01 septiembre, 2006

Ansiedad

Jueves, 31 de agosto de 2006

Iba a copiar la entrada de "ansiedad" de la wikipedia, pero es muy larga y muy técnica como para que resulte interesante. Quedaos con que es algo que en principio es natural y hasta beneficioso para la especie, pero mal llevado puede ser un problema de los gordos.

No está mal esta reflexión para empezar mi regreso a las vacaciones. Si empiezo a haceros un resumen, probablemente tarde cosa de mil años, porque se me da fatal resumir con todos los detalles, pero os aseguro que han sido interesantes, que no las cambiaría por nada y que la culpa la tiene el aliciente de la gente que estata por allí. Os pondría una foto de grupo, pero al final no nos hicimos, así que conformaos con alguna suelta para abrir boca.


El caso es que el regreso de las vacaciones está siendo realmente duro. Se me han juntado muchas cosas y avanzar cada hora que pasa se convierte en algo complicado en mi ya bastante negativa naturaleza. A todos nos cuesta volver al trabajo, pero si además te toca abrir el primer día y estar sólo más de seis horas, se hace más cuesta arriba. El retorno a la aventura de convivir es duro, mucho más de lo que pensaba. Cada vez que estoy algo bajo, Javi se emparanoia y verle mal no me ayuda demasiado, porque no quisiera ser el causante de más agobios, que bastante tengo con los míos. Y cómo no, mi tema estrella, el soldadito valiente, que me trae por el camino de la amargura. No pretendo entrar en detalles porque nunca se sabe quién lee estas bobadas que dejo en la red, pero quien conoce la historia se puede hacer a la idea.

Qué curioso y complicado es nuestro departamento de sentimientos en la burocracia cerebral. Algunos (ingenuos) creemos tener controlados a todos los funcionarios neuronales, somos nosotros quienes damos las órdenes y recibimos la respuesta esperada. Actuamos como un jefe satisfecho que sabe que tiene todo bajo control y bien bajo control. Pero un día empiezan a aparecer en nuestra mesa informes que no habíamos solicitado, reuniones a las que no hemos asistido, exigencias que no podemos atender... Salimos del despacho y todo es un caos, con aviones de papel volando por doquier, secretarias sentadas en las mesas cotilleando de la vida de los demás, fiestas y alcohol a la hora del almuerzo, etc. El departamento se inutiliza y perdemos ese absurdo control que creíamos tener. Pero al pertenecer a una burocracia organizada, desequilibramos el resto de la balanza mental más aún. Se hace una llamada a los servicios de seguridad de la razón pura, pero la mayoría de las veces se sientes desbordados por la impetuosidad de los manifestantes. Como mucho pueden evitar situaciones de riesgo mayor que nos pongan en evidencia de epitelio hacia afuera, pero no siempre lo conseguimos. Hay quien ha llegado a echarse a llorar en la ducha esta mañana y sólo ha conseguido despertar y preocupar a su novio. Es que hay gente verdaderamente gilipollas, que no sabe controlarse, que no sabe diferenciar entre los sueños y la realidad, gente estúpida que no controla sus emociones y que permite que malinfluyan en su vida y su relación con los demás. Hay gente infantil, inmadura, insoportable, inaceptable. Y por debajo de toda esa gente, estoy yo.


Estoy pasando unos días un tanto complicados y lo que menos me apetece es escuchar (o leer) las típicas tonadillas de ánimo con palmaditas en la espalda como complemento. Sin querer asustaros, pero para que veáis el alcance de mis tonterías en un momento dado, esta mañana en mi undécima vuelta al almacén en el trabajo, por pura desesperación, he valorado que total, dado que lo único que consigo es inestabilidad interior y desestabilidad exterior, mi presencia en este mundo no sólo carecía de sentido, sino que podía ser incluso perniciosa. La idea del suicidio ha pasado apenas una millonésima parte de segundo por mi cabeza, pero INSISTO, que nadie se asuste, sólo ha sido un mal momento. La opción B de tener una charla con Mónica, que es psicóloga, amiga y lesbiana, ha madurado más, pero tengo unos horarios bastante putos o peor estos días. Lo necesito ahora y ya.

El resto del día he podido contener a la marabunta de desesperados sentimientos lacrimógenos que insistían en dar un paseo por mi zona parietal (o frontal, la que sea), a duras penas, pero así ha sido. Mi montaña rusa particular tenía que reponer fuerzas y me ha dejado en paz un ratito, pero no sé hasta cuándo podré mantener el freno echado. La voy a cagar, lo sé. Voy a meter la pata tan hasta el fondo que no sólo me voy a quedar más solo que la una, sino que además será por culpa mía, seguro. Uno que se vanagloriaba de estar por encima del bien y del mal, de ser un Toreador con todas las letras, manejando los sentimientos de los demás como marionetas en un espectáculo circense, se descubre ahora más frágil que nunca, recién abiertos los ojos en una cuerda floja sin red y sin equilibrio. Me voy a caer y nadie me recogerá. Tengo que centrarme, tengo que centrarme, tengo que centrarme....

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