Martes, 12 de septiembre de 2006
Supongo que el tema de hoy no es nada original. Imagino que el título lo habrán pronunciado millones de personas hoy mismo en cualquier parte del mundo. Es de recibo que mal de muchos, consuelo de tontos, pero es que es la pura verdad: odio mi trabajo.
Hay que reconocer que la vuelta de vacaciones no fue un camino de rosas a nivel personal, desde luego, pero hasta ahora el trabajo me servía para recuperar la rutina pre-vacacional y ordenar mi vida de nuevo siguiendo el carril de la monotonía. Esta vez no ha sido así. Tal vez han sido demasiados cambios juntos o tal vez es que ya he superado el tiempo de permanencia medio en mi empresa (creo recordar que rondaba los tres años y yo estoy a puntito de llegar). No estoy a gusto, me siento súmamente incómodo y no me apetece nada ir a trabajar cada mañana. Insisto, no pretendo ser original esta noche.
Las razones son todo lo variadas que podría imaginar, y sólo me refiero a las profesionales, las personales las vamos a dejar aparte hoy. Básicamente: me aburro soberanamente en la tienda. No tengo nada pendiente dado que me acaban de trasladar, no hay cartera de clientes, no hay marrones que solucionar, no hay papeles que ordenar... Tengo que estar mano sobre mano esperando a que entre alguien para saber que estoy en un lugar de atención al público y no en una celda de aislamiento. Por lo visto, para más inri, está siendo un inicio de mes bastante flojo, por lo que la afluencia de posibles bobos que engañar es mínima, así que es mejor mirar qué hacen mis compañeras (esta semana estamos la plantilla al completo) y pensar en los largos minutos que quedan hasta terminar. Para entretenerme, esta mañana le he dado un repaso con limpiacristales a toda la tienda. Yo, "por entretenerme". Es evidente que estaba muy muy aburrido. Y eso a las 10:30 de la mañana, media hora después de entrar.
Otro problema: me siento vigilado. No directamente y no como orden expresa, pero desde luego no tengo la libertad que tenía antes en la otra tienda. Si me aburría, me ponía a escribir algún mail que luego reenviaría por la noche, preparaba el tema del blog... Ahora si me ven teclear, la petarda chavacana de mi compañera de al lado asoma el morro en algún viaje para ver qué estoy haciendo. Por lo visto si no estoy de brazos cruzados y no tengo nada que hacer de tienda, lo que hago es algo que despierta su curiosidad de barrio obrero. Con lo cual, ordenador vetado, ni internet ni teclear ni pensarlo siquiera. Y me siento vigilado porque ya he visto cómo funciona la gente en esta empresa, al menos mis queridas compañeras. El tratar cualquier problema con quien te lo está causando no es lo adecuado... ¡Para qué! Tú se lo comentas a tu encargada de tienda, que se lo comentará más tarde o más temprano a la responsable de zona, que te cogerá por banda un día y te lo restregará por la cara. Es que resulta que es muy complicado trabajar conmigo porque estoy todo el día enfadado y pagándolo con quien tengo al lado. Claro. Justito lo que yo decía. Pero claro, esa persona con la que lo "pago" no sabe decírmelo en el momento, sino que vuelve a la cadena de mando para "comunicarlo". Y así volvemos a lo que he dicho antes. El caso, que siento que si hago algo inadecuado puede que me abronquen... O no, puede que quede guardado para más adelante. O que no me lo digan nunca. El caso es que estoy preocupado por lo que pensarán con cada cosa rara que haga. Como por ejemplo que hoy me haya tirado una hora al teléfono hablando con Montse (la joyera, del centro comercial, mi confesora y paño de lágrimas). No había nadie y podían avisarme si se enredaba el tema, pero no ha sido necesario. ¿Constará este pequeño desliz en mi expediente de cara a ellas? ¿Trascenderá a más altas esferas? ¿Me lo echarán en cara el jueves en la reunión? Ni idea, pero tampoco me importa. Si no tengo nada que hacer, prefiero estar hablando por teléfono (que me ha venido de vicio) a poner cara de sota mientras entra un cliente.
Razones para no presentar la carta de renuncia ahora mismo... La más simple y mundana, que me iría con una mano delante y otra detrás, y tengo unas facturas que pagar y ahora unos gastos comunes que aportar. Otra, que no voy a marcharme para caer en un trabajo peor. Por ejemplo creo que echo en falta los sábados libres y un horario medio normal para poder compaginarlo con mi vida social/personal/matrimonial. Sé que pido mucho y me muevo poco, pero hoy por hoy es lo que pienso. He empezado con tentativas en infojobs, pero no son los trabajos por los que me tiraría al mar. Voy a tener que esforzarme de verdad si quiero salir de este agujero de una vez por todas, no puedo estar así. Espero que mi fuerza de voluntad no se arrugue otra vez.
Esta noche un amigo ha discutido con su pareja. Han conseguido solucionarlo o al menos están mejor. Me alegro por ellos, me gustaría ver más felicidad a mi alrededor para poder agarrarla y quedarme algunas briznas o salpicarme con ella.
Hay que reconocer que la vuelta de vacaciones no fue un camino de rosas a nivel personal, desde luego, pero hasta ahora el trabajo me servía para recuperar la rutina pre-vacacional y ordenar mi vida de nuevo siguiendo el carril de la monotonía. Esta vez no ha sido así. Tal vez han sido demasiados cambios juntos o tal vez es que ya he superado el tiempo de permanencia medio en mi empresa (creo recordar que rondaba los tres años y yo estoy a puntito de llegar). No estoy a gusto, me siento súmamente incómodo y no me apetece nada ir a trabajar cada mañana. Insisto, no pretendo ser original esta noche.
Las razones son todo lo variadas que podría imaginar, y sólo me refiero a las profesionales, las personales las vamos a dejar aparte hoy. Básicamente: me aburro soberanamente en la tienda. No tengo nada pendiente dado que me acaban de trasladar, no hay cartera de clientes, no hay marrones que solucionar, no hay papeles que ordenar... Tengo que estar mano sobre mano esperando a que entre alguien para saber que estoy en un lugar de atención al público y no en una celda de aislamiento. Por lo visto, para más inri, está siendo un inicio de mes bastante flojo, por lo que la afluencia de posibles bobos que engañar es mínima, así que es mejor mirar qué hacen mis compañeras (esta semana estamos la plantilla al completo) y pensar en los largos minutos que quedan hasta terminar. Para entretenerme, esta mañana le he dado un repaso con limpiacristales a toda la tienda. Yo, "por entretenerme". Es evidente que estaba muy muy aburrido. Y eso a las 10:30 de la mañana, media hora después de entrar.
Otro problema: me siento vigilado. No directamente y no como orden expresa, pero desde luego no tengo la libertad que tenía antes en la otra tienda. Si me aburría, me ponía a escribir algún mail que luego reenviaría por la noche, preparaba el tema del blog... Ahora si me ven teclear, la petarda chavacana de mi compañera de al lado asoma el morro en algún viaje para ver qué estoy haciendo. Por lo visto si no estoy de brazos cruzados y no tengo nada que hacer de tienda, lo que hago es algo que despierta su curiosidad de barrio obrero. Con lo cual, ordenador vetado, ni internet ni teclear ni pensarlo siquiera. Y me siento vigilado porque ya he visto cómo funciona la gente en esta empresa, al menos mis queridas compañeras. El tratar cualquier problema con quien te lo está causando no es lo adecuado... ¡Para qué! Tú se lo comentas a tu encargada de tienda, que se lo comentará más tarde o más temprano a la responsable de zona, que te cogerá por banda un día y te lo restregará por la cara. Es que resulta que es muy complicado trabajar conmigo porque estoy todo el día enfadado y pagándolo con quien tengo al lado. Claro. Justito lo que yo decía. Pero claro, esa persona con la que lo "pago" no sabe decírmelo en el momento, sino que vuelve a la cadena de mando para "comunicarlo". Y así volvemos a lo que he dicho antes. El caso, que siento que si hago algo inadecuado puede que me abronquen... O no, puede que quede guardado para más adelante. O que no me lo digan nunca. El caso es que estoy preocupado por lo que pensarán con cada cosa rara que haga. Como por ejemplo que hoy me haya tirado una hora al teléfono hablando con Montse (la joyera, del centro comercial, mi confesora y paño de lágrimas). No había nadie y podían avisarme si se enredaba el tema, pero no ha sido necesario. ¿Constará este pequeño desliz en mi expediente de cara a ellas? ¿Trascenderá a más altas esferas? ¿Me lo echarán en cara el jueves en la reunión? Ni idea, pero tampoco me importa. Si no tengo nada que hacer, prefiero estar hablando por teléfono (que me ha venido de vicio) a poner cara de sota mientras entra un cliente.
Razones para no presentar la carta de renuncia ahora mismo... La más simple y mundana, que me iría con una mano delante y otra detrás, y tengo unas facturas que pagar y ahora unos gastos comunes que aportar. Otra, que no voy a marcharme para caer en un trabajo peor. Por ejemplo creo que echo en falta los sábados libres y un horario medio normal para poder compaginarlo con mi vida social/personal/matrimonial. Sé que pido mucho y me muevo poco, pero hoy por hoy es lo que pienso. He empezado con tentativas en infojobs, pero no son los trabajos por los que me tiraría al mar. Voy a tener que esforzarme de verdad si quiero salir de este agujero de una vez por todas, no puedo estar así. Espero que mi fuerza de voluntad no se arrugue otra vez.
Esta noche un amigo ha discutido con su pareja. Han conseguido solucionarlo o al menos están mejor. Me alegro por ellos, me gustaría ver más felicidad a mi alrededor para poder agarrarla y quedarme algunas briznas o salpicarme con ella.
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