06 septiembre, 2006

Comienza la caza...

Martes, 5 de septiembre de 2006

El vampiro volvió a mirarse en el espejo. Se sentía atractivo con su nueva camisa negra de marca. La había elegido cuidadosamente mientras el dependiente le miraba con ojos embelesados y una sonrisa tonta en la cara. Esa noche se la pondría para conseguir la misma sensación en quienes se acercasen demasiado. No sería muy complicado.

Frente a su imagen, con la camisa aún abierta, vio la herida que ya cicatrizaba en el pecho. Todavía dolía cuando pensaba en ella, aún manaba algo de sangre fresca si se apretaban los bordes, pero tenía mejor aspecto. La ventaja de ser un vampiro es que las heridas acaban cerrando solas, tarde o temprano, pero esta en concreto tardaría un tiempo. El daño estaba hecho y no había marcha atrás. La culpa era sólo suya, pero podría afrontar las consecuencias. O eso esperaba. Abotonó la camisa para ocultar y ocultarse el recordatorio de los días pasados en la oscuridad de su habitación, pensando y recordando, hurgando física y mentalmente en la herida para evitar que se cerrara. Con este gesto se sintió algo más confiado en sí mismo y terminó de arreglarse.

Salía ya del portal cuando un dolor agudo le invadió repetinamente. Se sujetó el costado en un intento de contenerlo, pero acabó cayendo igualmente al suelo. Apretando los dientes reprimió un grito de dolor y a base de fuerza de voluntad evitó que las delatoras lágrimas carmesí resbalaran por sus mejillas. Bastante vergonzoso sería mostrarse débil como para además hacerlo evidente. El dolor poco a poco fue remitiendo, concentrándose en la zona superior del torso, a la altura de la herida. Un ramalazo, un recuerdo tal vez, pero había pasado. Ojalá esa noche no volviera a repetirse.

Mientras caminaba por las calles hacia su club favorito, compuso esa sonrisa que tanta gente no podía ignorar. Sus blancos dientes se mostraban en toda su magnificencia y sus ojos destellaban con luz propia. Se sentía seguro, confiado, al menos en apariencia. Era un cazador y esa noche alguien sería una presa excelente para volver a las antiguas costumbres. Aún mantenía en la boca un regusto dulce y delicado, que ponía todos sus sentidos a mil, pero se iba desvaneciendo poco a poco y la Bestia renacía exigiendo una compensación. El vampiro volvió a sonreir para sus adentros y entró en el local. Un fuerte olor a seres vivos le invadió y aumentó sus ansias. Esta noche habría caza y podre del inocente cervatillo que cayera en sus manos...

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