) hablar en público y yo volví a equivocarme y comenté algo que tu papá no quiere que diga. Posiblemente sea todo una mala interpretación porque vemos las cosas de diferente manera y lo que para mí puede interpretarse como una broma, para él es muy ofensivo. Pero tenía razón, ya me había avisado anteriormente y lo he vuelto a hacer, he hablado más de la cuenta sin pensar en lo que sentiría él. Y se ha enfadado mucho conmigo, muchísimo. Ahora tus papás se hablan poco porque el enfado les hace poner esos morros tan feos que no te gustan nada, que prefieres que te besen, pero yo estoy triste y papá está molesto.

Anoche, después de discutir, estuve un rato pensando, porque los papás, aunque no te lo creas, por muy niños que seamos, de vez en cuando pensamos. Pero poco, para que no se nos caliente la cabeza... Estuve pensando y repasando todo el tiempo que hace desde que tus papás se quieren y todas las veces que nos hemos enfadado. Y me puse muy triste porque me di cuenta de una cosa: siempre que tus papás han discutido, ha sido por mi culpa. Cuando han sido cosas serias, la razón principal era algo que yo había hecho o yo había dicho. Tu papá, el que ahora está dormido, tiene mucha paciencia conmigo. Soy consciente de lo mucho que me quiere y de todas las veces que me ha perdonado, de todos los malos ratos que le he hecho pasar por no darme cuenta, por ser tan inconsciente. Y me doy cuenta de la enorme deuda que tengo con él y que nunca podré pagar. Si tus papás siguen juntos es porque uno de ellos aún no se ha cansado de mí, pero me temo que la paciencia de todos tiene un límite y yo empiezo a agotar la de alguien. No sé aún qué aporto a nuestra relación y darme cuenta de eso me asusta un poco. Cuando dos personas se quieren, como lo hacen tus papás, no sólo importan las cosas "reales" que se pueden contar, a veces intervienen también razones más etéreas como "me haces reír", "le das ilusión a mi vida", "me ayudas a no ser tan serio". Pero cuando una relación ha durado tanto tiempo, la balanza se inclina a otras cosas tal vez menos importantes pero que desequilibran y contrapesan. Se acumulan momentos buenos y muy buenos a lo largo del tiempo, pero también momentos malos y muy malos.

Posiblemente pensarás que este papá que te escribe, como siempre, está haciendo una escenita para sentirse de nuevo "una reina del drama", como tanto le gusta hacerse. Esta vez es diferente. Esta vez creo sinceramente que aporto a mi relación poco o más bien poco, siendo más bien el que genera todos los problemas y además no tiene el valor de acercarse, reconocerlo y pedir perdón. O hacerlo demasiado tarde. Tus papás aún se quieren, no tengas miedo, no vas a tener que elegir a uno u otro, pero creo que ambos se han dado cuenta de que hay un problema serio que tal vez hasta ahora no hubiesen visto o no hubiesen querido ver. Y yo ahora soy más consciente de ello, aunque hubiese preferido seguir ciego. Y peor aún, viendo una parte del problema, sigo sin ser capaz de encontrar una solución que no sea dejar de ser yo mismo, cambiar mi forma de ser y ver la vida, ser como debería para que todo funcionara mejor.

Tus papás van a tener una Conversación. Esta vez no oirás gritos, parecerá que están hablando de cosas menos importantes, pero en realidad sí que lo son. Yo quiero decirle a tu papá que le quiero muchísimo y que estoy dispuesto a muchas cosas por él, pero que comprendo que se sienta decepcionado si se ha dado cuenta de que no soy lo que él quiere tener a su lado. Sé que es la misma conversación que hemos tenido antes, que siempre me temo que será la última y definitiva y que luego sólo es un intercambio de opiniones más, pero tal vez por eso siempre me da algo de miedo. Si la última vez ya sabía que no podía hacer cierto tipo de comentarios, esta vez la sombra de la duda sobrevolará la habitación, haciendo que aunque prometa que no lo volveré a hacer, es casi seguro que no podré evitarlo y mi estúpida lengua me meterá en otro lío. Por lo visto soy demasiado tonto para cambiar y ser una persona mejor, cariño, por mucho que me esfuerce.

No quiero molestarte más. Ahora tu papá y tú dormís, estáis tranquilos y ojalá pudiera hacer algo para que vuestras caritas adorables se mantuvieran siempre así. Os quiero tanto a los dos que daría lo que fuera por teneros aquí ahora mismo y daros un abrazo, porque de eso sí que estoy necesitado, al menos ahora mismo. Y por mucho que me empeñe hay cosas que no se pueden conseguir con sólo desearlo. Pero de eso ya hablaremos otro día. Me conformo con imaginar que me das uno de esos abrazos largos y cálidos de sonrisa fresca y deseable. Duerme bien, dormid bien, mis amores. Por cierto, hijo mío, si sigues dejando el peluche de la beluga tirado en cualquier parte, acabarás por perderlo. Os quiero.

Tu padre (uno de ellos al menos)

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